Juan José Romero, natural de Rute, cumple un cuarto de siglo de exposiciones fotográficas

Artistas como el cantaor  Enrique Morente se han puesto frente al objetivo de Juan José Romero

Artistas como el cantaor Enrique Morente se han puesto frente al objetivo de Juan José Romero

A Juan José Romero lo que le apasionaba era la pintura. Sin embargo, tuvo que aceptar con resignación que su afición a los lienzos no casaba con sus habilidades con el pincel. Nacido en Rute en 1965, vivió en nuestro pueblo hasta que en edad universitaria marchó a la capital. Allí tomó conciencia de que si quería canalizar su vena artística tendría que buscar otro vehículo. Lo encontró en la fotografía, tal vez lo más cercano a la pintura. Y ahí sigue, un cuarto de siglo ya en la brecha. Para ser exactos, como se apresura a matizar, son 26 años los que lleva enfocando el objetivo y disparando. Se cumplen 25 desde que sus instantáneas comenzaron a verse en diversas exposiciones hasta sobrepasar las cincuenta, entre individuales y colectivas. Para celebrarlo, ha organizado una muestra retrospectiva de su obra en Belalcázar, localidad de donde es su mujer y donde reside desde 1989. No está todo lo que le hubiera gustado incluir, pero sí es un abanico lo bastante amplio desde sus inicios hasta sus últimas tendencias, orientadas “hacia la animación, la fotografía en movimiento”.

Durante este tiempo no ha renegado de ese cariño primigenio por la pintura. Sus fotografías van más allá de la mera instantánea. El resultado final tiene un amplio proceso creativo antes y después de captar la imagen. Antes, porque le gusta preparar lo que retrata. No es un fotógrafo que sale a la calle cámara en mano “a capturar imágenes”. Al contrario, cuando emprende una sesión ya lleva un tiempo “madurándola”, pensando lo que quiere hacer, buscando el lugar y la persona adecuada que sirva de modelo. Después, al completar el proceso creativo. Lo ha hecho desde primera hora, “cuando todo era analógico” y él mismo coloreaba a mano sus propias fotos.

De Rute (donde mantiene a los antiguos amigos y vuelve de vez en cuando con ellos) considera que hay exteriores muy interesantes para retratar. De hecho, los trabajó bastante en su día. Con los años, explica, se ha ido especializando en retratos de interior, “con luz artificial”. Sucedió a raíz de alejarse de la fotografía analógica para introducirse de lleno en el mundo digital, “mucho más productivo y creativo”. Por tanto, ese salto no le ha supuesto ningún contratiempo. En realidad, se trata de aprovechar los recursos de la tecnología. Eso sí, tiene claro que le gusta buscar los temas que retrata y preparar las fotografías minuciosamente. Por eso mismo, no suele abusar de los efectos digitales. Se limita a “quitar o dar color”. Lo resume comparando el papel del ordenador al de su antigua ampliadora.

La retrospectiva de Belalcázar le ha servido, entre otras cosas, para comprobar su propia evolución, las distintas etapas de su obra, “sobre todo repasando los negativos”. Con la perspectiva del tiempo, confiesa que ha sentido “vértigo” y un punto de tristeza al reencontrarse con amigos que ya no están, “personas que no vas a volver a ver”. Y es que siempre ha tomado como modelos a gente cercana o familiares, nunca a profesionales. A la vez, produce cierta alegría ver paso a paso toda esa trayectoria. En definitiva, concluye que el mes de preparación de la muestra le ha servido “para pensar” y tener “un momento de reflexión”.

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