EN CLAVE DE SU

Está claro que cuando una orquesta lleva 30 años tocando sin partituras, cada instrumento lleva su melodía, discordante o no con el resto. Si aparecen estridencias (corruptelas), la directora hace un solo de bombo para que no se oigan (Griñán al Senado, renovación de la Cámara de Cuentas con pacto PP-PSOE, rechazo de comisión de investigación de los cursos de formación…). Cuando a la orquesta se incorporan nuevos miembros que llevan buenas partituras para interpretar la obra (llamada Democracia), la directora se pone nerviosa, puesto que su in-capacidad de dirección se ve sometida al buen hacer de dichos intérpretes. Es cuando entonces, en un alarde de cobardía supina, la directora insonoriza a quienes siguiendo escrupulosamente las notas de sus partituras (Constitución) intentan hacer oír las melodías que revitalizan la ilusión en los ciudadanos. El problema es que esas notas no están en armonía con los gustos musicales de los dueños del teatro donde se interpreta la obra (Mercados). Y como los dueños del teatro son quienes contratan a la orquesta, la directora no tiene más remedio que expulsar a los instrumentos díscolos (los que de verdad suenan bien) para mantener su status quo intacto. Si la melodía no es agradable para el público, no importa. Si las idas de tono chirrían en los oídos de los espectadores… da igual. Lo importante para la directora es que no haya más clave en la partitura que la Clave de Su. Y la Clave de Su la imponen los dueños del teatro… Solía decir mi madre que música pagada tiene mal son… y los Teatros (Mercados) han pagado las deudas de las Orquestas (Gobiernos), que no pueden más que seguir tocando las piezas musicales que se les impongan. La incoherencia radica esta vez en que el dinero con que se han pagado las deudas viene a su vez de las entradas vendidas por las Orquestas (Impuestos, dinero público). Y cuando algún miembro de la orquesta alza el tono de su instrumento (Consejerías de IU, imposición de sanciones a bancos por incumplimiento de la Ley Andaluza), la directora (Susana) hace sonar al resto de la orquesta en la famosa Clave de Su, la del disparate, la de la desfachatez y la soberbia, y expulsa con falacias a dicho miembro del espectáculo. Con tanto ruido el espectador queda desconcertado y piensa que la directora ha obrado bien, porque ha expulsado al trompeta que sobresalía demasiado en la obra. Pero no se da cuenta de que el resto de la orquesta era el que llevaba el paso cambiado. Y lo peor de todo es que tras 30 años malsonando, el pueblo andaluz se ha acostumbrado a escuchar mala música de una orquesta que jamás tocó para el deleite de su público, sino para el regusto de sus patronos, los dueños del teatro. Tanto es así, que ahora asistimos a una interpretación maquiavélica de la Cabalgata de las Valkirias de Richard Wagner interpretada por una genuina directora de casta de fontaneros. Lo peor es que con tanto ruido de sopletes soldando tuberías rotas por las que se desagua el PSOE, los únicos perjudicados son los andaluces y andaluzas. En un intento por salvar sus intereses partidistas, subirse al tren hacia Madrid, evitar el fenómeno Podemos, y hacer frente a la Banca desde la Legalidad que quería IU, Susana, narcisista y soberbia, ha dejado en la estacada a Andalucía, con solos de bombo y platillo, para distraer la atención sobre sus verdaderos intereses y echando la culpa de la ruptura a quienes no han intentado más que interpretar la partitura escrupulosamente y para deleitar a sus ciudadanos.

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