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La presentación de “El Pantano de Iznájar. Historia de un desarraigo” ha sido una de las actividades programadas con motivo del Día del Libro
Dentro de las actividades del Día del Libro, ha habido una que ha aunado historia y nostalgia. El CEMAC Pintor Pedro Roldán acogió el 24 de abril la presentación de la obra “El Pantano de Iznájar. Historia de un desarraigo”. El artista que da nombre al centro es precisamente el autor de la portada. Junto a él, intervinieron la concejala de Cultura, Dolores Ortega, y el autor del libro, José María Tejero Bueno. Cuenta con el patrocinio de la Diputación de Córdoba y está editado por el Ayuntamiento de Iznájar, ya que Tejero nació en la aldea iznajeña de Las Huertas de la Granja, antes de trasladarse a las de La Hoz, perteneciente al término de Rute. Ortega repasó el currículum de Tejero, afincado desde hace más de tres décadas en Córdoba, donde ha trabajado en el departamento municipal de Educación. Del libro destacó que es “una fusión” entre el rigor histórico y la memoria individual.
Por su parte, Pedro Roldán confesó que no sólo se había brindado a colaborar con la ilustración de la portada por ser “una aportación a nuestra propia historia”. También él vivió la experiencia de la construcción del Pantano en su infancia. Recordó cómo su calle se había llenado de niños de familias venidas de los terrenos expropiados o gente que estaba trabajando en la construcción del embalse. Quienes ya estaban y quienes llegaron se enriquecieron “mutuamente”. Él, como artista en ciernes, ya se detenía en el movimiento de la luz en el agua. Son vivencias que tiene presentes y no quiere olvidar, porque, como sentenció, “somos lo que fuimos”.
- El libro recorre, mezclando una profusa documentación histórica con anécdotas de la población, todo el proceso de construcción del embalse
A continuación, José María Tejero citó parte de la bibliografía de base que le ha servido para documentarse y redactar. El libro arranca en el contexto histórico de las inundaciones en Sevilla de 1947. La visita de Franco a la ciudad hispalense propició que se acometiera la construcción del embalse. El proyecto inicial se planificó en 1951 y el final estaría listo para 1953. En cuanto a los trabajos, arrancarían en 1958 para culminar en 1969. Junto a la obra de la presa en sí y la central hidroeléctrica, se hicieron dos carreteras de acceso y dos viaductos, toda vez que la antigua carretera de Loja quedó inundada. Por todo ello, el proyecto dio trabajo a la gente de los pueblos cercanos y otros puestos indirectos para tareas como los traslados.
En total, quedarían inundadas tres mil quinientas hectáreas, de las que quinientas pertenecían al término de Rute. El embalse afectó a más de dos mil personas y cuatrocientas cincuenta familias. El libro recorre, mezclando una profusa documentación histórica con anécdotas de la población de entonces, el proceso desde que empiezan las obras hasta que se inaugura el embalse. Sus seis capítulos, cada uno con sus correspondientes epígrafes y apartados, se hacen eco de la vida cotidiana en los terrenos inundados. También reflejan el duro proceso de expropiación, en ocasiones discriminatorio y en general pagando “a la baja” a los propietarios.
Un capítulo propio tiene la población de la zona y la “dispersión demográfica” posterior. Tejero establece tres tipos de emigración a raíz de la inundación de esas tierras. La “controlada”, a los llamados “poblados de colonización”, apenas supuso un 10%, con 66 familias. La emigración “cercana” se dio hacia zonas no inundadas como La Hoz o pueblos cercanos, como el propio casco urbano de Rute. Por último, la más numerosa fue la emigración “lejana”. Afectó a más de ciento veinte familias, que se marcharon sin control ni contrato de ningún tipo a lugares tan dispares como Madrid, Cataluña, Baleares o incluso Gijón.
Sería una emigración escalonada, como el mismo proceso de inundación, que se recoge en otro capítulo. Éste se dividió en tres fases, entre 1964 y 1970. Para el año 68 ya alcanzaba a casi todas las zonas, hasta el punto de que Iznájar quedó temporalmente aislada, al inundarse el Puente de Hierro y El Molinillo, sin haberse hecho aún los viaductos. La inauguración del embalse dio pie al regadío de seiscientas mil hectáreas en Sevilla. En Córdoba, ese regadío vendría después y en un porcentaje apenas significativo.
Era uno de los usos previstos en la construcción del Pantano, como cuenta el capítulo final, junto a la prevención de inundaciones y el aprovechamiento hidroeléctrico. Después, su potencial serviría para el abastecimiento de agua para el consumo humano o incluso la pesca deportiva y más recientemente como recurso turístico. No obstante, José María Tejero no quiso terminar sin lamentar los problemas que se han acarreado en estas décadas, bien de vertidos ilegales, los de las especies invasoras como el mejillón cebra y el siluro, y la negativa de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir a que se cree una comunidad de regantes.