José María Serrano emocionó con un pregón centrado expresamente en la Virgen del Carmen

Serrano fue capaz de hilvanar un pregón que  reflejaba vivencias propias pero compartidas por muchos

Serrano fue capaz de hilvanar un pregón que reflejaba vivencias propias pero compartidas por muchos

Como su amigo Juan Gómez, el hermano mayor de las Fiestas Patronales de Rute 2014, José María Serrano ha visto un sueño cumplido: ser pregonero de la Virgen del Carmen. Semejante tarea conlleva una responsabilidad implícita, por convertirlo en portavoz de los sentimientos de una multitud. Pero su peso no ha alcanzado a igualar la condición de sentirse un privilegiado por exaltar su devoción mariana, sus raíces y sus vivencias ligadas desde pequeño a una pequeña pero emblemática ermita en la calle Toledo. Serrano no estuvo a la altura de lo que se espera de un pregonero. Lo cierto es que llegó mucho más lejos: llegó a los corazones de toda la gente que no dejó de felicitarle en las horas siguientes. Había reiterado su intención de centrar su discurso en la Virgen del Carmen y la devoción que siente por Ella. Y cumplió. Por eso sus palabras sonaron tan sinceras, y sobre todo tan sentidas.

Junto a las reinas y damas de honor de 2012 y 2013, y el resto de la comitiva, había partido del santuario de Nuestra Señora del Carmen para encaminarse a Santa Catalina. Una vez allí, de presentarlo se encargó Ana Lazo, básicamente por dos razones: por su devoción carmelita y su amistad con José María Serrano. Esa amistad viene forjada desde la niñez, cuando ella se mudó con su familia a la calle Portugueses. Allí, cerca, vio crecer a Serrano, compartieron coro y sentimientos con la Patrona. Y desde entonces atisbó lo que el pregonero llevaba dentro. Aparte de su fe y su fervor mariano, Serrano ha demostrado una sensibilidad especial con las flores. Podría haberse ganado la vida como un digno artesano de la jardinería, pero fue más lejos y acabó convirtiendo su profesión en una vocación, la artesanía en un arte. El nombre de la empresa que fundara no es un brindis al sol. Como recordó la presentadora, todas las imágenes religiosas de Rute se han engrandecido con sus adornos florales.

Serrano repasó las distintas advocaciones marianas, no sólo las de Rute sino las que le han tocado más de cerca la fibra o el espíritu, las de Granada, las de Sevilla. Lo hizo desde la introducción, con el fondo musical del “Ave María” de Caccini, acompañado al violín por Luis Manuel Jiménez y al piano por la propia Ana Lazo, que repetiría en esta faceta a lo largo de la noche. No sería el único giro musical. También contó con dos amigos para la vertiente más romera, más flamenca: Javier Reina, compañero del coro “La Morenita”, con la guitarra, y la voz de Francisco Javier Camacho. Fue un aviso de que había puesto en su pregón idéntico mimo que el que dedica a sus adornos florales. Como ya advirtiera, el secreto no estaba en meter música o no en el pregón, sino en saber cuándo utilizarla como un recurso que enriquece. El talento no reside sólo en elegir las flores adecuadas, sino intuir en qué sitio ha de ir cada una. El pregonero debió de pensar que el acierto con la música radicaba en aplicar el mismo patrón.

Trazadas las pautas, mencionó esas advocaciones con un guiño al sentido genuino de la advocación, como llamada. Porque una llamada interior fue lo que sintió; una llamada que lo retrotraía a su infancia, a un hogar en el barrio del Carmen, cerca de la ermita. Cerca también vivía de Ana Lazo, alguien más, en efecto, que una amiga. Por eso, la réplica a su compañera fue dulce, conmovedora, para acariciar, como ella había hecho antes, su fibra sensible. Recordó a una mujer luchadora, Ana Córdoba, a su despedida resignada, serena y a la vez llena de vitalidad. Ana Lazo y Ana Córdoba, hija y madre, dos pilares sobre los que, en parte, pivotó el discurso del pregonero. Por la amistad y el ejemplo, sus palabras se parecieron mucho a su relación con estas dos personas: emotivas e intensas, serenas y vitales.

José María Serrano había asumido un “riesgo controlado” con su decisión de dejar una parte de su pregón para el final. Literalmente, “quería verla en la calle”. Quería esperar al traslado, para que estallara la efervescencia de vivencias subjetivas asociadas a la Virgen del Carmen y sus Fiestas Patronales. Ésa era su intención, pero en la práctica no se quedó ahí. Hubo en toda su intervención un punto de emoción contenida, de elegir la sugerencia frente a la rotundidad. También lo había anunciado: prefería que la gente se quedara con ganas de más. Sólo así se entiende la brillantez (y la dificultad añadida) de trasmitir todas las emociones de las Fiestas Patronales, de sacar a flote la pulsión interior de todos los que las han vivido, pero tocando apenas cuatro teclas.

Si en lo formal, fue delicado hilvanando versos, el secreto de su musicalidad se basaba en esbozar unos acordes que escondían una profunda partitura de sentimientos. Con la salvedad del recuerdo a Ana Córdoba en la calle Portugueses, el paso de la Virgen por su puerta y poco más, Serrano no hizo más referencias a los rincones del recorrido del traslado o el del 15 de agosto. Y sin embargo, en todo momento el auditorio tenía la certeza de estar visualizándolos, de saber de qué se hablaba, en definitiva, del complicado arte de poner palabras a lo que se siente. Entendida esa premisa, es comprensible que su pregón calara tanto. Los versos son un mero artificio, un molde donde encajar las emociones. Son éstas las que no se pueden disimular a largo plazo.

Otro acierto, en fin, de su pregón fue la habilidad para ir de lo general a lo particular y viceversa: de explicar por qué se celebra el 15 de agosto la festividad de la Asunción, para dar paso a lo que supone esa celebración en Rute. Una celebración que este año llega con el comienzo de los trámites para la coronación canónica de la Virgen del Carmen. Hasta en eso fue original: Serrano no se dirigió a las autoridades para que den pie a ese anhelo, sino que lo pidió a su Virgen, con el mismo lema que en estos días ha figurado frente al Ayuntamiento: “Carmen, déjate coronar”. Concluyó sentando cátedra: “He dicho”. Y no cabe duda de que lo que dijo quedará en la memoria de muchos.

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