A quienes vuelven a Rute en vacaciones.
A quienes ya no volverán más porque en paz descansan.
“El cielo inmóvil tiene su razón, lo sé,
pero la razón que hay en nosotros
existirá aún cuando este cielo
haya sido borrado por el viento y el frío.”
Antonio Gamoneda
Han vuelto a llegar las fiestas y este agosto te recuerda a otros que la memoria guarda desordenados por el paso del tiempo. Sigue pareciéndose a los veranos de siempre, aunque con menos gente en la novena, con más ausencias horadando el alma, y aún, milagrosamente, con la ilusión sostenida por la gente que quieres y te quiere y por las cosas que te gustan de esta vida.
Te pilla agosto haciendo frente a otra ola de calor, tratando de disfrutar de unos días de descanso antes de que vuelva la actividad habitual, con su ritmo frenético, con ese andar posponiendo todo lo que se quisiera hacer y no se puede por falta de tiempo o porque las circunstancias lo impiden.
Las noticias hablan estos días de la dificultad de formar gobierno. El panorama es poco halagüeño. Y, por desgracia, no cesa tampoco en verano la violencia contra las mujeres. Pero agosto, por suerte, mientras llega septiembre, es también remanso, es descanso, como una ensoñación, como un paréntesis en el trajín del resto del año. Agosto es el calor sofocante, el tiempo detenido que, a la vez, pasa volando, mucho más deprisa que cuando se está trabajando. Es el reencuentro con gente que solo vemos en verano. (Mucho ha de latir el corazón hasta verse de nuevo). Agosto es la vuelta a las raíces, a comer tomates que saben a tomate de verdad. Es el deseo de disecar momentos para que no pasen del todo y el de que se repita cada agosto lo mejor del verano.
Y en Rute agosto sigue siendo el mes de las fiestas de la Virgen del Carmen – hermosa a más no poder – y el de la feria. Rute vibra en agosto. Al pueblo vuelve gente que se fue buscando un porvenir mejor y que, a falta de hotel, intenta alojarse en algún alojamiento turístico o en casas de familiares. Rute sigue necesitando un hotel, un hostal o lo que sea y demanda más cuidado de las zonas comunes. Basta asomarse al parque y ver sus bancos para saberlo. La mejora de lo que es de todos debería ser la prioridad.
Son días de fiesta, de celebrar que estamos vivos y bien; también de tener presentes a quienes no están para fiestas porque la vida les ha asestado algún golpe inesperado o porque han inaugurado ausencias de por vida. Las fiestas vuelven fieles a sí mismas, con algunas modificaciones, con los inevitables cambios que impone el tiempo, y causan el mismo efecto que un olor o un sabor que nos devuelve a lo ya vivido: tienen la capacidad de retrotraernos a otros agostos, sin por ello dejar de disfrutar de este, del momento, de este aquí y de este ahora único.
Pasará fugaz este agosto, como pasa todo, pero habrá cosas que no borrará el viento ni el frío del invierno. Los humanos – como escribió Irene Sánchez Carrón – estamos “sin duda acostumbrados/a que todo termine.” Eso nos hace entregarnos de lleno al presente, sabiendo que se irá con prisa y sin cuentas de volver. Urge vivir, más aún, si cabe, en agosto porque habrá que esperar once meses para que vuelva la quietud de este mes, sus amaneceres sin despertador, su bendita calma. Urge en agosto, y siempre, no posponer el goce, no dejar para mañana lo que se pueda disfrutar hoy. Ahora es el día y la hora, ahora el mejor momento para hacer lo que se quiera y se pueda, y pasarlo bien sin demorar lo deseado. Que la vida no admite prórrogas ni aplazamientos. Fluye y se pasa como quien no quiere la cosa, en una sucesión de días que corren sin detenerse. Por eso es preciso agarrarse a la vida como a un clavo ardiente de sueños que aún piden ser cumplidos, como a la barra de un autobús que no pasa dos veces. Aferrarse a la vida, volcarse en sus horas, darse a cada paso. Y, ya que no podemos detener el calendario, tratar de aprovecharlo y levantarnos a diario, pase lo que pase, como diciéndole a la vida que aquí estamos, a pesar de los pesares, hechos de agostos felices, ilusionados, dispuestos a encarar lo que venga de la mejor manera, aunque falte mucho para que el próximo agosto vuelva y a ratos quisiéramos que el reloj anduviera más lento en vacaciones o se detuviera. Sea como sea, el caso es que es agosto todavía y estamos en fiestas y toca disfrutarlas todo lo que se pueda. Así sea.