- El XXVI Festival de Ballet Clásico se confirma como una de las manifestaciones artísticas más brillantes de los Veranos Culturales de la Villa y una promoción extra de Rute
Galería XXVI Festival de Ballet Clásico
Cuando las madres, en su mayoría, inscriben a muchas niñas, también mayoría, en las clases de danza que se imparten en los Talleres Culturales Municipales, no sólo les están proponiendo “más que un entretenimiento”. A la vez, las están introduciendo en el mundo del arte a través de una disciplina exigente, sacrificada, pero cuyos frutos compensan. Fue la idea que lanzaron María Muriel y Carmen Gloria Bermúdez desde el escenario al público que abarrotaba el Teatro al Aire Libre “Alcalde Pedro Flores” en la calurosa noche del pasado sábado 24 de junio.
- La constancia ha permitido repuntar el número de inscripciones tras la pandemia y relanzar el festival gracias a una labor conjunta de equipo
Ellas dos han sido las encargadas de presentar el XXVI Festival de Ballet Clásico. Ellas dos entraron “con apenas tres añitos” en la Escuela de Música y Danza, antecedente de los actuales Talleres Culturales que promueve el Ayuntamiento. Y ellas dos simbolizan a tantas alumnas (los chicos asoman tímidamente la cabeza, tres este año) que han de dejar las clases, la escuela, su pasión, cuando se marchan de Rute a la Universidad, pero que no pierden su vínculo emocional con ese lugar que tanto las ha enriquecido.
Como recordaba al abrir la noche el alcalde David Ruiz, la apuesta municipal por este tipo de enseñanza complementa la formación de menores y jóvenes del pueblo. Además, la puesta de largo de este festival es un escaparate de lo que se hace desde Rute a nivel cultural. No se puede olvidar que, de forma total o en parte, el programa se ha representado en anteriores ediciones en otros municipios a lo largo del verano. El director de los talleres, Carlos Aguilera, confirmó que el recorrido del festival no acaba ahí, dejando así la puerta abierta a que se pueda ver en más sitios.
El repertorio completo lo conformaban 19 coreografías. Haciendo honor a su nombre, no podía faltar el ballet clásico, con piezas como “El lago de los cisnes” o la “Marcha Radetzky”. La profesora, Marina Moreno, las alterna con otras piezas de corte más contemporáneo, como “Chandelier”. Sabe que su joven alumnado las prefiere, sobre todo en los niveles de menos edad. Su cuidada combinación es sólo parte del equilibrio que hace grande a este festival. Es una labor coral en la que todas las partes suman: ella con sus clases, el alumnado con su disciplina, y la aportación extra de padres y madres, y gente de fuera que ayuda con el vestuario, el maquillaje o el decorado.
Gracias a ese sumatorio ha emergido la participación en las clases. Marina Moreno tomó el relevo como discípula aventajada de María del Mar Somé. Lo hizo en un momento tan difícil para embarcarse en esta aventura como el de la pandemia. De su maestra aprendió que el arte ha de ir de la mano la constancia hacia el camino del triunfo. Ese tesón la ha permitido remontar de las 35 alumnas de su primer curso como profesora al centenar de ahora.
Cuatro de ellas, Laura Porras, Laura Trujillo, Carolina Garrido y Clara Tejero, dejan los pasos de baile para seguir otros pasos muy diferentes, los que emprendieron las presentadoras no hace mucho. Se despidieron con “Survivor”, la única coreografía que mezclaba niveles, junto a compañeras del grupo medio, las que garantizan el relevo generacional. Dicen “hasta siempre”, con una mezcla de la sutil melancolía de “Shallow” en el saludo final y la alegría “Despechá” del baile integral del cierre. Se van de la escuela, pero se llevan consigo, en efecto, “más que un entretenimiento”, se llevan arte.