El compromiso social se funde con el colorido de las coreografías en el XVI Festival de Ballet de Rute

La coreografía final, basada en “Avatar”,  integraba a 34 personas de tres niveles distintos

La coreografía final, basada en “Avatar”, integraba a 34 personas de tres niveles distintos

La Escuela Municipal de Música y Danza de Rute también ha echado el cierre al último curso académico. Atrás quedaban las audiciones previas de los distintos niveles instrumentales. El colofón, como de costumbre, se reservó para el primer sábado de julio, con el XVI Festival de Ballet. Baja, pues, el telón en las clases para a la vez abrirse al público en el teatro al aire libre Alcalde Pedro Flores y mostrar todo (o parte, según se mire) de lo aprendido durante un año. Y como era de esperar y sucede siempre en estos eventos, el teatro estaba a rebosar. La concejala María Dolores Peláez reiteró que con las actuaciones locales es “con lo que la gente más se vuelca”. No es sólo una cuestión de paisanaje, sino que son “sabedores de la calidad de estos festivales”. No han defraudado, desde luego, las expectativas, ni otros años ni éste. De ahí que Peláez considere “un orgullo” contar con estos artistas en Rute. Por algo los reclaman en otros pueblos para que este alumnado vaya a representar sus coreografías.

Casi la mitad de los doscientos jóvenes de Rute y las aldeas que han pasado este año por la Escuela lo han hecho a través de la danza. La profesora María del Mar Somé confirmó que este espectáculo es más bien sólo una parte de las clases. Detrás del colorido que encierra el festival hay “mucho sacrificio”: del alumnado, de ella misma y, por supuesto, de familiares que hasta última echan una mano con el vestuario. Exhibir las coreografías no se limita a mostrar unos pasos de baile sincronizados. También implica levantar toda una escenografía donde la labor de personas como Miguel Ángel Borrego resulta fundamental. Es una suma de colaboraciones, incluidas las de la Academia de Baile y Danza y la Formación Paradise, de Lucena, que la profesora ha sabido ganarse y no duda en agradecer.

Otro rasgo distintivo desde que Somé asumió la dirección es que lo presenten antiguas alumnas. Para estas chicas que han dejado la Escuela al marcharse de Rute a la Universidad, supone un reconocimiento público a lo que su profesora les ha enseñado. En esta ocasión, han ejercido ese papel Ana María Burgueño y Sara Molina. Más que un recorrido histórico por la Escuela, su intervención fue una reivindicación de lo que enriquece este otro aprendizaje, complementario al de los centros educativos. Y es que si algo ha demostrado María del Mar es que a través del baile se puede enseñar, además de la mera pasión por la danza, otros valores.

Son valores que van más allá de la disciplina, la recompensa al esfuerzo o el trabajo en equipo. Y esta vez la profesora ha dado una pirueta más. Como si de un paso de baile se tratara, ha introducido en su repertorio un escorzo hacia lo social, hacia el compromiso con temas como la droga o el maltrato a la mujer. Y lo ha hecho con valentía, sin complejos, bordeando el erotismo, cuando no la violencia visual. Si alguien duda de que cada número musical cuenta una pequeña historia con su propio hilo argumental, ahora tendrá un poco más claro que es así. No es que en las 21 coreografías representadas faltara la diversión. En realidad, unos temas y otros se acompasan con armonía, como ocurre con los números de ballet clásico y contemporáneo. Se suceden con naturalidad, formando parte indivisible del espectáculo total de la danza. Nada más y nada menos.

Dentro de la alternancia de estilos y sensaciones que iban del vigor del “Agente 007” (con sonido de Misión Imposible) al lirismo del “Concierto de Aranjuez”, para el final se reservó lo mejor: lo más festivo, lo más alegre, pero sobre todo lo más difícil. Si complicado resulta enseñar a moverse y coordinarse, más complejidad (y riesgo) entraña combinar varios niveles en un mismo número. En el que cerraba esta edición se mezclaron tres. Un total de 34 personas recrearon en el escenario la película “Avatar”. Fue la última coreografía de la noche, aunque no el broche del festival. Tras los reconocimientos finales, comenzó a sonar el popular “Ai se eu te pego”. Es el guiño de cada año para que el público se levante de sus asientos y se sume al baile. La mayoría se levantan, sí, pero más que para bailar, lo hacen para aplaudir, para reconocer y agradecer la suerte de contar en Rute con espectáculos artísticos de este calibre.

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