Ana Sánchez Rabasco recrea toda una vida en el barrio de San Pedro

  • La exaltadora muestra un profundo fervor hacia las imágenes del Abuelito y la Soledad de Nuestra Señora, quienes les han acompañado siempre

La exaltación de Humildad y Soledad es una de las citas más consolidadas de nuestra Semana Santa. Es un acto que organiza la hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y la Soledad de Nuestra Señora, en la antesala de la semana de Pasión. En su vigésimo sexta edición, la exaltación ha corrido a cargo de Ana Sánchez Rabasco, siendo su hermano Rafael, el encargado de presentarla. El acto tuvo lugar el pasado sábado, día 16, en la ermita de San Pedro y estuvo conducido por el presidente de la hermandad, Pedro De la Rosa Piedra.

“Vengo ante ti Padre con un nudo en la garganta”, comenzaba diciendo la exaltadora. Durante la primera parte de su intervención habló de Rute, de su barrio de San Pedro, del llanete de la ermita. También dio las gracias a su hermano por la presentación y recordó cuando lo vio, por primera vez, en brazos de su madre en la calle Lucena, así como las risas, confidencias y vivencias compartidas desde ese instante, junto a las sagradas imágenes. De hecho, Ana y Rafael fueron hermanos mayores de la hermandad el año pasado.

  • Tras la exaltación a los hermanos mayores se les impuso la insignia de la cofradía

Ana Sánchez recordó los momentos frente a la rejilla de la gran puerta de madera de la iglesia, donde tantas veces ha rezado o ha hecho alguna petición a las imágenes titulares; o esos escalofríos que sintió cuando subió los dieciocho escalones que la llevaron por primera vez junto a la imagen del Abuelito. De eso hace veinticinco años. Entonces se unió formalmente la hermandad y en esa época, que no olvida, asumió las labores de vice-mayordomo.

Por todo ello, Sánchez dijo querer disfrutar de cada instante de su alocución. También rememoró las verbenas celebradas en la calle Andalucía, las cruces de mayo o ese “puerta a puerta” por el barrio para recaudar fondos para la cofradía. Notablemente emocionada, se dirigió al Abuelito, a quien tantas veces, según confesó, ha pedido por su padre terrenal. Asimismo, no quiso olvidarse de las muchas de las personas ligadas a la hermandad que ya no están presentes.

Por supuesto, habló de Jueves Santo, del olor a incienso, del caminar del Abuelito por las calles convertido en “luz y guía”, del acompañamiento silencioso y doloroso de la Virgen, de su amor y el amor de todo un pueblo a estas veneradas imágenes. Sin duda, fue un exaltación emotiva, pausada y guiada por la interpretación musical de Juana Herrero, al piano, y Macarena Herrero, al violín. El acto concluyó con la colocación de la insignia de la cofradía a los hermanos mayores del Abuelito y la Soledad de Nuestra Señora, y el reconocimiento a todos y cada uno de sus hermanos de varal.

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