Encarnación Ruiz recrea sus vivencias asociadas al barrio de San Pedro y al Jueves Santo en Rute

La exaltadora acompañó su alocución con las  marchas interpretadas a la guitarra por Antonio González

La exaltadora acompañó su alocución con las marchas interpretadas a la guitarra por Antonio González

Y llegó “la exaltación del Abuelito”. Así se conoce popularmente, y de forma abreviada, al hecho de exaltar a las imágenes titulares de la hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y la Soledad de Nuestra Señora. Así comenzó a celebrarse un acto que reivindica la singularidad del Jueves Santo en Rute y que ha alcanzado su mayoría de edad. Dieciocho ediciones contemplan este recorrido nostálgico por un barrio igualmente singular, el de San Pedro. Lo que encierran sus calles y su historia es parte esencial de las tradiciones de Rute. Tal vez por eso emociona que alguien lo repita todos los años, para recordar de dónde venimos. O como dijo la exaltadora de esta edición que rubrica “la mayoría de edad”, Encarnación Ruiz Urbano: “para unir el pasado con el presente”. Por ello, aunque se intuya siempre lo que se va a contar, los devotos de estas imágenes, y en especial los vecinos del barrio, esperan cada edición con entusiasmo renovado. Se diría que era tal ese entusiasmo que la exaltación se ha adelantado, como si no que se quisiera esperar a la tardía celebración de la Semana Santa de este año, bien entrado abril. Y es que, tradicionalmente, este acto se llevaba a cabo el fin de semana previo al Viernes de Dolores. Esta vez, en cambio, llegaba el último sábado de marzo, casi tres semanas antes del Jueves Santo.

Como es costumbre, se ha confiado la tarea a alguien muy vinculado a la hermandad. La elegida ha sido Encarnación Ruiz Urbano, una persona que no sólo ha heredado estas tradiciones, sino que ha sabido trasmitirlas. No es una frase hecha. El presentador fue su propio hijo, Francisco Manuel Navajas Ruiz. Su padre ha sido costalero y capataz de trono de la Soledad de Nuestra Señora. Y su madre ha sido vicepresidenta y camarera de la Virgen en la última junta de Gobierno. No es de extrañar que el joven centrara su intervención en cómo sus progenitores lo habían iniciado en la devoción a los titulares. Francisco Manuel no pudo reprimir la emoción al esbozar el perfil de su madre. Su sinceridad conmovió al auditorio, al confesar que no sabía si había sido “un valiente”, por aceptar la propuesta de ser el presentador, “o un cobarde”, por no haberse negado. Lo que en el fondo tenía claro es “que no podía decir que no”.

A continuación, tomó la palabra su madre. La exaltadora repasó sus vivencias y su trayectoria vinculada a esta hermandad. Recordó primero su niñez, cuando el Jueves Santo y la primavera suponían estrenar ropa. Después revivió los años de juventud, siguiendo a su marido, entonces su novio, que ya era costalero. Para los momentos más emotivos de su alocución, se hizo acompañar con el toque de Antonio González. El joven músico ruteño interpretó con la guitarra, y un aire flamenco añadido, algunas saetas y marchas procesionales emblemáticas. Admitiendo que no es poeta, Encarnación Ruiz recreó en verso sus vivencias más personales. Alternando con ese citado viaje imaginario “del pasado al presente”, resaltó los valores asociados a las imágenes de esta hermandad: humildad, caridad, bondad… Son valores que se sienten al contemplar estas imágenes, sin que parezca hacerse gala de ellos.

En esas vivencias está reflejada mucha gente, desde el ejemplo del niño que llora porque la lluvia impide que salga la procesión a la multitud que espera expectante ante el llanete de San Pedro. Situándose en el momento en que las imágenes salen a la calle, la exaltadora repasó de nuevo en verso los momentos más significativos de la estación procesional. En esos primeros pasos del itinerario Antonio González tocaba “La Madrugá”. No deja de ser curioso cómo puede personalizar un intérprete con su virtuosismo. La popular marcha de Abel Moreno adquiere en la guitarra de González un eco insospechado de los “Recuerdos de la Alhambra”, de Tárrega. A pesar de no utilizar el recurso técnico conocido como “trémolo” (repetir una nota para imitar la continuidad del sonido en la cuerda frotada), su timbre y sonoridad sí que parecen recordar a la pieza de Tárrega, como el propio músico ruteño explicaría después. No puede faltar, en fin, en este recorrido de la memoria la subida acelerada por El Cerro, el descanso con recogimiento en el Llano, el esfuerzo de los costaleros o la multitudinaria espera en el tramo final, de nuevo en San Pedro.

Ruiz concluyó su intervención animando a la gente a vivir la experiencia de ser cofrade y dando lectura a unas breves oraciones a las imágenes titulares. El aplauso final de los asistentes corroboró las palabras del presidente de la hermandad, Juan Arrebola, que se reiteró en su idea de que no podía haber una persona más adecuada para esta exaltación. A continuación, se impuso la medalla de la cofradía a ella y a su presentador. También se hizo lo propio con los hermanos mayores del Abuelito, Mariano Villén y Carmen Roldán. Por último, se desveló la incógnita de quiénes ostentan idéntico cargo con la Virgen. Este año, los hermanos mayores de la Soledad de Nuestra Señora son sus costaleros. En representación de todos, recogieron los báculos Pedro Antonio Aguilera y Félix Rabasco, como capataz y sub-capataz de trono, respectivamente.

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