Granada conquista Zambra en su Noche Flamenca

  • Marina Heredia y Pedro El Granaíno brillan con luz propia en una edición donde estuvo muy presente el 25 aniversario de la muerte de Camarón de la Isla

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Como cada primer sábado de julio, Rute volvió a ser referente flamenco. En concreto, lo es la aldea de Zambra, corazón del cante. A punto de cumplirse las bodas de plata de su Peña Cultural Flamenca con el duende, su festival sigue siendo cita obligada, y el río Anzur lugar de peregrinación para el aficionado. Coincidiendo con la vigésimo cuarta Noche Flamenca, se cumplían 25 años de la muerte de Camarón de la Isla. El recuerdo al genio de San Fernando no sólo vino de manos de Manuel Curao, periodista, flamencólogo y presentador de la velada. También lo reivindicaron los artistas y en especial Pedro El Granaíno. Con él y con Marina Heredia se hizo presente la ciudad de la Alhambra, cuna de la danza flamenca con el mismo nombre de esta pedanía.

Como apuntó Curao, la velada es un viaje generacional, de la veteranía de “El Cabrero” a la pujanza de Amalia Andújar, y geográfico. No sólo recorre el territorio andaluz sino que, en el caso de Amalia, sale fuera. Como su paisano Miguel de Tena, la pacense reivindicó Extremadura como hermana artística de Andalucía. Amalia haría el primer guiño a Granada y al maestro Enrique Morente. Tras ella, llegaron dos nombres propios en Zambra: Julián Estrada (primera insignia de oro de la Peña) y José Domínguez “El Cabrero”. Se nota que la aldea es su segundo hogar. Se sienten a gusto, ya sea por soleares (a Domínguez le encanta empezar así) o con los fandangos marca de la casa.

“El Cabrero” anduvo “peleado”, a la vez que con el sistema y el poder, con el sonido y la técnica, pero a estas alturas basta con que suene “Luz de luna” para perdonárselo todo. El de Aznalcóllar acudió “huérfano” de Rafael Rodríguez, su guitarrista de los últimos años, ahora con David Palomar. Y es que no se puede pasar por alto la aportación de los maestros de las seis cuerdas. La personalidad la marcan las voces de Estrada o “El Cabrero”, pero sin el arte y el oficio de “los otros artistas” como Patrocinio Hijo, Manuel Silveria o José Quevedo “El Bola”, esta noche estaría “coja” y no sería igual.

Tres “debutantes” ocuparían la segunda parte. Marina Heredia no necesitó mucho para sentar cátedra por caña, malagueñas o seguiriyas, entre otras asignaturas que exigen nota y notas. Quizá su actuación fue corta, pero los mejores perfumes van en frascos pequeños, y la del Albayzín derramó sobre las tablas esencia pura. Por su parte, David Palomar, como buen gaditano, puso la chispa y fue de lo más jondo a la vorágine de las alegrías o las bulerías. Para concluir, Pedro El Granaíno no sólo homenajeó a Camarón con palabras sino con hechos, como el arranque del “Potro de rabia y miel”. De San Fernando a su Granada, cantando por su paisano Morente; y por medio, un repertorio de soleares, seguiriyas y tangos que le llevaron a doctorarse en Zambra. Artistas como él o Marina y la Noche Flamenca se necesitan mutuamente. Por eso, se espera que vuelvan.

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