San Marcos vacía las calles de Rute en busca de la merendilla y la barbacoa

El buen tiempo permitió  que jóvenes y adultos disfrutaran de un día de campo

El buen tiempo permitió que jóvenes y adultos disfrutaran de un día de campo

Como ya sucediera el año pasado, el día de San Marcos, el 25 de abril, cayó en el último fin de semana del mes. Esto significa que, mientras en Rute se está celebrando la jornada de campo por excelencia, unos cientos de kilómetros al nordeste, en la localidad jienense de Andújar, rinden honores a la Virgen de la Cabeza. Así, a más de uno se le volvió a plantear el dilema de irse de romería o irse de campo. Fue la única incógnita del día. De lo que no cabía duda era de que Rute se volvería a convertir en un pueblo fantasma. Comprado el periódico y el pan en la cafetería de guardia, las calles quedarían de nuevo desiertas. Ni siquiera hacía falta que el día figurara como festivo en el calendario local.

El único factor que hubiera podido impedir esta desbandada era el tiempo. La mañana amaneció nubosa y las ascuas nunca han casado bien con la lluvia. A pesar de esas nubes, la temperatura era típicamente primaveral, bochornosa si cabe, sin un soplo de aire y con ese calor pegajoso propio de las tormentas de septiembre. Era la sensación que flotaba en el ambiente, esperando que el agua apareciera en cualquier momento. Finalmente, no lo hizo. Solamente se detectó un chubasco en el casco urbano de Rute. Asomó a última hora de la mañana como quien se presenta sin ser invitado con cuentas de aguar la fiesta (nunca mejor dicho). Pero como no se topó en la calle con nadie para fastidiar, optó por volverse por donde había venido.

Por suerte, el aguacero se olvidó de nuestro rico entorno natural, al menos de día. Porque de noche, sí habían caído algunas gotas. Bien lo sabían los que se habían ido a reservar plaza (¡en el campo!) desde la medianoche hasta las seis de la mañana, según los casos más extremos. Paradojas del ser humano: un día para descansar se acaba durmiendo menos que de costumbre. No es de extrañar que más de un “guardián” se escabullera a media mañana para dar una cabezada.

El caso es que el tiempo condicionó la jornada, pero para bien. Las nubes impedían que, pese al calor, el sol quemara. Y la ausencia de viento dejó a las barbacoas campar a sus anchas. Todos estos factores han permitido recuperar lugares que en las dos últimas temporadas habían perdido fuelle. La Fuente Alta y El Lanchar volvieron a ser el punto idóneo para aquellos que buscan tranquilidad, sin llegar el extremo de hacerse ermitaños por un día. El viento había convertido en una tarea de titanes encender una fogata hace un año. A su vez, se alivió el espacio en La Noria, copada en la edición anterior.

Son los puntos típicos para el encuentro de amigos y familiares, con varias mesas superpuestas. Y es la ocasión para que muchos hagan sus pinitos en la cocina. Quién no se va a atrever a poner en la plancha unos choricitos, unas sardinas o una barbacoa (dieta mediterránea en estado puro, vaya). Pero, siendo realistas, y salvo honrosas excepciones, ellas todavía arriman más el hombro, mientras que ellos lo levantan para escanciar la cerveza en los tubos. Los más pequeños permanecen ajenos a esos repartos de tareas. Con sus merendillas les basta para ser los más felices del mundo.

En muchas de esas familias faltan los adolescentes. Definitivamente, se decantan por el entorno del río La Hoz, más atractivo con la crecida de este año. Sin embargo, el hervidero por antonomasia es la zona del pantano. Además de ver el embalse lleno por primera vez en muchos años, se dan todos los ingredientes. Confluyen tres provincias, así que da cobijo a gente de Rute, Cuevas de San Marcos, Iznájar, Encinas Reales, Benamejí… En fin, todas estas localidades donde se celebra la festividad, hasta la sevillana de Marinaleda.

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