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Consideran que estas medidas atentan contra el comercio local y de proximidad, y aseguran que sus negocios son lugares seguros
Como cada día, desde hace dos semanas, el cierre de los comercios de Rute se produce a las seis de la tarde. Es una de las medidas restrictivas y de contención del coronavirus que decretó la Junta de Andalucía el pasado 8 de noviembre. En esta fase de la pandemia, el comercio, junto a la hostelería, es uno de los sectores que más está padeciendo las consecuencias de la crisis económica derivada de la sanitaria. Por este motivo, convocados por la Asociación de Comerciantes y Emprendedores de Rute, ACER, los representantes del sector han protagonizado esta tarde una cacerolada. La protesta ha tenido lugar a las seis ante las puertas de sus establecimientos y tras el cierre de éstos.
Según una de las representantes de ACER, Eva María Díaz, son muy conscientes de la gravedad de la situación. Por eso, han querido hacer ruido y manifestar su descontento a través de una gran cacerolada y no con concentraciones o manifestaciones públicas. Sin embargo, consideran que las medidas establecidas en nuestra comunidad atentan contra el comercio local y de proximidad. Según Díaz, dichas medidas contribuyen a fomentar el consumo online a través de las grandes plataformas y propician un cambio de hábitos, que será difícil de recuperar.
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Además, durante unos minutos los establecimientos situados en diferentes puntos del casco urbano y en algunas de las calles más céntricas, como calle del Pilar, Granada, Juan Carlos I o la calle del Agua, han apagado las luces de sus escaparates. De esta forma, han querido poner de relieve cómo sería un pueblo sin el funcionamiento de su comercio. Sería un pueblo “triste y deprimido”, apunta Díaz. Las propietarias de diferentes establecimientos locales no comprenden estas restricciones horarias, máxime cuando los ciudadanos pueden circular hasta las diez de la noche y otras grandes superficies están abiertas.
Virginia Velázquez o Piedad Pacheco aseguran que sus negocios son lugares seguros, se cumple con todas las medidas de protección y seguridad exigidas, y no se producen aglomeraciones de público. En los comercios locales la clientela acude de forma escalonada, y difícilmente se reúnen más de tres o cuatro personas al mismo tiempo. De igual modo opina Manuela Sarmiento. Esta comerciante no rechaza ningún tipo de ayuda económica por parte de las distintas administraciones. No obstante, Sarmiento asegura que ninguna ayuda es suficiente para poder sobrellevar los gastos que han de afrontar: impuestos, pagos de alquileres o a proveedores, e incluso alguna nómina. Ante todo, reivindican, según Felisa Moscoso, seguir trabajando y que sus tiendas puedan estar abiertas hasta la ocho y media de la noche.