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La exaltadora de Jesús de la Rosa y Nuestra Señora del Mayor Dolor repasó el origen histórico de la cofradía y reflejó el simbolismo religioso de las dos imágenes
En apenas cuatro ediciones, la exaltación a Jesús de la Rosa y Nuestra Señora del Mayor Dolor se ha consolidado en el calendario previo a la Semana Santa. En esta ocasión la encargada ha sido una persona muy vinculada al Barrio Alto de Rute, a la parroquia de San Francisco y a estas dos imágenes. En un acto conducido por Juana Baena, camarera del Cristo, de presentar a la exaltadora se encargó su hijo Juan de Dios Cruz. También a él le unen muchos lazos con la cofradía. Como costalero de Jesús de la Rosa, ha vivido los momentos más intensos de su estación de Penitencia y ha constatado la solidaridad de sus compañeros.
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De la exaltadora, su madre, repasó su biografía y su trayectoria docente, poniendo de relieve la huella que ha dejado en su alumnado como maestra de Religión. En el ámbito cofrade, recordó que fue cofundadora de la cofradía de la Borriquita, pero, además, ha sido autora de obras de teatro o villancicos. Y es que, como resaltó, se trata de una persona “muy humana y comprometida con su pueblo”. En lo personal, cree que si hay una palabra que la define es su “generosidad”, a la que añadió el corazón que tiene. Eso, concluyó, le ha permitido ser una mujer “trabajadora y sufridora en silencio”, amén de una esposa, madre y ahora abuela “ejemplar”.
Con la emoción latente por las palabras de su hijo, Ana Victoria subió al atril para poner palabras a sus sentimientos por estas dos imágenes. En su alocución dejó patentes dos de los rasgos que definen a la exaltadora, su fe y esa vocación docente. A ello se unió su facilidad para hilvanar palabras, yendo con naturalidad del verso a la prosa. De fondo, le acompañaron las notas de Alberto Ramos al piano y Juan Francisco Caballero a la flauta, que interpretaron fragmentos de conocidas marchas como “La Madrugá”, “Soledad franciscana” o “Siempre la Esperanza”.
En esa vertiente docente, Ana Victoria Molina recorrió la historia de la cofradía, desde el origen de las imágenes, “rodeado de un halo de misterio”. Así, recordó la leyenda del joven que venía de Iznájar a Rute a ver a su amada y paraba en el convento de La Hoz, donde estaba la talla de un Nazareno al que tiraba una rosa en tono burlesco. Cada vez que paraba en el convento a beber agua repetía esta broma hasta que un día oyó una voz que preguntaba “¿hasta cuándo?” Fue así como abrazó la fe y de su burla pasó a ponerle siempre una rosa en la mano.
La exaltadora siguió recordando cómo en 1753 los franciscanos incorporan la estación de Jesús de la Rosa a la Semana Santa ruteña, en la noche del Martes Santo y precedida de la imagen de San Francisco de Asís. Durante más de un siglo y medio aparecería y desaparecería su salida procesional, hasta que en 1927 se crea con nuevos estatutos la primera cofradía de Rute que acompaña a sus titulares con túnica. En aquella junta de Gobierno ya estaba el padre de Ana Victoria. Con el tiempo, se disolvería, y en 1982 se refunda para mantenerse hasta nuestros días.
Al margen del recorrido histórico, la exaltadora reflexionó con un marcado tono poético sobre el simbolismo religioso de las dos imágenes. En ambos casos, resaltó el dolor que madre e hijo llevan dentro, a la vez que cada uno es consciente del dolor del otro. De Jesús de la Rosa subrayó la entereza con que soporta el martirio y de la Virgen que fue capaz de comprender “la grandeza del proyecto de Dios”. Por eso, entiende que a los dos hay que amarlos, y entender el padecimiento de Jesús desde el interior. No en vano, considera que la Semana Santa es, entre otras cosas, “un tiempo de reflexión”, que debe servir para “acercarnos unos a otros”.
Con esa mezcla de sentimientos, se aborda el Miércoles Santo. Esa tarde el olor a incienso invade las calles del Barrio Alto, cuando Jesús de la Rosa y Nuestra Señora del Mayor Dolor asoman a las puertas de San Francisco y les espera “el amor de su gente”. El recorrido procesional es una forma de identificarse con los valores y el mensaje de ambos. En palabras de Ana Victoria Molina, caminando al lado de Jesús y de la Virgen “seremos como ellos quieren que seamos”. Pero entiende que la fe no debe terminar ahí. Por eso, repasando los momentos que marcan la idiosincrasia y la vida de Rute, concluyó pidiendo al devoto que no deje sola a su imagen hasta el año siguiente, sino que aprenda a quererla en todos los momentos.
Una vez terminado el acto, la cofradía entregó sendas placas a la exaltadora y su presentador. La esposa de éste, María del Carmen Rodríguez, recibió un ramo de flores, y al marido de la exaltadora, Juan de Dios Cruz Villén, se le entregó la insignia de esta seráfica hermandad. De igual modo, se regaló un ramo de flores y un pergamino a los respectivos hermanos mayores del Señor y la Virgen. En el primer caso, son Luis Jiménez y Josefa Cobos, y en el segundo, María Serrano y María del Carmen Ayala.