El carnaval de Rute levantó el telón con las parodias de una escuela de baile flamenco y una consulta médica

Tumi Montoya y sus disciplinadas alumnas derrocharon arte... como murgueros

Tumi Montoya y sus disciplinadas alumnas derrocharon arte… como murgueros

Febrero es sinónimo de carnaval. Rute no sólo no es una excepción, sino que la fiesta de la carne se vive intensamente. Tal vez por ciclos, sí. Pero si el apartado de agrupaciones anda más de capa caída no faltará quien se sume al entierro de la sardina o al pasacalles del domingo de piñata. Como es habitual, el certamen de agrupaciones, celebrado el sábado 21, inauguró una semana larga de desmadre y algarabía. La cita, organizada por la concejalía de Festejos, se había anunciado este año como gala y tuvo lugar en el hotel El Mirador. Costaba trabajo encontrar un nombre adecuado para un espectáculo que sólo ha contado con dos formaciones. Para completar el programa se contrató al Trío Bossanova, que, literalmente, “hicieron el indio”. No por sus interpretaciones, sino porque no perdieron ocasión para vestirse de esa guisa. Visto lo visto, más esfuerzo aún requiere mantener la dinámica de ensayos y reuniones que precisa una murga o una chirigota. No es fácil imponerse una disciplina desde que acaba el verano para tenerlo todo a punto cinco o seis meses después. Por eso resulta más meritorio todavía que la murga decana del carnaval de Rute lleve saliendo 28 años de forma ininterrumpida.

Retirado hace tiempo de la primera línea, todavía hay quien la sigue llamando “la murga de Benítez”. Para las nuevas generaciones es “la de Javi Reina”, que recogiera el testigo de José María como principal compositor. O “la del Tumi”. Cierto es también que sólo queda a estas alturas un integrante del grupo inicial, Andrés Cobos. Pero son otros muchos los que han permanecido casi el mismo tiempo en la brecha. Todos se merecen un doble reconocimiento: el de estar prácticamente casi tres décadas al pie del cañón y el de haber sabido realizar sin fisuras el relevo generacional. Sobre el escenario mezclan veteranía y savia nueva suficiente para pensar que su continuidad está garantizada.

Viendo la puesta en escena de este año, resulta igualmente comprensible su afición a lo carnavalero. “Tumi Montoya y las niñas con ganas de baile” recreaban una escuela de baile flamenco muy familiar para muchos… Pero que sólo abre por carnaval, así que allá cada cual con las asociaciones de ideas que se haga. A su frente estaba José Antonio Alcalá, “Tumi”, un profesor “exigente”, pero que en el fondo trata a sus alumnas “con cariño”. Es lo justo: “Porque todo se lo debo a mis niñas”, asegura cargándose de modestia. Habría que matizarlo. Javi Reina cree que “tiene días”. El grupo en cualquier caso intenta ser disciplinado, pero no se ganarían la vida sobre un tablao. La gracia de esto está en que, como apuntó Andrés Cobos, al bailar “cada uno de forma independiente” lograron arrancar la sonrisa del público. De eso se trataba.

Donde sí funcionaron como se esperaba de ellos fue en el repertorio. Fieles a su estilo, en sus letras priman los temas relacionados con Rute. Desde un punto más serio, como la agresión a un inmigrante rumano, a aquellos casos en que se puede sacar punta a la vena cómica, como la visita de Su Majestad Doña Sofía. Sin embargo, la crisis, en palabras de Javi, “manda y arrastra a todo lo demás”.

También han tocado el tema de la crisis en el denominado cuarteto de Rute. Tras su aclamado debut del año pasado, en esta ocasión parodiaban una consulta médica con el nombre de S.A.S. El doctor Justo Zhivago, ayudado por la enfermera Catalina Reina, tuvo que atender a un paciente esquizofrénico, a una abuelita achacosa y a un ciclista accidentado. Pero lo peor estaba por llegar, cuando se les presentó un parto de un niño “bastante criadito”.

Los componentes de este cuarteto son los supervivientes de la chirigota ruteña que en el año 2004 se alzara con el primer premio en el concurso provincial. También fueron los primeros en Rute durante cuatro ediciones seguidas. El principal impulsor de la idea fue Manuel Cortés. A él no dudaron en sumarse Antonio Ramírez, Andrés Reina y Jesús Sánchez. El único que no provenía de la chirigota era Justo Ayala, que ha sabido integrarse perfectamente en el grupo.

De momento, se encuentran a gusto con este formato y lo tienen “como comodín”. Este año además están “más orgullosos” de que el repertorio ha sido preparado íntegramente por ellos. Pero añoran la chirigota y no se resignan a que no vuelva. En noches como la del sábado a todos los antiguos miembros les entran ganas de reagruparse. Lo difícil es que se lo permita el tiempo y el trabajo allá por septiembre, que es cuando empiezan los primeros ensayos.

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