El entierro de la sardina volvió a sembrar de “algarabía enlutada” las calles de Rute

El anís y los licores sirvieron para dar la extrema unción al pez fiambre

El anís y los licores sirvieron para dar la extrema unción al pez fiambre

Coincidiendo con el miércoles de ceniza, este 6 de febrero volvió a oficiarse el funeral más insólito imaginable. El carnaval de Rute vivió un año más una de sus fechas más señaladas con el entierro de la sardina. Cualquier parecido de este desfile con una procesión no es ni mucho menos mera coincidencia… siempre que se tenga muy presente lo que puede dar de sí el término “parodia” y se ausente cualquier complejo de caer en la blasfemia. Porque, como su nombre indica, el carnaval es una fiesta de la carne y toda forma de hedonismo es bienvenida y está justificada, que ya habrá tiempo de sufrir. Así pues, en lugar de “La Blanca Paloma”, el centro de atención fue la negra sardina; en vez de las casas de hermandad, los bares de tapas; frente a la marcha procesional, la marcha que proporciona la charanga de “Los Piononos”, que dio pie a que los asistentes entonaran sus “himnos de exaltación sardinera”, entre ellos, un clásico de estas citas: “Alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual”.

Por no faltar esta vez, no faltó ni el coche fúnebre, escoltando al pez fiambre. Para que ninguno de los centenares de personas que acompañaban a la comitiva se saltara las particulares reglas del juego, estaban los agentes municipales Ulisía y Evisía, responsables de ordenar (¿o desordenar”) el tráfico, y hasta se contó en esta ocasión con la presencia nada menos que de Torrente, “El brazo carnavalero de la ley”, venido, eso sí, de Los Llanos, en lugar de Marbella. Y puesto que se trata de una fiesta donde se mezcla lo religioso y lo pagano, los disfraces combinaron todo tipo de propuestas para que cada cual diera a la sardina el entierro que considerase más digno: por un lado, viudas enlutadas, curas y monjas (cierto es que el sastre en alguna ocasión se quedó corto a la hora de medir los hábitos); por otro, brujas de Salem, condes Drácula que confundían la sangre con vino tinto y diablillos para quien optara por dar rienda suelta a sus perversiones y fantasías.

Al son del “Carnaval te quiero”, entre risas y llantos, entre lo humano y lo divino, que, como las cuestiones importantes de la vida, el pobre pez genera sentimientos contrapuestos, los locales públicos como el Reylo, el Círculo de Rute o el bar Los Claveles fueron punto de parada obligatoria para repostar, hasta que la comitiva llegó a la zona de la movida, en la calle Málaga, pasada la una y media de la noche, donde se procedió a la “quemada” y a una paella multitudinaria en el Poliedro. En el mundo anglosajón los funerales concluyen con una fiesta de homenaje al ser querido que se ha ido. A esta edición del entierro se sumó un grupo de ingleses de los que viven en el término de Rute; si contemplaban este espectáculo por primera vez, es posible que pensaran que nos hemos pasado a la hora de importar su idea de la fiesta homenaje de despedida.

De esta forma, se puso un año más punto y final al entierro de la sardina, una iniciativa de un grupo de gente que ha convertido esta fiesta en toda una tradición de la que ya se cumplen diecisiete años y que en alguna edición ha llegado a juntar a más de mil personas, no sólo de Rute sino de diferentes puntos de la comarca y hasta de otras provincias, gracias a los estudiantes de la localidad que hay fuera y que invitan a los compañeros a esta propuesta tan llamativa. Y como toda tradición que se precie, la celebración además ha creado cantera, ya que desde hace unos años previamente por la tarde los colegios Ruperto Fernández Tenllado y Fuente del Moral organizan su entierro de “la sardinita”.

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