Antonio Manuel Rodríguez alumbra con la palabra “La luz que fuimos”

  • El escritor e intelectual presenta en Rute su novela histórica sobre un episodio apenas conocido ocurrido en la época dorada del Califato cordobés

El autor se hace acompañar en sus presentaciones del grupo musical “Mujeres mediterráneas”

Muchas de las estrellas que ahora brillan en el cielo hace tiempo que murieron. De igual forma, las culturas que florecieron en nuestra tierra siguen dejando huella. Con esta metáfora Antonio Manuel Rodríguez ilustra el sentido de su novela “La luz que fuimos”. El pensador, intelectual y escritor de Almodóvar del Río sentencia que su brillo es “la luz que somos”. De ahí parte el argumento de esta novela histórica que ahora se ha presentado en Rute, en el Patio con Duende del Museo del Anís, para inaugurar el ciclo “Cultura entre patios”. Lo introdujo la concejala de Cultura en funciones, Ana Lazo, que destacó la “poesía pura” que subyace en la escritura del autor.

  • La novela narra el hecho histórico de cuando en el año 1009 Córdoba era la capital del mundo y el pueblo se alzó contra la tiranía de los hijos de Almanzor

Para promocionar su obra, Antonio Manuel se hace acompañar de las “Mujeres mediterráneas”. En realidad, lo que ofrece es un espectáculo original que combina la ponencia didáctica con la actuación de este grupo musical de formato variable. Oscilando entre dúo y cuarteto, aúna el crisol cultural que significó Al-Ándalus y más concretamente la Córdoba califal en su esplendor. Era una tierra bilingüe, donde el romance andalusí y el árabe culto alumbraron un habla singular, la algarabía. Lo rubrica con otra fábula, la de la serpiente que devoró a la luciérnaga porque su luz le molestaba. La luz que molestaba en aquella Córdoba omeya del año 1009 fue la de un pueblo que se rebeló y se levantó en armas contra la tiranía de los hijos de Almanzor. La calle tomó el poder, cuando “los débiles se impusieron a los poderosos”.

La plenitud de esa época sería recreada por Ibn Hazm en su obra “El collar de la paloma”, a juicio de Antonio Manuel, “el poema más bello compuesto en nuestra tierra”, por más que Hazm lo creara en el exilio de Játiva. “La luz que fuimos” une la rebelión del pueblo con ese poema de nostalgia de la tierra perdida, en una historia narrada como ficción literaria, pero de la que asegura que lo que cuenta es “real en un 90%”. Lo pone en voz de mujeres, haciendo justicia al protagonismo que tuvieron en una sociedad, a su manera, revolucionaria y adelantada a su tiempo. Fue, también, una sociedad paradójica, donde las mujeres más libres eran las esclavas, que llegaban a contar con nueve años de formación para tareas diplomáticas. Hasta tal punto eran poderosas que hubo una, Aisha, que heredó “la mayor biblioteca de occidente”.

Es uno de los muchos episodios ensombrecidos de nuestra historia donde el escritor de Almodóvar pone la luz y la lupa en su novela. Esa “luz que fuimos” resultó efímera, entre otras cosas, por la connivencia de los otros reinos peninsulares, que contribuirían a aplacar la rebelión y entregaron el poder a los sufíes. El enfrentamiento desembocó en una guerra civil de proporciones desconocidas hasta entonces que culminaría con la proclamación de la república en 1031. Antonio Manuel lamenta que se haya “amputado” esa parte de nuestro pasado. No entiende que pensadores como Maimónides o Averroes, que llevaron la herencia del pensamiento grecolatino a occidente, hayan sido “extranjerizados por ser musulmanes”. Siglo tras siglo, nos han educado contra ese saber.

El autor, en suma, reivindica que somos “la consecuencia de un sustrato civilizatorio, un palimpsesto cultural”. Antonio Manuel presume de que Andalucía ha sido “un hostal donde hemos conquistado a nuestros conquistadores”. No pretende “idealizar” Al-Ándalus, pero se niega a que su civilización, su cultura y su legado sean “demonizados”. No es de extrañar que, además de dar las gracias a Ana Lazo por su firme apuesta por la cultura, Antonio Manuel dedicara su disertación a Antonio Gala. El escritor cordobés, fallecido el fin de semana anterior, aunó no sólo ese crisol cultural de nuestra tierra sino la defensa de los más débiles. Su figura es el reflejo de esa luz que brilló cuando Córdoba fue “el centro cultural del universo”.

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