José María Caballero Domínguez revive la Pasión del Jueves Santo en Rute con su exaltación del Abuelito

Desde hace diecisiete años, se viene sucediendo un acto que forma ya parte destacada de la agenda de cultos previos a la Semana Santa en Rute. Tras una jornada completa de besapié al Abuelito, la hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y la Soledad de Nuestra Señora celebraba en la noche del 9 de marzo la exaltación de sus titulares. Es habitual que para tal menester se confíe en alguien vinculado al barrio de San Pedro o al menos a la cofradía. El elegido esta vez ha sido José María Caballero Domínguez, que fue presentado por su esposa, Carmen Baena. Aunque ambos son de Rute, actualmente residen por motivos laborales en Cabra. Para el acto se contó además con la presencia de un saetero muy apegado a la cofradía, como es Julián Estrada. El cantaor pontanense interpretó un par de saetas al Abuelito, al comienzo y al final del acto. Antes, a modo de introducción, el presidente de la cofradía, Juan Arrebola, esbozó un perfil de la presentadora. Arrebola mostró también su deseo de que los pasos puedan desfilar “al completo”, tras haberse interrumpido el recorrido en los dos últimos años por la lluvia.

Baena no ocultó en que le resultaba grato presentar al exaltador, por los vínculos que les unen. Pero a la vez era una tarea difícil, precisamente porque esos vínculos le impiden mantener la objetividad. Uno de esos lazos fue la Banda Municipal, donde coincidieron de adolescentes. Su esposa puso de relieve cómo, “estando en Rute o fuera”, Caballero ha llevado cerca en todo momento al barrio de San Pedro, “y siempre ha trabajado por su Abuelito, ya fuera vendiendo lotería o claveles en la feria, pidiendo por las casas o haciendo cruces de mayo”. Son estos mismos sentimientos los que ha trasmitido a sus hijos. Carmen Baena presentó a una persona “tranquila, prudente, pero firme en sus convicciones, de pocas palabras, pero justas”. Alguien, en suma, que vive la religiosidad “como es él, sin estridencias y con honestidad”.

Así fue. Caballero mantuvo un tono pausado a la vez que firme, con la misma cadencia del violín que le acompañó en su discurso. De tocarlo se encargó Carlos Martínez Arroyo, uno de sus alumnos en el Colegio Público San José de Cabra, de donde es director este licenciado en Ciencias Químicas. Su exaltación estuvo dedicada a quienes desde pequeño le hicieron vivir con intensidad el Jueves Santo de Rute y han trabajado por “esta humilde cofradía”. No faltaron las vivencias personales, retrotrayéndose a su etapa adolescente, cuando iba a por las noches a apagar las luces y cerrar las puertas de la ermita. O cuando cada Semana Santa ayudaba a preparar los tronos, siguiendo una tradición vivida en casa, como mínimo desde tiempos de sus bisabuelos, allá por los años 20 del pasado siglo. Más tarde, en los 80, sus padres y su tío formaron parte de la junta de gobierno, bajo la presidencia de Manuel Arcos. No extraña, pues, que sintiera de cerca toda la tradición de San Pedro mientras vivió en el barrio, hasta los 28 años.

Situada su memoria y sus raíces, Caballero quiso hablar de Jesús, “de su obra y de su mensaje”, comparándolo con el recorrido del Jueves Santo. Repasó su vida pública, desde que la gente le sigue hasta su entrada triunfal en Jerusalén. Emparentó este pasaje con el recorrido entre multitudes del Abuelito por San Pedro. Su mensaje despierta el recelo de las autoridades. Comienza su sufrimiento, la Pasión, un dolor “inhumano” al que “sólo dio como respuesta la expresión de su mirada”. Según Caballero, Cristo “asume la condición puramente humana”. Es lo que le recuerda la subida por El Cerro, alguien que no hace “alarde de su condición de Dios”. El de María, en cambio, es “el dolor de una madre”, un sufrimiento “impotente y lento, como lenta es la subida de la Soledad de Nuestra Señora por El Cerro”. Con la mirada perdida, “que parece suplicar que se impida la agonía de Jesús”, acompaña a su hijo hasta la muerte. Para Caballero, en unos tiempos donde asistimos al abandono de muchas personas, la imagen muestra “el camino a seguir con los seres queridos en los momentos duros”.

El Abuelito representa a Jesús sentado en una piedra. Es un Cristo “pensativo e inocente” justo antes de su crucifixión. Sugiere a la vez “fortaleza y resignación” para los enfermos, que le rememora el paso por la Vera Cruz, con Jesús abandonado a su destino, entre un silencio “roto sólo por las saetas y los tambores”. Ese silencio se prolongará hasta la expiración. El Abuelito y la Soledad de Nuestra Señora vuelven a su barrio. Se cierra el ciclo de un año. Para Caballero, los rostros de los devotos reflejan entonces, “pese al cansancio, satisfacción y alegría”, una alegría similar a la de la Resurrección, “el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, del bien sobre el mal”. Tras esto, Cristo deja su mensaje de amor, “que puede erradicar guerras, pobreza, odio y otras injusticias” y que también implica “humildad hacia uno mismo y hacia los demás”. El exaltador concluyó asegurando que los niños y niñas educados en el amor y el respeto “serán capaces de crear una sociedad más justa y pacífica”.

El acto terminó con la entrega de sendas placas de recuerdo y la imposición de la medalla de la cofradía al exaltador y a su presentadora. A continuación se hizo lo propio con los hermanos mayores. Del Abuelito lo son los padres del exaltador, Antonio Caballero y Araceli Domínguez, a quienes se regaló una foto que ilustra su relación con la cofradía. Por su parte, Juan Francisco Zurita y María del Carmen Mangas ejercen tal cargo con la Virgen. Los cuatro recibieron el correspondiente báculo. Por último, el presidente tuvo un detalle con los costaleros y con “una voz ya tradicional en nuestro Jueves Santo”. Después de que interpretara su segunda saeta, Julián Estrada recibió un cartel enmarcado de la cofradía para esta Semana Santa. En él, aparece el propio Estrada justo en el momento en que canta al Abuelito junto al llanete de San Pedro.

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