CAMPANAS DE BELÉN Y EL DIFÍCIL RENACER ANTE EL DOLOR DE LOS DEMÁS

No se escuchan contentas ni tranquilas este año. Su tañido llora a los hijos que se fueron, víctimas de una locura que no provocaron ellos, como siempre. Doblan las campanas este año, desgarradas por una sangre inocente que se repite en Tierra Santa, en un momento que debería ser de alegría por la conmemoración de un gran Nacimiento. Se escucha el clamor, ese sonido que nos recuerda a los difuntos, a los caídos, a los que ya no volverán, pero matados esta vez.
Para entender lo que ocurre en 2023, habría que documentarse y analizar la historia. Muchos creerán aún que el conflicto obedece sobre todo a connotaciones religiosas, ya que, en la zona, Jerusalén se convierte en la ciudad sagrada de las tres religiones monoteístas, cuna del cristianismo para los cristianos, tierra prometida para los judíos y lugar desde el que Mahoma ascendió a los cielos para los musulmanes. Pero como la mayoría de las veces, las causas últimas son de origen político y geoestratégico, cuando no económico. Hay que recordar que los judíos fueron expulsados de los reinos de Inglaterra (1290), Francia (1394) y España (1492). Frente al antisemitismo atávico, comenzó a nacer un movimiento sionista a finales del siglo XIX en Europa, liderado por Theodor Herzl, abogando por el establecimiento de un estado judío en Palestina, tras descartar otros lugares, teniendo en cuenta, esta vez sí, la ubicación de la tierra prometida a Abraham y sus descendientes. Hubo un hecho importante que comenzó al principio del siglo XX, los aliot, o migraciones judías hacia Palestina desde otros países, empezando desde el este de Europa, principalmente de Rusia, fomentándose después por el apoyo británico tras la primera guerra mundial y engrosándose tras la llegada de los nazis al poder en 1933. Todo lo anterior creó serias revueltas de la población árabe, que era la que habitaba la zona antes de estas migraciones. En 1947, la joven ONU establecía la “solución de los dos Estados”, también llamada Resolución 181, y optó por dividir Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, con un régimen internacional especial para Jerusalén. El 14 de mayo de 1948, Israel declaró su independencia y ese mismo día, los países árabes vecinos atacaron el nuevo Estado judío y dio comienzo la primera de las guerras árabe- israelí. El 15 de mayo, un día después, el imperio británico declaró la expiración del mandato y se retiró oficialmente de Palestina. Esta primera guerra, llamada de Liberación para los israelíes y Nakba (“tragedia”) para los palestinos, acabó con la victoria de los primeros y condujo al desplazamiento de más de 700.000 refugiados palestinos hacia las zonas que le fueron concedidas (la franja de Gaza y Cisjordania) y hacia otros países árabes como Siria y Líbano. Todo lo anterior plantó la semilla de un conflicto que se perpetúa, con varias guerras posteriores, a pesar de los múltiples intentos por conseguir la paz.
Tras el reciente ataque de Hamás a Israel se han sucedido los comentarios polarizados ante la nueva guerra. En un mundo civilizado, no se consiente el asesinato premeditado de la población civil por una organización terrorista, y en el mismo mundo civilizado, no se debería consentir el asesinato premeditado de la población civil por un estado atacado, como venganza. Si bien la forma cobarde en que se conduce Hamás, escudándose sobre su misma población y arrojándola a los infiernos y tomando rehenes es abominable, tenemos que admitir desde la imparcialidad que no se puede tolerar que un país desarrollado aniquile parte de la población de otro país que no tiene culpa. Hay muchos ataúdes blancos ahora. Otro hecho indiscutible es el interés (y la financiación, estimulación y presión) de Irán, primer defensor de los musulmanes, para que Hamás cometiese la masacre que todos conocemos. El nuevo foco de atención internacional puede favorecer también los intereses de Putin, desviando un poco las primeras páginas de los periódicos hacia Oriente Medio y debilitando la popularidad del capitalismo y de Occidente. Se esconden obviamente los intereses de siempre en un nuevo intento de echar al intruso, o como bien saben, de desprestigiarlo. Por otra parte, hay naciones que claramente apoyan a alguno de los países envueltos en la conflagración. Una guerra siempre es un negocio para los que la originan, habitualmente viejos que no mueren en ella, a la vez que mata a la verdad desde el origen, como se ha dicho repetidamente.
Todos tenemos una opinión personal sobre esta guerra. Yo solo he intentado aportar datos para comprender algo la misma y que no nos dejemos llevar solamente por la pasión inmediata o por la ideología, ya que acogerse o acercarse a ésta última es un frecuente camino hacia el error y a un análisis parcial de los acontecimientos.
Los países occidentales, Europa, y también España y sus lugares, se asoman desde lejos al sonido fúnebre de las campanas de Belén este año, mientras impávidos, pero móvil en mano, se acercan a las luces que la lujuria navideña ocasiona, como gregarios consumidores convencidos hacia un redil hedonista lleno de contradicciones, desafección y sufrimiento minimizados desde el anonimato, aceptando unos precios prohibitivos y una política caótica y nihilista, negando la evidente decadencia y refugiándose en una aparente alegría desbocada, enmascarada en una superficialidad creciente, ofreciendo como suaves pellizcos de monja su preocupación por el dolor de los demás, y traduciendo la hipocresía de una sociedad con la educación perdida…
Tañidos rasgados suenan en una arena vesánica y lejana.

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