La delegación de Manos Unidas en Rute colabora en la reinserción de reclusas en Paraguay

  • La Cena del Hambre ha vuelto a ser la actividad central para financiar un proyecto de formación y capacitación de mujeres en la cárcel del Buen Pastor, en Asunción

De nuevo, como viene ocurriendo en las últimas ediciones, la Cena del Hambre tuvo lugar en la Escuela Hogar

Cada año, llegado el mes de febrero, la delegación de Manos Unidas en Rute organiza la llamada Cena del Hambre. Es la actividad central del proyecto de cooperación que se pone en marcha para cada ejercicio de forma conjunta entre varios municipios. Sin embargo, no es la única iniciativa. Así, la cena se celebró el viernes 14 y los donativos de las parroquias en las misas de ese fin de semana se destinaron al mismo objetivo. De nuevo, como viene ocurriendo en las últimas ediciones, tuvo lugar en la Escuela Hogar y contó con la asistencia unas ciento veinte personas. Sin embargo, las entradas vendidas, muchas como colaboración o “fila cero”, se elevaron a doscientas.

  • La situación de estas mujeres ya es crítica, puesto que con frecuencia provienen de familias desestructuradas y sin recursos

La recaudación obtenida en Rute se sumará a la de los otros municipios de la provincia que participan del proyecto en cuestión. En este caso, se trata de uno de formación y capacitación de mujeres en la cárcel del Buen Pastor, en Asunción, la capital de Paraguay. Su coste total se eleva a cuarenta y un mil euros. Según explica Diego Alba, coordinador de la delegación ruteña, con ese presupuesto se financiarán los recursos necesarios para que cincuenta mujeres se formen en corte y confección. Se les facilitará el material y el asesoramiento adecuado para su posterior reinserción. Su compañera Luisa Ariza añade que la situación de estas mujeres ya es crítica, puesto que con frecuencia provienen de familias “desestructuradas y sin recursos”.

La propuesta surgió en el seno de la pastoral carcelaria de Paraguay. De las condiciones en que se hallan estas mujeres habla el hecho de que la prisión tiene capacidad para doscientas plazas, y sin embargo hay cerca de quinientas reclusas. Por si fuera poco, ni siquiera la mitad han celebrado aún el juicio correspondiente y por tanto están en prisión sin contar con sentencia firme. El párroco de Santa Catalina, José Gregorio Martínez, que es natural de Colombia, asegura que ha visto en primera persona casos similares y es algo que impacta. Según explica, es la consecuencia de los escasos recursos con que cuentan estos países para que la justicia funcione con más rapidez.

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