Un nuevo paradigma educativo: ¿Será artificial la nueva inteligencia?

En los últimos años, hemos sido testigos de una revolución tecnológica que ha permeado todos los aspectos de nuestras vidas, siendo uno de sus fenómenos más notables la proliferación de las inteligencias artificiales. En particular, el chat GPT — de las siglas Generative Pre-trained Transformer— se ha destacado como un representante destacado de esta nueva oleada tecnológica. Sin embargo, mientras celebramos los avances que estas inteligencias artificiales ofrecen, debería ser necesario examinar de manera crítica sus posibles implicaciones en el ámbito educativo, especialmente en lo que respecta a la pérdida de conocimientos fundamentales por parte del alumnado y la manera en que están cambiando ya de forma radical las dinámicas de realizar trabajos en casa.

Estas inteligencias artificiales, con su capacidad para procesar grandes cantidades de información y generar respuestas coherentes a partir de preguntas o comandos de los usuarios —de ahí también su nombre—, inicialmente se presentaron como asistentes virtuales para tareas tan cotidianas como listas de la compra, trabajos sobre un tema determinado o redacciones de cualquier tipo. No obstante, su evolución ha permitido que asuman tareas más complejas, incluida la generación de contenido de lo más variado, el creativo incluido: guiones, cuentos, poemas… aunque la calidad de estos últimos es un poco más cuestionable por el momento.

Francamente, en el ámbito educativo todo esto plantea un cambio de paradigma a muy corto plazo. Los profesores nos encontramos ante el desafío de adaptarnos e integrar estas inteligencias artificiales en nuestras prácticas pedagógicas. Con todo, se vislumbra un futuro donde los chat GPT pueden servir como un complemento valioso en las clases, respondiendo consultas o dudas de los estudiantes en tiempo real y facilitando la creación de materiales educativos personalizados.

Sin embargo, como entenderán, este avance no está exento de desafíos. La facilidad de acceso a respuestas instantáneas podría llevar a una pérdida significativa de conocimientos básicos por parte del alumnado, ya que la dependencia de respuestas automáticas podría suplantar la necesidad de una comprensión profunda de cualquier tema. Además, la manera en que Chat GPT está transformando la realización de trabajos en casa plantea interrogantes sobre el esfuerzo y la participación activa de los estudiantes en sus propios aprendizajes.

Entonces, ¿quiere decir esto que volveremos al lápiz y al papel? En el contexto de una educación cada vez más digitalizada, esta pregunta cobra relevancia. La automatización de tareas educativas, incluida la elaboración de trabajos en casa, podría generar inquietudes sobre la autenticidad del esfuerzo y la participación de los estudiantes. ¿Estamos dirigiéndonos hacia una era donde las tareas son completadas sin esfuerzo por inteligencias artificiales en lugar de por el propio alumnado?

Ante estos desafíos, la educación en inteligencia artificial se convierte en un pilar de notable relevancia. No solo se trata de enseñar a utilizar estas herramientas de manera crítica y ética, sino también de fomentar un uso equilibrado que no comprometa la formación integral de los estudiantes. En este camino hacia la integración práctica de las inteligencias artificiales en la educación, es crucial que reflexionemos sobre la relación entre tecnología y aprendizaje, asegurándonos de que estos avances contribuyan de manera positiva al desarrollo de las generaciones futuras.

Pero, ¿quién enseña al profesorado a enseñar? ¿Qué sí y qué no debería considerarse un buen uso de las nuevas tecnologías? Los interrogantes son muchos, por supuesto, pero muchos más cuando es uno mismo quien abre el ordenador, se dispone a escribir un artículo como este y se lo solicita a Chat GPT. Solo con tres puntualizaciones, la inteligencia artificial redactó las líneas superiores a este párrafo en varios segundos sin esfuerzo alguno. Si hasta podría pedírsele que tomase las coletillas y las estructuras sintácticas propias de tal o cual escritor o escritora, imagínense si podríamos pedirle que redactase como un alumno de secundaria.

Siento de veras la tomadura de pelo que supone en cierto modo este artículo, pero la verdad es que llevaba tiempo rondándome la cabeza aplicar esta herramienta como hoy en día lo hace mi alumnado. En algunos casos, algunos reconocen haber abandonado ya otros instrumentos como el todopoderoso Google en favor de Chat GPT. La usan a diario para todo, incluidas esas tareas de clase donde el profesor marca por puntos el índice de un trabajo escrito y la máquina lo asume y completa de inmediato. Por supuesto, el control de las mismas se somete a una revisión por parte del profesorado, al menos en mi caso, pero en muchas ocasiones resulta casi imposible. Entonces, ¿tenemos los profesores y profesoras herramientas contra esto? ¿Deberíamos volver, como decía la propia inteligencia, al lápiz y al papel para efectuar dichos trabajos? ¿Deberíamos fundamentar la enseñanza en pilares básicos de conocimiento que deberían trascender por encima de las eras tecnológicas que vendrán? ¿Debe la educación adaptarse y sumarse al cambio? ¿Con qué medios cuenta el profesorado para la revisión de las tareas? ¿Qué opina la misma administración que, en pleno 2024, ha tomado como única medida la prohibición de móviles en las aulas? ¿Puede la inteligencia artificial suplantar en algún momento y en cierta forma a la inteligencia humana? ¿Deberíamos seguir alimentando y entrenando desde cada hogar a Chat GPT? ¿Qué peligros reales existen, que hasta expertos en la materia han pedido que se corte el acceso a la información a la máquina?

No puedo responderles a tan trascendentales preguntas. Pero lo cierto es que el profesorado tiene la cuestión ya entre las manos y no como meras charlas de pasillo, sino como una realidad a la que la legislación todavía no puede poner puertas. Así que, llegados a este punto, debemos volver a la idea aquella que ya planteaba Umberto Eco en Apocalípticos e integrados: donde los primeros ven a los medios como destructores de la cultura tradicional y portadores de caos; y los segundos los abrazan como instrumentos de progreso y adaptación cultural. En todo caso, y disculpada ya la broma, déjenme decirles que conocer el terreno en que nos move(re)mos será vital, desde luego, para tomar partido ante un nuevo paradigma.

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