Qué necesario es descansar hasta de las cosas que nos gustan. Durante el verano he llegado a echar de menos escribir, a veces incluso en el móvil en un aeropuerto, los párrafos de estos artículos para El Canuto. Y a ello han colaborado algunas personas que me han preguntado, siempre desde la amabilidad y desde el cariño, si volvería a ellos. Para alguien que, como ahora mismo, se debate en la soledad de su casa entre irse a la cama o terminar el día con algo productivo, estos escritos han supuesto un pequeño enganche ya no solo con la realidad, la local y la nacional, sino con las conversaciones que surgen siempre tan oportunas como furtivas con la gente que los lee. Escribir es un acto solitario que solo cobra sentido si llega a un hipotético lector, a veces imaginado y otras olvidado, pero que sin duda es quien da valor a cada palabra. Por tanto, gracias a quienes dedican un ratito a buscar estas líneas en nuestro periódico, incluso aunque estén en mayor o menor medida de acuerdo con ellas.
No negaré que hay meses que pasan como inadvertidos en los que a uno le cuesta hasta elegir el tema. No ha sido el caso de este verano, créanme. Cuando me planteé descansar de los artículos no imaginaba la cantidad de ideas que se me vendrían a las manos, las notas que tomaría en los márgenes de un periódico, en un marcapáginas y hasta en el móvil. Qué cantidad de historias nos abordan en la inercia del trabajo. Pero también es necesario parar, escucharse a uno mismo, agradecer el privilegio que como profesor supone tener este tiempo de silencio a final de cada curso para dedicarlo a olvidar el ruido. Aunque ya debería resultar evidente que no es que nuestras vacaciones sean largas, es que las de muchas personas, por desgracia, son o demasiado cortas o ningunas, directamente, y esto provoca conciliaciones imposibles, un estrés que pesa sobre sí mismo; situaciones todas que los abuelos siempre tienden a resolver. Ya, ya sé que esto no va con el Presidente de la Confederación de hostelería de España, quien dice que no entiende de qué se quejan los jóvenes hoy día si los camareros han trabajado toda la vida “de 12 a 12” y que a eso lo llama él “media jornada”. Todo eso, claro, con un tono jocoso que más bien parecía el de un trasnochado Rubiales que el de un personaje de tal posición. Horas después tuvo que salir a pedir disculpas públicamente. Sí, también como Rubiales y en los mismos términos. Pero qué quieren que yo les diga, si vamos a permitir el capitalismo feroz que no nos extrañe cuando, rebosante de babas, quiera darnos “un piquito” porque nos jactamos de auparlo cada vez que votamos. Qué verano más largo de política, también les digo.
La vida, ya de vuelta a la normalidad para el común de los mortales, es eso que va desde que uno sale hasta que vuelve a abrir la puerta del trabajo por la mañana. Y sería importante recordar que no deberían convencernos de que en ese lapso que a veces sirve solo para dormir, se puede tener una vida con hijos, comprar una vivienda, un coche y ser un ciudadano con energía, porque no es cierto. Vivimos cansados, ansiosos, estresados. Y lo veo en muchos familiares, amigos y en mí mismo hasta en vacaciones. Acostumbrados a caminar rápido desaprendimos lo que era pasear y disfrutar de unas buenas vistas. ¿No les pasa? Tomarnos una caña supone sentarnos a una mesa y desatender la playa para hacer la foto que publicaremos en las redes sociales. Porque ahora ya no hay viajes si no hay fotos que mostrar. Y luego está el tema, valga la redundancia, de viajar cuanto más lejos mejor, como si poner distancia fuera a librarnos de nosotros mismos.
En definitiva, sí, hasta en el descanso somos presos de nuestra vida rápida. Por eso es necesario pausar de vez en cuando, en la medida en que nuestras posibilidades nos lo permitan, para reconciliarnos con los viejos placeres, charlar con amigos, hacer lo que nos gustaba hacer antes, el antes de antes, cuando las tardes eran largas y el mundo era todavía desconocido. Aunque eso suponga, como digo, tener que aparcar también algunas cosas que nos gustan, como en mi caso hice con estos artículos para retomar un viejo proyecto escrito durante mi descanso y que me gustaría, algún día, compartir también con ustedes. Porque como se decía en la película Hacia rutas salvajes: “La felicidad solo es real cuando es compartida”. Y yo creo que al descanso le pasa algo parecido. Si no, hagan memoria.
¡DESTACAMOS!