El entierro de la sardina recrea en las calles de Rute un esperpento de risa para aliviar los sinsabores cotidianos

El cortejo se convirtió de nuevo en un  espectáculo multitudinario donde cada vez hay más color y menos luto

El cortejo se convirtió de nuevo en un espectáculo multitudinario donde cada vez hay más color y menos luto

Por derecho propio se ha convertido en un acto institucionalizado. En sentido prácticamente literal. No llega al rango ni la seriedad de los funerales de Estado, entre otras cosas porque perdería sus señas de identidad. Pero lo cierto es que el entierro de la sardina ha pasado a formar parte, con todas las de la ley, de los “cultos” carnavalescos en Rute. Con todas las de la ley porque ni la Policía se libra de estar representada cada año entre el cortejo fúnebre. No son los únicos personajes públicos o de actualidad sometidos a la parodia de la imaginación. Este singular funeral es la particular adaptación ruteña del callejón del Gato que utilizara Valle-Inclán para sentar la cátedra de sus esperpentos. Los arquetipos de la fauna urbana son colocados ante los espejos cóncavos y convexos que distorsionan el día a día para devolver sus tristezas y sus miserias en forma de sonrisa. Los dolientes abren el periódico de la realidad y lo leen como si fuera un tebeo. Su algarabía, sus cantos y proclamas son también un desafío a los avatares cotidianos. La filosofía de esta fiesta del hedonismo es, al menos por un rato, apostar por el exceso emocional frente a la austeridad anímica; elegir la montaña rusa de carcajadas y resaca antes que la quietud de un valle, si éste es sólo de lágrimas.

Por todo ello se ha oficializado un cortejo que cuenta hasta con su propia escolta, también, por supuesto, con tono de parodia. Si no, no se entiende qué hacía por allí la versión “sardinera” de los acólitos que custodian con sus ciriales a la Virgen de la Cabeza.  O a lo mejor acompañaban a alguna de las parejas de novios (“ellas” de punta en blanco) que pensaban que lo que se celebraba era su boda. Que sí, que un funeral y un enlace matrimonial confluyen en la iglesia, pero no es lógico que coincidan en el mismo día. Aunque, bien mirado, ¿hay algo que tenga lógica en esta noche? Por si acaso, había sacerdotes de sobra para, llegado el caso, soltar la copa y bendecir estos peculiares sacramentos del alcohol.

Mitad por esa radiografía de la realidad, mitad porque se ha adaptado a los tiempos, el luto ha dejado de monopolizar el sepelio. Como en todo funeral que se precie, sigue habiendo dolientes y viudas, que para eso la gente de Rute es muy cumplida. Pero cada vez los grupos de amigos que se juntan apuestan más por el colorido. Puede ser como diablos, porque ¿qué es el bien y el paraíso sin el mal y el infierno? También como trogloditas o como ratones que no asustan porque sus risas les delatan; ratones que no son el de Susanita. Ése está en los compases de la charanga Los Piononos, la contribución de la concejalía de Festejos para la causa. Del mismo modo, el alcohol ha perdido su universalidad en esta noche… A menos, claro, que los “niños de la Fanta” lo disimularan en su estómago y en su verborrea.

Para abstemios y dipsómanos vocacionales (u ocasionales) están las pertinentes estaciones de penitencia, comenzando de nuevo por “El Sitio”. Porque no hay cortejo que cuatro horas dure ni cuerpo que lo resista. Más aún si el entierro de la sardina ha alcanzado su mayoría de edad, que todo es posible. Los propios organizadores no se ponen de acuerdo en si son diecisiete o dieciocho ediciones ya. Por si sirve de pista, Juan Francisco Zurita, “Chupi”, uno de los promotores, llevaba resaltando en su luto una antigua pegatina que rezaba: “Décimo aniversario. 1994-2004”. Ahí queda. Lo cierto es que, después de tanto tiempo, la celebración ha pasado por distintas etapas de mayor o menor esplendor. Pero parece claro que tiene pasado, presente y porvenir. Y no sólo porque el nuevo Papa y la Merkel, que se sumaron a la fiesta, se presentaran a sí mismos como “el futuro”.

Más allá de lo que digan estos altos mandatarios, futuro hay con la cantera. Después de que al principio cada centro hiciera la suya propia, la llamada “sardinita” se ha consolidado como una fiesta conjunta de los tres colegios de Primaria de Rute. Al alumnado de Ruperto Fernández Tenllado se sumó el de Fuente del Moral, de donde partió la comitiva, y el de Los Pinos, donde se quemó el pez fiambre. Si uno de los cánticos de esta noche dice que “la sardina camina p’adelante, la sardina camina p’atrás”, con estos jóvenes dispuestos a dar el relevo, difícil será que esta festividad llegue a ir como los cangrejos.

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