Zambra: la valentía del duende

  • La XXIX Noche Flamenca saca lo más arriesgado de los artistas participantes, que ofrecieron su mejor cara en el incomparable recinto junto al río Anzur

Una de las novedades de esta edición ha sido la puesta en escena de Julián Estrada con su “Tributo al maestro Fosforito”

Galería de imágenes de la XXIX Noche Flamenca

Una palabra se puede añadir por derecho propio a la familia de vocablos ligados a la Noche Flamenca de Zambra. Si la edición de 2023 se pudiera resumir en un solo término, ése sería “valentía”. La vienen demostrando, desde luego, los responsables de la Peña Cultural Flamenca de la aldea ruteña. Desde hace tres décadas han sabido reinventarse para sobreponerse a cualquier dificultad. Gracias a ello, el festival nunca ha decaído. Es más, se ha consolidado como un referente más allá de Rute, Córdoba e incluso Andalucía. Lo dijo Miguel de Tena: puede que hayamos asistido al mejor festival flamenco del verano “y quién sabe si de todo el año”.

  • La calidad de los artistas estaba fuera de dudas, pero es llamativo que hayan coincidido en ofrecer su mejor versión en esta edición

Ese atrevimiento se ha hecho extensivo al grueso de artistas que conformaban el cartel. No es sólo que fuera de un altísimo nivel. Además, cada participante ofreció lo mejor de sí. Uno por uno, su calidad está fuera de dudas a estas alturas, pero, como humanos, están sometidos a altibajos. Lo llamativo, pues, es que han coincidido en ofrecer su mejor versión en una misma velada. Aparte del talento que se les presupone, ha sido también posible por esa valentía que, del primero al último, mostraron sobre las tablas del recinto junto al río Anzur en la primera noche de julio.

Tras el saludo del alcalde David Ruiz, el presentador Manuel Curao iría dando paso a los seis cantaores que, con sus respectivos cuadros de acompañamiento, arriesgaron más que nunca, tal vez mutuamente espoleados. Para abrir boca, Ezequiel Benítez marcó su declaración de intenciones. No se amilanó por ser en cierto modo un “novato” ante tanta figura consagrada. Por fandangos o por bulerías, de lo más formal a lo más desenfadado, demostró el potencial que atesora en sus cuerdas vocales.

A continuación, llegó uno de los muchos momentos que deparó la noche de sublimación del arte. El onubense Arcángel las ha vivido de todos los colores en Zambra. Esta vez fue una de las que se sintió más a gusto. Lo confesó él mismo y eso se traslada del escenario al auditorio. No le faltó osadía para empezar con la ya de por sí arriesgada adaptación que hizo por tientos Enrique Morente de “La leyenda del tiempo” de Lorca. A partir de ahí la audacia fue en aumento para encadenar sin pausa durante media hora tangos, fandangos, de nuevo tientos por tangos y soleares. Necesitaba coger aire para rematar por seguiriyas una de sus visitas más aclamadas a la aldea.

Otro tipo de valor es el que exhibió Aurora Vargas, antes del intermedio. La sevillana ha sacado fuerzas de sus entrañas para sobreponerse a la pérdida de su pareja sentimental y artística, José Cortés “Pansequito”. Como sentenciaría después Israel Fernández, al igual que Jesús trasmutó “el vino en sangre”, el flamenco convierte “la pena en cante”. Vargas se aplicó esa máxima, desafiando el dolor por alegrías, pero sin olvidar el drama vivido por soleares, para dejarse llevar por sus adoradas bulerías.

Después del descanso esperaba otra reinvención con doble salto mortal. Así se ha presentado este año el pontanense Julián Estrada en su territorio fetiche. Con su espectáculo “Tributo al maestro” no sólo homenajea a su paisano Antonio Fernández “Fosforito”. Por si fuera poco emular a una de las leyendas vivas del cante, lo hace reinterpretando su obra. La trae a un terreno más personal con un cuadro de siete músicos más él, incluyendo un bajo eléctrico y una viola, además del baile de Rafael del Pino. Juntos, hacen que las malagueñas, las farrucas o las granaínas del maestro cobren nueva vida en la voz de su discípulo aventajado.

En la recta final quedaban dos artistas que confirman que el flamenco trasciende fronteras. Israel Fernández superó la distancia geográfica de su Corral de Almaguer natal, en Toledo. Escuchando a Camarón se acercó emocionalmente al cante y vino a Zambra siendo un niño. Ahora ha vuelto como una de las figuras más cotizadas, “con más pelo, pero con la misma humildad”. Su versatilidad no sólo le dio para exhibirse por tarantas, soleares o tangos, sino poniéndose a disposición del respetable para cantar lo que le pidieran, ya fueran las aclamadas bulerías o los fandangos de cierre.

El extremeño Miguel de Tena pondría el broche rubricando que esta edición ha roto fronteras de la forma más valiente posible. Sólo su arrojo explica que se atreviera a arrancarse cantando por Pepe Marchena, adaptando incluso su timbre de voz al del mito sevillano. Después satisfizo por soleares o tangos a un público con el que siente fidelidad mutua. Pasaban las cinco de la madrugada, con la luna coronando los tejados zambreños, cuando echó el cierre esta Noche Flamenca.

Probablemente ninguna de las más de mil quinientas personas que llenaban el recinto al aire libre se iría defraudado, ni por el cante ni por el toque de Miguel Ángel Cortés, Diego del Morao o Manuel Silveria. Ha sido, en efecto, como dirían los castizos, una edición “valiente por los cuatro costados”. No es raro. La valentía es una cualidad intrínseca del arte. Y en Zambra el arte del duende mana como el agua de su río.

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