Las Fiestas de la Vera Cruz visten mayo de color y anuncian la eclosión de la primavera en Rute

Tras el concurso de cruces, donde el Grupo Joven de la Vera  Cruz se ha alzado con el primer premio, y las actividades para los más pequeños  celebradas durante el sábado, el momento cumbre de estas fiestas llegó con la  procesión de por la noche

Tras el concurso de cruces, donde el Grupo Joven de la Vera Cruz se ha alzado con el primer premio, y las actividades para los más pequeños celebradas durante el sábado, el momento cumbre de estas fiestas llegó con la procesión de por la noche

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Después de dos años en que la lluvia había marcado el calendario, mayo se ha estrenado en Rute con colorido en los días grandes de las Fiestas de la Vera Cruz. Ha sido un fin de semana intenso, donde se ha reeditado esa combinación en los actos programados por la cofradía que hacen tan especiales estas fiestas. Se parte de una celebración religiosa, sí, la exaltación de la Santa Cruz. Pero se da la mano con lo cultural, lo lúdico y hasta los valores deportivos y solidarios. A todo ello se suma un intangible, que cuesta trabajo medir o incluso explicar, pero que está en el inconsciente de todos. Son esas tradiciones autóctonas que han pasado de padres a hijos, que éstos recogen y sostienen, tal vez sin ser conscientes aún de ello, como portadores de parte de las señas de identidad de un pueblo. Los pequeños las disfrutan con la ilusión de la novedad y la sorpresa. Por su parte, los adultos reviven cuando ellos las protagonizaron y cuentan a través de sus caras que se sienten rejuvenecer.

El Barrio de la Vera Cruz se engalana para recrear un escenario a la altura de tales celebraciones, con ese punto entrañable, y para ejercer de anfitrión. Porque se dice que son éstas unas fiestas de barrio. Y la afirmación sólo es cierta si se entiende que todos los actos se concentran en una zona más o menos concreta de Rute. Pero no falta quien se acerque desde cualquier parte del pueblo para respirar el aroma diferente de estas fechas. Como telón de fondo, el triunfo de la primavera, que, esta vez sí, ha mostrado su lado más colorido para dar sentido a las fiestas. No ha faltado algún susto, una gota de agua aislada en la noche del viernes 3, durante el concurso de cruces, que ni siquiera llegó a alcanzar la categoría de chubasco.

Tal vez sea el concurso de cruces la primera señal evidente de esa eclosión del color, tras el recogimiento que significa la Semana Santa. Ni a los más supersticiosos les importará que el total de inscripciones haya sido de trece, si ello supone una más que el año pasado. Las cruces de mayo constituyen una de esas señas de identidad, porque, más allá de la simbología religiosa que representa el madero, son un retrato de los patios andaluces, cordobeses y granadinos fundamentalmente. Se antojaría difícil imaginar esta tradición fuera de nuestra tierra, fuera de la decoración de flores, macetas, fuentes y demás que conforman nuestro imaginario de patios y jardines.

De ello se han hecho eco todas las participantes, tal vez con más énfasis, si cabe, las distinguidas por el jurado. En categoría adulta, del primer al cuarto premio, han sido la del Grupo Joven de la cofradía de la Vera Cruz, la de la archicofradía del Carmen, la de la Residencia de Ancianos Juan Crisóstomo Mangas y la de Arapades. En categoría infantil, el primer premio ha correspondido a la ubicada al final de la calle Granada, frente al Bar Jardín, y el segundo a la que había en un rincón tan pintoresco como el Callejón de Los Pámpanas. En ambos casos, habían sido elaboradas por grupos de niños de las respectivas zonas.

Tras el concurso de cruces, la jornada del sábado siguió con propuestas orientadas para los más pequeños. Por quinto año se reeditó una iniciativa que va más lejos del deporte. El objetivo de la Carrera Solidaria es, por un lado, inculcar ambos valores entre los más pequeños. Además, este propósito conlleva la ayuda al proyecto anual de Manos Unidas. Puesto que son diversos los frentes que se cubre, también es normal que sean varios los colectivos de Rute que colaboran. Entre ellos ha vuelto a estar un año más el Grupo Senderista, presente en las cinco ediciones. Los mayores se encargan de rellenar las inscripciones y los diplomas correspondientes de los escolares que participaron en la prueba. De todos los pequeños inscritos, la jornada deparó anécdotas como la del bebé que se llevó el premio al “corredor” más joven, con apenas tres meses.

Entre las colaboraciones, lógicamente, está la de la gente vinculada en Rute a Manos Unidas. Una de sus voluntarias, Purificación García, lamentó que la participación haya sido este año algo más floja. Cuesta trabajo mantener la implicación de los primeros años, ya que, al celebrarse en fin de semana, suele coincidir con los bautizos y comuniones de estas fechas. Para el secretario de la cofradía, Juan Sarmiento, tal vez se trate sólo de ciclos, actividades cuya respuesta es mayor o menor según el año. Lo importante, en lo que coinciden todos, es en “el gesto” para contribuir con esta ONG. Todo ello hecho a través de iniciativas atractivas, donde se fomentan estos valores y la convivencia intergeneracional. No sería la única propuesta orientada al público infantil, ya que por la tarde se revivieron las tradicionales carreras de cintas.

Sin duda, el momento central de estas fiestas aguardaba para la noche, con la procesión de la Virgen de la Sangre y la Santa Cruz. El cortejo contó con la presencia del clero, mantillas, devotos en general y las dos formaciones musicales de Rute. De abrirlo se encargó la Agrupación Santo Ángel Custodio, mientras que lo cerraba la Banda Municipal. No deja de tener esta procesión su punto de originalidad. Por ahora, es la única de Rute con un grupo de costaleras. Son ellas quienes se encargan de portar la Santa Cruz. Pero es el conjunto lo que constituye la metáfora de la metamorfosis de estos días. Parece mentira que unas mismas imágenes representen a la vez la Pasión de la Semana Santa y, sólo unas semanas más tarde, el colorido primaveral. No es sólo el hecho de que la Virgen deje atrás el luto y luzca saya y manto rojos. La gente se asoma a los balcones, pero no para cantar saetas, sino para contemplar ese color en las flores y en las mantillas, que a su vez han dado el relevo, respectivamente a los cirios y los nazarenos. Hasta en la vuelta a la ermita las antorchas cedieron el testigo a las bengalas.

El epílogo llegó en la tarde del domingo. La subasta de los regalos de la mesa puso el cierre a estas fiestas que, ciertamente, se centran en un barrio, pero que simbolizan el aire especial que se respira en todo Rute al llegar mayo.

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