La Hoz da la bienvenida al otoño con sus fiestas a la Virgen del Consuelo

  • La procesión de la imagen fue de nuevo el momento central de una serie de cultos y actos que suponen el reencuentro de mucha gente de Rute con sus raíces

La imagen de Nuestra Señora del Consuelo desfiló en procesión por todos los rincones de la aldea

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Rute tiene su propio paraíso perdido en La Hoz. Cada año, al llegar septiembre, la vista gira hacia esta aldea con motivo de sus fiestas en honor a Nuestra Señora del Consuelo. Este recóndito rincón junto al río del mismo nombre, en un entorno incomparable, se mantiene como vestigio del vergel que fueron las huertas del Pamplinar y la propia pedanía. Buena parte del territorio quedó sumergido en el tiempo bajo las aguas del Pantano de Iznájar. Con sus niveles bajo mínimos por la sequía, de su subsuelo emergen los ecos en forma de ruinas de un tiempo que no ha de volver.

Todo ese Edén de los mejores frutos de la comarca quedó limitado al reducido espacio de La Hoz. Mientras, quienes allí se habían criado tuvieron que emigrar, al casco urbano en el mejor de los casos, o, en el más doloroso, lejos, a otras tierras. La propia ermita refleja ese proceso. Reemplazó a la antigua, cuyos restos, junto a la extinta aldea del Pamplinar, forman parte de esa memoria sumergida que ahora flora conforma la tierra se resquebraja pidiendo agua al son de sus grietas.

  • Con un programa que combina lo religioso y lo lúdico, en torno a la Virgen se suceden experiencias de religiosidad, nostalgia y reencuentro

Por todas estas razones, La Hoz no es una aldea más de Rute. Tampoco lo son las fiestas de la Virgen del Consuelo. Representan el testimonio vivo de un lugar que se recuerda y se cuenta como idílico, que sobrevive al fantasma de la despoblación. Para hacerlo, se ha reinventado como segunda residencia de quienes un día se marcharon dejando atrás cortijos y huertas. Ahora regresan, ya mayores o bien de la mano de las nuevas generaciones, a un espacio rediseñado con chalets e invernaderos. Pero bajo los plásticos y las piscinas subyace una esencia que no arrasó la construcción del embalse.

Esa mezcla de nostalgia, recuerdos y reencuentro se da la mano cuando septiembre se despereza. Coincidiendo con sus incipientes latidos, se suceden los actos enmarcados en estas fiestas, del jueves previo al primer sábado del mes al domingo. Durante estos cuatro días ha acudido gente del casco urbano, de otros diseminados o del pueblo, que marcharon y vuelven ahora a dialogar con sus raíces. También se acercan quienes han estado de vacaciones y, tras tantas olas de calor, tienen ganas de otoño. Por más seco que esté el río La Hoz, su caudal refresca el ambiente y anticipa el final del verano.

En ese contexto, según las preferencias de cada cual, se han podido disfrutar los cultos y actos que combinaban lo religioso con lo lúdico y festivo. Todos son originales, ya sea el rezo del santo rosario, con música en vivo, o la cena de hermandad, que siempre se llena sin necesidad de ofrecer entradas. Entre las novedades, estuvo la carrera solidaria del sábado a mediodía, reeditada al cabo del tiempo, por las inmediaciones de la ermita, en ese paraje natural que regala a la vista estampas tan singulares como la de la garganta del río y su emblemático “Salsipuedes”. Uno de los participantes de aquella edición, siendo aún un niño, fue José María Villén, hermano mayor de este año, que apostó por reeditar la prueba.

Villén simboliza la fuerza que tiene la aldea, su entorno y sus fiestas, para quienes la conocieron en su esencia. Hijo del actual secretario de la cofradía, Adolfo Villén, mano derecha del presidente Perfecto Rodríguez, José María vive desde hace años en Granada, pero sigue llevando Rute y La Hoz dentro. Junto a la organización de la carrera, también el sábado ofreció la actuación del grupo Cubillas Rock Band, del que forma parte. El concierto se dio la mano con las carreras de cintas en bicicleta, otra tradición que conservan las aldeas como parte de su patrimonio generacional.

Como siempre, el momento central llegó horas después, al caer la noche, con la procesión de la Virgen del Consuelo. Con el acompañamiento de la Asociación Musical Maestro Quintana, de Cuevas de San Marcos, representantes públicos y del resto de hermandades y cofradías, y las típicas mantillas, la imagen recorrió todos los rincones de la aldea. Después de regresar a la ermita, comenzó una velada amenizada por el Trío Virtual y la primera parte de la subasta de la mesa de regalos. La subasta continuaría el domingo a mediodía, coincidiendo con una paella popular que puso fin a estas fiestas de reencuentro con una parte de la idiosincrasia ruteña.

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