Jessica Tejero se estrena en las pruebas ultra de montaña con una carrera de 75 kilómetros

  • La corredora del Club Hacho Trail fue además tercera de su categoría en la Ultra Trail Costa de Almería, donde corrió junto a su marido, Francisco José Barea

Jessica Tejero y su marido, Francisco José Barea, tras cumplir el objetivo y cruzar la meta

Jessica Tejero relata su preparación y participación en la Ultra Maratón Costa de Almería

La corredora ruteña Jessica Tejero ha cumplido un reto y un sueño deportivo. Su presencia en carreras de montaña no es nueva. Es más habitual verla ahí que en asfalto. Sin ir más lejos, ya había hecho podio como local en la CxM Rute. Sin embargo, aún no se había estrenado en pruebas ultra. Se denomina así a aquellas carreras de montaña o trails de más de 50 kilómetros. Hasta hace unos meses su mayor distancia eran 32. Ahora ha completado los 75 kilómetros que comprendía la Ultra Trail Costa de Almería, con mil ochocientos metros de desnivel acumulado.

  • Aunque no lo hubiera logrado, tiene claro que el esfuerzo había valido la pena por todo lo que le ha aportado

Al reto se sumaba el encanto del recorrido y su vinculación con esta tierra. Allí estudió y vivió durante la etapa universitaria, cuando “aún no corría”. El año pasado volvió con su marido, Francisco José Barea, cuando éste participó en la prueba. Entonces asistió como acompañante y apenas pudo ver parte de los parajes por donde discurría, “entre Agua Amarga y el Toyo”. Al terminar, Barea le dejó dos mensajes concluyentes: el primero era que ella también tenía que hacerla y el segundo, y más contundente, que estaba convencido de que podía. A fuerza de insistirle, Jessica acabó por creérselo.

A partir de ese momento, la corredora del Club Hacho Trail empezó un proceso en el que iban de la mano la preparación física y la mental, que han incluido el apoyo de un nutricionista. Debía compaginarlas con la casa y el trabajo, sin mucho tiempo, pero consciente de que si lo iba demorando a la larga podía ser más difícil aún. De forma específica, comenzó a enfocar todos los entrenamientos hacia la carrera a primeros de mayo. Cada semana iba sumando más kilómetros y pruebas de fuerza. Al cabo de dos meses, vio que su compromiso era “de verdad”, pero al mismo tiempo notó que por sí sola ya no podía mejorar más.

En ese momento, recurrió a un preparador que le ayudara a tener “economía de carrera” y superar sus carencias, haciendo series y acumulando fatiga. De forma paralela, las carreras que hacía estaban minuciosamente seleccionadas para que ayudaran a esa puesta a punto. Fueron los casos de la subida al Santuario de Araceli, con 8 kilómetros de subida continua, y en especial las 16 horas de subida al Mulhacén. Ahí, con sus 40 kilómetros, batió su marca anterior en cuanto a distancia y además “aprendió” a correr en soledad y que la mente no le jugara una mala pasada.

Tras siete meses de entrenamiento, al fin veía que podía lograrlo. No obstante, aunque no hubiera sido posible, tiene claro que ese esfuerzo había valido la pena por todo lo que le había aportado. Con esa tranquilidad, salieron el sábado 2 de diciembre desde Rute para hacer noche y estar listos al amanecer del domingo. Apenas si pudo conciliar el sueño y por los nervios a punto estuvo de dejarse atrás los geles reconstituyentes. Con todo, finalmente ella y su marido afrontaron juntos el reto, adaptando los respectivos ritmos, más fuerte el de él al principio, más “diésel” el de Jessica.

Sería entre el primer corte de control, situado en el kilómetro 33, y el segundo, en el 46, cuando tuvo claro que iba a lograrlo. El tope para terminar ese tramo, con una subida “bastante importante”, era de sólo una hora y media. La pareja llegó con 30 minutos de ventaja al primer corte, lo que les dejaba cierto margen para entrar en tiempo en el segundo. La mitad final de la carrera le resultó más llevadera e incluso desaparecieron las molestias que arrastraba en el tobillo, con un amago de tendinitis.

A estas alturas, la adrenalina se había “apoderado” de ella para olvidarse de los dolores y disfrutar. Sabía que en meta los esperaban sus hijos, su familia, quienes la habían apoyado. A la recompensa de terminar, se sumó un tercer puesto en su categoría como premio extra. Más allá del triunfo deportivo, la enseñanza que le deja este periplo es que a menudo “no somos conscientes de lo que somos capaces”. Se trata de tener constancia y eso es lo que le gustaría trasmitir a quien tenga dudas, en especial a las mujeres, porque asegura que en Rute más de una compañera debería intentarlo.

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