Nuestra fortuna

Retomo mis reflexiones caleidoscópicas, después de algunos meses en la retaguardia, y lo hago albergando más vida que nunca. Precisamente en torno a esa palabra tan inmensa, única y efímera, giran estas líneas.
Repaso estos días la inmensa fortuna que atesoramos. Con nuestras limitaciones, con nuestros miedos, carencias y dificultades, amparamos el tesoro de vivir en una tierra en paz. Nos despertamos en una tierra libre, con derechos básicos cubiertos (aún con muchos más por los que trabajar) y sin guerras. Amanecemos en una vida en calma. ¿Cuánto vale eso? ¿Acaso tiene precio?
Sí. Reflexiono estos días sobre la gran riqueza que atesoramos y se me parte el alma en mil pedazos pensando en cuántas personas no volverán a despertar mañana porque el odio de algunos ha sido y es, en más ocasiones de la cuenta, más fuerte que el amor. Reflexiono y lloro amargamente. Y pienso que sí, que aún con todo, somos inmensamente afortunados.
Camerún, Etiopía, Mozambique, Irak, Sudán, Somalia, Afganistán, Sáhara, Siria, República Centroafricana, Yemen. Estos son sólo algunos de los países del mundo que comparten el pedestal del desconsuelo y del desamparo más descomunales, donde la más cruenta realidad se hace presente cada día, donde los muertos se cuentan por millares, cuyos desplazados transportan a sus espaldas decenas de años de dolor, violencia, sufrimiento y tragedia. Ciudades y pueblos donde hubo vida, ilusiones y esperanza pero que un día, algunos, motivados por el odio, las ansias de poder, las demandas identitarias o el control de los recursos, entre otros muchos motivos, decidieron que debían terminar.
En el corazón de todas esas personas también hubo alguna vez sueños que ansiaban ser cumplidos, deseos de soplar velas en un nuevo cumpleaños, aspiraciones hacia un futuro mejor, esperanzas de reencontrarse con sus seres queridos, de aprender, de trabajar, de mejorar, de despertar en otro mañana, de vivir.
¡Claro que somos afortunados! Con nuestras carencias, con nuestras complicaciones y con nuestros obstáculos hemos sido agraciados con la dicha de nacer en una parte del mundo donde la libertad forma parte de nuestra bandera. Y habrá mil motivos por los que pensemos que nuestros días se pintan de color gris pero seguro que encontramos mil y uno para colorearlos de rojo, verde, amarillo o azul. Porque poseemos eso, vida, y no existe nada más enorme en la faz de la tierra.
Precisamente por todo esto, debemos continuar. Quizás hoy no ves la luz, o ayer, o mañana. Tal vez sientas que esa preocupación que hoy copa tus horas es más fuerte que el deseo de caminar. Detente, piensa y valora, sobre todo esto último: Valora lo aquello que el dinero no compra. Que un mal día no borre la sonrisa de tu cara y que un enfado, una época más ajustada o una decepción no empañen tus días felices. ¿Acaso hay algo más increíble que vivir hasta el último día de nuestras vidas?

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