La cofradía sardinera de Rute renueva su junta de Gobierno con un completo relevo de sepultureros

Los  “viejos” sepultureros, que nunca mueren, cedieron el testigo, o el abrelatas, a  los nuevos enterradores de la cofradía sardinera

Los “viejos” sepultureros, que nunca mueren, cedieron el testigo, o el abrelatas, a los nuevos enterradores de la cofradía sardinera

Renovarse o morir. Y para muerta, con la sardina hay bastante. Savia nueva, dicen los botánicos. La generación de Chupi, Fari y Navajas venía buscando desde hace tiempo una jubilación digna, un retiro espiritual de la faceta de enterradores pesqueros. Lo han encontrado en los Córdoba, Garrido, Pilot y compañía. Hasta entrega de llaves y todo hubo. Más bien, fue un abrelatas gigantesco, para que de él salga toda la energía para soltar frustraciones y penas por el pez fiambre. Así pues, la cofradía del Santo Arenque y María Sardina del Escabeche ha estrenado junta de Gobierno. Y como toda cofradía que se precie, tiene un grupo joven que trabaja activamente para rendir culto y garantizar el futuro. Son los integrantes de la “Sardinita”, la que reúne a escolares de los colegios de Infantil y Primaria de Rute, que desde pequeños se acostumbren a la dura ausencia del malogrado pescadito. Su falta es tan sufrida que hasta los papás y las mamás se enlutan para “cumplir” como está mandado. Puede que sea menos irreverente que el de los adultos, pero este funeral infantil tiene los mismos rasgos que han dado seña de identidad a esta cita imprescindible de nuestro Carnaval. En el miércoles de ceniza, la purificación a través del fuego que entronca con mitologías como la celta. La ceniza acaba quemada, y con sus cenizas se purgan las penas y las malas vibraciones.

Nada que lo diferencie del entierro adulto. Pero en su salida, la cosa se pone seria por un momento. Hay que recordar de nuevo a la sardinera mayor, Mari Carmen Zurita, nuestra Ponto, la animadora por antonomasia del Carnaval y de cada instante de quien se cruzara con ella. Las pegatinas en su memoria no podían ser más gráficas. Mari Carmen estuvo presente en todos los corazones de quienes asistieron al entierro, incluso en el de la propia sardina. Mari Carmen no esbozará una sonrisa al ver su funeral preferido. Porque en realidad la sonrisa no se le borraba nunca de la cara.

Y entre los dolientes, toda la fauna ibérica. Literal, hasta perritos de peluche. Hasta el ratón de Susanita, que vuelve a casa por Carnaval. Y puesto que se trata de una procesión de almas carnavaleras, no falta la banda de cornetas y tambores que afinan el paladar y desafinan el paso. Cada vez hay más colorido en el funeral, acorde con los tiempos, que el luto se lleva por dentro. Para austeridad, ya está la de la vida diaria. Incluso hay quienes guardan ese luto en casa. Los más pesimistas destacan, y con razón, que no va tanta gente. Estará más repartida. Los supervivientes de la tarde no repiten de noche, y también hay quien guarda energías para el fin de semana. ¿Por qué la sardina no iba a tener su particular “misa de los nueve días”? O puede que aguarden al Domingo de Piñata, o de Resurrección.

Aun así, hay que prevenir cualquier incidencia. Por eso, no faltan clérigos que den la extremaunción, ni monjas que recen una oración por el alma y las raspas de la sardina. Y en un plano más terrenal, bomberos por si el fuego purificador no se propaga sino que se propasa. Y si alguien insiste en excederse, ya se encargarán las agentes de SVAC de poner orden. Hay muchas vampiresas, zombies y hasta Anonymous que “huelen la sangre”, aunque sea la de un pescado. Tampoco es cuestión de aprovecharse del llanto ajeno, que la sardina bien llorada está. Porque las lágrimas en Rute no son saladas: son dulces, como su anís, como el moscatel, o en todo caso un punto amargas como la cerveza o la ginebra, sin un Arturo que la redima. Esto es el Entierro de la Sardina: Baco comiendo pescaíto frito a ritmo de charangas, el sepelio de las penas y los duelos, que con tapa y cerveza son menos.

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