Otra Semana Santa

A la memoria de Francisco Macías,

                                                                                                todo un ejemplo de superación constante.

  A quienes se perderán esta Semana Santa…    

                                                                                                y a quienes hacen posible

 que los pasos salgan a la calle.

 

Llega con cambios anunciados. La procesión de la Soledad se traslada al Sábado de Gloria, en un intento de revitalizarla. Ya solo en la memoria podremos verla salir del cementerio el Viernes Santo a las doce de la noche, en silencio, con las luces apagadas, la luna llena en el cielo y un fascinante halo de misterio, ya solo recuerdo…
La Semana Santa ha caído muy tarde este año, mediado abril. Cabe preguntarse si tiene sentido volver a ver, una vez más, lo visto tantas veces. En la medida en que nos sigan atrayendo las procesiones, tiene todo el sentido que vayamos a verlas. Quizás no haya muchas sorpresas. Tampoco las buscamos demasiado. Basta saber que, llegado el día y la hora, volverá a salir la Borriquita, la Vera Cruz, el Cristo de la Misericordia, el Señor de la Rosa, el Abuelito, y el Nazareno, el Cristo de Serrato y el Santo Entierro el Viernes Santo. Y este año esperamos la novedad de ver la Soledad a media tarde del Sábado Santo y, al llegar el domingo, de nuevo, imponente por las calles de Rute, el Resucitado.
Se nos superponen los recuerdos… Semanas Santas con frío, con lluvia y con sol. De todo hubo. De todo ha de seguir habiendo. Y, en las primeras que recordamos, nos vemos siempre estrenando ropa el Domingo de Ramos para conjurar el peligro de que, como en el dicho popular, de no hacerlo, se nos cayeran las manos…
La Semana Santa, como todo lo que se repite periódicamente, nos causa vértigo de vivir. Asombra ver lo pronto que pasan los años antes de colocarse a la espalda. Seguramente, llegará el día en que los pies no aguanten esperas para ver pasar la procesión o no haya ganas de asistir a lo que antes nos entusiasmaba. Entretanto, es bueno salir a la calle a empaparse del olor a incienso y a primavera que hay en el aire. En el fondo, es contemplar el misterio de la vida misma llevada a hombros de costaleros meciendo los pasos. La vida, sí, con sus triunfantes entradas a Jerusalén, su variada colección de judas y cálices amargos, sus días de pasión y gloria y sus resurrecciones cotidianas. La vida, clavada en las cruces diarias y, también, a veces, como una alfombra de lirios o claveles sobre los que el paso de los días se alza.

La Semana Santa es, indiscutiblemente, una de las tradiciones más arraigadas. Y no es solo algo con trasfondo y esencia religiosa. Es todo lo que rodea a esos días: es la primavera que se impone rotunda, la luna llena del Jueves Santo desalojando tinieblas; son las albóndigas de boquerones o de atún, la ensaladilla y el bacalao; los pestiños, los roscos fritos y las empanadillas de cabello de ángel o de garbanzos; y, ¡cómo no!, la copita de aguardiente acompañándolos. ¡Que no falte!
Los pies se nos van detrás de las procesiones, mientras suenan las marchas que tocan las bandas, ya sea la estupenda del “Santo Ángel Custodio” o la magnífica Banda Municipal de Rute. Es una suerte poder vivir otra Semana Santa. No hay que planificar demasiado. Es suficiente dejarse llevar por todo lo que trae consigo: olores, música, sabores… Y apostarnos a la puerta de la iglesia como si viéramos salir las procesiones por vez primera, aunque llevemos toda la vida viéndolas. Volver, mientras las vemos, a otros años, que ya son solo fotos en el móvil o en un álbum guardadas… Y emocionarse, y celebrar que ha vuelto a llegar la primavera. Sentir el corazón latiendo fuerte, la sangre acelerándose en las venas. Saber que estamos donde queremos estar. Gozar de los días, cada vez más largos…, y echarse a la calle, mezclarse entre la gente y ver las procesiones pasar a nuestro lado. Saberse vivos, vivos aún y, pese a todo, esperanzados, porque hay sueños que no se dejan sepultar y aprovechan cualquier recodo del calendario para abrirse paso y resucitarnos.
La Semana Santa está aquí y todo lo demás puede esperar. Urgente es vivirla y sentirla. Que la de este año no va a repetirse. Será única, como lo fueron las anteriores. Ahora toca vivirla con los sentidos alerta y el alma abierta a todo lo bueno que con la Semana Santa venga. Ya falta muy poco para que suenen las primeras cornetas. El corazón lo sabe y, sin disimulo, se alegra. Pronto sus deseos más hondos llegarán al cielo en una saeta. Es la Semana Santa, que llega. Es la primavera, que vuelve a traérnosla. ¡Disfrutémosla!

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