SOBRE LA VIDA. S.O.S AL SAS

Cuando vi ayer en la televisión las manifestaciones defendiendo la sanidad pública en varias ciudades andaluzas, corroboré lo que muchas personas ya me han ido diciendo en los últimos meses, algo que está ocurriendo a pasos agigantados y que me preocupa: la desmantelación de la sanidad que teníamos hasta ahora. Voy a hablar de la que conozco, y mi opinión, como siempre, no tiene por qué coincidir con aquellas que defienden otros, muy respetables.
Cuando acabé el periodo de médico residente, allá por 1999, conocí el paro durante varios meses. Entonces “sobraban” médicos de familia. Las condiciones de trabajo que ofrecían al principio podrían parecer ilegales (tal vez lo eran), pero tuve que cogerlas para no quedarme entonces sin trabajo, con una familia ya de tres miembros, que comían y además pagaban impuestos. Algunos contratos consistían en hacer innumerables guardias en el hospital además de horas en centros de salud por la tarde, es decir, una parte de la guardia en un sitio y otra en otro lugar. No teníamos derecho a vacaciones. Se nos decía que las vacaciones no podían ser pagadas y disfrutadas a la vez, pero nosotros nos dábamos cuenta de que no hacían ni lo uno ni lo otro. Tuve una neumonía, cogida en el hospital y no fui a trabajar en una semana, pero no tuve derecho a baja ni a cobrar nada, ya que mi contrato era sólo de guardias. Son cosas difíciles de creer, ¿verdad? Pues así fueron. Años antes un político del PSOE profirió que a los médicos los tenía que ver en alpargatas, y se salió con la suya. El sistema sanitario público funcionaba entonces bien para los pacientes y para otras categorías profesionales, pero mal para los médicos, como os he ejemplarizado. A mí me empujó a quedarme a trabajar en Andalucía mi apego al terruño, mi familia y mi aversión a trabajar lejos de mis raíces. Eso no le ató las posibilidades a algunos compañeros que vinieron después, no tantos como en ocasiones se dice, que optaron por irse a trabajar a otras comunidades autónomas (En Castilla la Mancha y en Murcia se ganaba casi un 30-40% más) o fuera de España. Por entonces no se convocaban oposiciones para dar seguridad a los médicos, fidelizar plazas o mejorar la conciliación entre la vida laboral y familiar, pensando que fustigándolos con contratos basura y coaccionándolos incluso de forma velada, los mantendrían atados en corto. Lo veíamos incluso en los servicios de contratación, incluyendo a varios trabajadores que reflejaban en su cara la satisfacción de ver que una categoría profesional como la del médico caía de una forma tan despreciable en el abandono, desconsideración e indefensión. No se pensó durante esta época que los médicos también cumplen años, y se jubilan. No se abrieron las universidades para atender las futuras necesidades de personal. No se planificó a largo plazo. Los distintos gobiernos centrales del PSOE y del PP no creyeron conveniente hacer un pacto de estado para tratar el tema, siendo prioritario como era. Y sigue sin hacerse. Algunas decisiones, como la de aumentar las plazas de estudiantes de medicina tienen que tomarse en las Cortes, a pesar de que la Sanidad está transferida a las comunidades autónomas, con una asignación presupuestaria por habitante, muy diferente para unas y otras, estando la nuestra en el furgón de cola. Todos los políticos que mandan defienden lo buena que es “su” sanidad pública, atacando lo mala que es cuando no ejercen el poder, pero siguen sin tener un plan de acción útil, veraz, certero y coherente al respecto.
Así hemos ido llegando poco a poco a la situación actual, en la cual faltan médicos, que es el problema, pero parece ser la solución de algunos, porque no han decidido antes qué hacer para evitarlo. Las propuestas imaginativas que ofrecen son que los que hay no se jubilen, evitar en lo posible que algunos se vayan de España mejorando mínimamente los sueldos, que trabajen más horas, y atraer la llegada de médicos extranjeros, sobre todo de países sudamericanos. Estos son los cuatro parches para ahora, pero no hay aún un plan para el futuro. Repito, no hay ningún proyecto para cuando se produzca dentro de escasos años la jubilación de muchos compañeros, lo que se ha sabido desde siempre. Ante eso podríamos pensar: ¿Por qué no se ha hecho nada? ¿Por qué sigue sin hacerse nada?
El SAS, nuestra sanidad pública andaluza, desde hace años gobernada por el PP, arrastra todos estos problemas y parece haber añadido otros más. Sabemos que la pandemia ha tensionado todos los soportes estructurales, pero además ha puesto de manifiesto las debilidades de nuestros sistemas sanitarios públicos. En ese momento, como en otros muchos, fueron los médicos de familia los que realizaron la labor más extensa, fueron los que más murieron y son los que más faltan. Se sigue invirtiendo más en hospitales que en centros de Atención Primaria, se desvían más plazas hacia los hospitales que a los centros de salud y las condiciones de trabajo de estos últimos se ven sobrepasadas. En el momento actual no se cumplen los anteriores plazos de primera consulta con el especialista hospitalario ni de espera quirúrgica. Y nos quedamos atónitos cuando se publicó hace varias semanas que se iban a destinar más de 700 millones a la sanidad privada, que no pertenece al SAS. Incluso se ha publicado que desde la privada se podrían pasar consultas de Atención Primaria. No sé cómo lo van a hacer sin médicos. Fácil es entender que si no se llama a los pacientes cuando los derivamos al hospital van a venir más veces a nosotros, ya que los síntomas empeoran mientras tanto, algunos de forma notoria. Esto ocasiona la tardanza también en las consultas de los médicos de familia, porque cada vez se nos exige resolver más problemas, de una población con patología crónica que no se cura pero que precisa atención frecuente. Me avergüenzo, trabajando como lo hago para la sanidad pública, de tener que recomendar cada vez a más personas, si pueden, que se hagan por lo privado algunas pruebas como TAC, resonancias o endoscopias ante la demora de las consultas hospitalarias públicas, ya que me considero todavía el consejero de su salud, y debo buscar su mejor atención, en lo posible.
Algo falla cuando son los propios pacientes los que tratan de hacerse seguros privados, pagados por ellos mismos, cuando pueden. Son cada vez más los que nos aportan pruebas, diagnósticos y tratamientos desde la medicina privada porque no se han llamado desde las consultas públicas o porque han decidido no esperar. A veces no se puede aguardar tanto, y no existen circuitos útiles, con honrosas excepciones, para agilizar las consultas, teniendo que recurrir a las urgencias hospitalarias, a las que se les impide normalmente el ingreso de las patologías que no son verdaderamente agudas.
Algo falla también cuando se les impide a muchos estudiantes andaluces poder conseguir entrar en la facultad de medicina poniendo un examen de selectividad (EBAU ahora) de matemáticas que suspenden muchos, cuando otras comunidades lo ponen mucho más fácil.
En resumen, tenemos una situación donde incluso nosotros recibimos las instrucciones de forma tardía, como una nebulosa poco definida, con muchas dudas, con actitudes cambiantes, con infinita parafernalia inútil en la práctica, con falso empoderamiento, con predicamento de bondades invisibles, con objetivos inalcanzables, con zancadillas variopintas al profesional, con una cantidad de trabajo inasumible y con planes de acción utópicos para el presente.
Para el normal ejercicio de la buena sanidad, para que se mantenga el sistema sanitario público de Andalucía, hacen falta recursos, hacen falta, en el momento actual, médicos, y se tiene que tener en cuenta, que además de vocación, necesitan descanso y un programa de trabajo y de formación organizado. Todo lo demás serán brindis al sol y no se resolverá nada. Y los brindis al sol, recordémoslo, acaban con las copas rotas, y el vino en el suelo.

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