Carmen García Cruz defiende cinco valores carmelitanos perennes en su pregón de las Fiestas Patronales de Rute

La noche culminó con la entrega de sendas placas a la pregonera y su presentador

La noche culminó con la entrega de sendas placas a la pregonera y su presentador

Carmen García Cruz, Carmiña, como todo el mundo la conoce y a ella misma le gusta que la llamen, tenía muchas motivaciones para ser pregonera de la Virgen del Carmen y de las Fiestas Patronales de Rute. Su propia devoción carmelitana y su apego a estas fiestas, pero también sus vínculos familiares. De sus padres, ambos ya fallecidos, heredó la fe y el cariño a estas tradiciones. Cuando la junta de Gobierno de la archicofradía le propuso esta tarea su padre ya se encontraba bastante grave. De hecho, murió pocos días después de su nombramiento oficial. Sin embargo, el trance familiar no la hizo retroceder. Al contrario, asegura que aceptó el cargo de pregonera para satisfacer el deseo de su padre. Quiso hacerlo especialmente por él.

Tales razones esbozan parte de la personalidad de Carmiña. El resto las cuadró su hermano y presentador, Luis Manuel. En su condición de escultor, comenzó resaltando algunos rasgos de la talla que van “más allá de lo tangible”. Por encima de los aspectos técnicos, es consciente de que la imaginería religiosa tiene un fuerte componente sensitivo. En el caso de la Virgen del Carmen, siempre le ha fascinado “su luz”. Tras esa introducción, su discurso viró para dar a conocer las cualidades de su hermana: su vasto currículum, desde que se licenciara en Derecho en 1991, pero ante todo su calidad humana, “verdadera y callada”. Luis Manuel reconoció que la necesidad de la figura del abogado es “innegable”, pero en el caso de su hermana, este ejercicio traspasa lo meramente profesional para alcanzar lo “vocacional”. Si detrás de cada profesional hay una persona, en el caso de Carmiña esto significa “vehículo de trasmisión de su propio trasfondo”. Y en ese trasfondo, nunca ha visto “fisuras ni sombra de duda”. Su fe y fervor son “inquebrantables”, a la vez que “aglutinan” todas sus otras facetas.

Con la puerta abierta por su hermano, Carmiña quiso “poner espejo al corazón”. Desde él trazó un ramillete de lo que son estos días en Rute, cuando se respira “una suave bruma de fe y de armonía”. En lo formal, recurrió a un soneto de su esposo, José María Molina, poeta y director de la revista Ánfora Nova, pero fueron más los versos recitados de su propia cosecha. Todo su pregón estuvo salpicado de rimas internas. Y bajo ese envoltorio, la sugerencia de cómo se viven estas fiestas: la expectación ante la salida procesional del 15 de agosto, la pena por quienes, el gozo por quienes llegan o por los objetivos cumplidos. Al vaivén del trono, se van cerniendo el dolor con la alegría, “como si apoyáramos nuestros sentimientos un instante en los hermanos y hermanas de varal”.

No fue, con todo, el recorrido procesional el tema central de su alocución. Con tono pausado y sereno, fue un profundo tono religioso el que ensambló su discurso. De esta celebración carmelitana se queda con las cosas importantes, “generalmente las más cercanas, las más sencillas”. Como los misterios del rosario, Carmiña destacó cinco: “el escapulario carmelitano, el rezo del rosario, los cantos de la aurora, la ermita de la calle Toledo de Rute y nuestra preciosa imagen de la Virgen del Carmen”. Quiso detenerse en ellos “porque son señales que nos acercan a María”. Es su reivindicación de los símbolos carmelitanos, en una época marcada precisamente por la simbología de todo tipo.

Con el escapulario recordó a su padre y a quienes lo defendieron. Como no podía ser de otra forma, su pregón estaba dedicado a la figura ausente. El rezo lo definió como poesía, “que nos acerca a lo más profundo”. Y el rezo del rosario está formado por “materiales evangélicos de primera calidad”. Eso sí, siempre que vaya acompañado de la meditación. En ese contexto, se refirió a la crisis económica que vivimos. Para su salida cree también importante recurrir a la fe.

En cuanto a los cantos de la aurora, considera “un privilegio ser de Rute”. Forman parte de nuestra cultura, de nuestras tradiciones, algunas de las cuales se van perdiendo. Es un patrimonio cultural “que debe salvaguardarse”. Lo dice la Unesco, que remarca esa defensa del patrimonio, como forma de protección de nuestras señas de identidad, sobre todo en lo que se refiere a las tradiciones orales.

Carmiña retomó sus vivencias al hablar del santuario de la calle Toledo, cuando recordó cómo de pequeñita apenas alcanzaba a contemplar desde la puerta la imagen de la Virgen y su niño. Esa memoria traspasó su adolescencia, hasta convertirse, ya de adulta, “en firme convicción”. Valora como positiva esa cercanía del santuario, la posibilidad de venerar a la imagen de la Virgen. Por eso, animó a que se siga colaborando en la restauración de la casa de hermandad.

Describió el templo desde su entrada hasta el altar, coronado por la patrona de Rute, punto final de sus cinco reflexiones. Como vía alternativa al recorrido tantas veces detallado, optó por un “itinerario íntimo”. Tomando el testigo de la idea inicial expuesta por su hermano, transformó las manos y los ojos de la Virgen en formas de sentimiento, en expresiones puras. Para concluir, la pregonera resaltó el hecho de que la Virgen del Carmen sea patrona en Rute, tierra de interior, donde también se necesita “su guía y protección”.

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