Se buscan sepultureros para dar el descanso futuro a la sardina de Rute

El Círculo de Rute fue de nuevo una de las estaciones de  penitencia del sepelio

El Círculo de Rute fue de nuevo una de las estaciones de penitencia del sepelio

Sólo faltaron Gardel y su tango. Porque ahora sí, de forma oficial, ya se puede decir que el entierro de la sardina tiene veinte años. Son las ediciones que se cumplen desde que el funeral más irreverente empezó a recorrer las calles de Rute en la noche del miércoles de ceniza. Rara vez se alcanzaba un acuerdo por parte de los responsables de la funeraria sardinera sobre el número exacto de sepelios que llevaban oficiados. En 2014 se ha institucionalizado esta cifra redonda; más que como un homenaje a ritmo de bandoneón, como un argumento que poner sobre la mesa. Edición arriba o abajo, cierto es que fue casi a mitad de la década de los noventa cuando un grupo de jóvenes de Rute “importaron” este pasacalles fúnebre que recorría las calles de otros municipios. Algunos ya no sólo peinan canas en las pelucas. Además, en el tramo nocturno en que antes “rezaban” por el descanso eterno del pez fiambre, ahora pueden ser sus hijos los que reclamen otra oración: la de las cuatro esquinitas.

El caso es que, sumando la edad que tenían entonces, los funerales oficiados, el IVA de los servicios funerarios prestados (también aquí se aplica el 21%) y el logaritmo neperiano de pi, a ellos les sale la cifra mágica de 67. Así que entienden que ha llegado el momento de su particular retiro (carnal y espiritual) y han anunciado que la sardina “se traspasa por jubilación del personal”. ¿Verdad, simple advertencia o una llamada al relevo generacional? No hay que olvidar que la última misión post-mortem de la sardina es servir de combustible para el fuego purificador. Así que, como el gusanillo no tiene qué llevarse a la boca, seguirá picando a estos sepultureros.

Por si llega ese día, no faltará relevo generacional. No deja de ser curioso que los niños de hoy día sean más cumplidos que los mayores. O eso parece según la afluencia de dolientes que tiene “la sardinita”, el entierro en versión infantil que se celebra entre los colegios de Rute. En su día, cada centro lo hacía por separado, pero finalmente se unieron en un solo cortejo. Este año partió de Los Pinos.

Eso fue a media tarde. Después, cuando ésta languideció y renació la noche, fue el turno para el reino de las sombras que abre la luz a través del interruptor Baco. En ambos casos, hubo charangas tocando la marcha fúnebre. Con los escolares estuvieron “Si lo sé no vengo”, y con los adultos “Los piononos”. Tal vez por una cuestión de ciclos, muchos dolientes han optado por no presentarse al entierro e ir directamente a la “misa” del fin de semana. Aun así, el “culto cardenal” no sólo suscita el interés de los medios locales: Antena 3 se encontró con unos inesperados becarios colaboradores. Buena impresión se llevarían del orden que es capaz de guardar este cortejo. Y por si caen al suelo más desperdicios de la cuenta, no faltó ni el pertinente servicio de limpieza.

Entre quienes recorren las estaciones de penitencia, cada vez hay menos luto y más color (adaptándose a los tiempos). Eso sí, conviene tener los ojos bien abiertos: detrás del traje blanco y el pelo azul puede que no esté la chica de la lejía llegada del futuro, sino la novia cadáver. Lo que en su día empezó con la austeridad del negro cada vez se ha vuelto más sofisticado. Ya lo decía la canción: “Si ves la sombra de la guadaña, arréglate un poco y pon buena cara”.

Deja un comentario