Y La Molina fue de nuevo Sierra Morena

  • Centenares de personas se asomaron a la carretera de Priego para recibir a los hermanos de Andújar y dar comienzo a las Fiestas de la Virgen de la Cabeza


 Llegada hermanos de Andújar 

La Subbética cordobesa es tierra montañosa, como Sierra Morena, fronterizas ambas por un lado, pero a la vez cruces de culturas y viajeros. Ahí empiezan las similitudes que cada lunes posterior al último domingo de abril acercan Rute y Andújar. La Molina es la ronda que comunica con el Cerro del Cabezo, en un viaje atemporal que se adentra siglos atrás. No más lejos del cortijo “La Montañesa” (hoy en ruinas) paran ahora en el mejor de los casos los autobuses. Apenas un par de kilómetros en el espacio recrean los casi ciento cincuenta que durante años y años recorrieron a pie aquellos peregrinos primigenios que iban a la romería de la Virgen de la Cabeza.

  • La Molina siempre fue el camino que llevaba y traía a los ruteños que peregrinaban hasta el Cerro del Cabezo

Su fidelidad era doble, por la propia devoción por la Morenita, pero también por la constancia en acudir cada año hasta tierras jienenses. Más de un día completo de camino de vuelta, desgastando alpargatas y zapatos, pezuñas de los burros los más afortunados. Pero no se perdió la fe ni la puntualidad en la cita. Ni siquiera en los peores años, como en la posguerra, Rute dejó de estar presente en Andújar; cualquier cosa para no ceder puestos en el ranking de antigüedad que sitúa a la cofradía de nuestro pueblo en el podio imaginario de las filiales más veteranas.

Desde la entrada de La Molina se veía asomar a aquellos romeros que volvían a casa con la buena nueva de que, tras Andújar, el comienzo de las Fiestas de Mayo era inminente. Los cohetes iban anunciando su llegada, débiles a lo lejos, más estruendosos conforme se acercaban y crecía un cosquilleo que no se explica con palabras, si acaso las que toman forma de notas musicales al cantarse los himnos de la Morenita. A La Molina se asomaban las familias, con esos padres y esas madres que explicaban a sus pequeños de dónde venían tan contentos sus paisanos, sus hermanos, los hermanos de Andújar. Para esos pequeños fue su primera toma de conciencia de lo que es mayo en Rute, su primer acercamiento a la Virgen de la Cabeza, su primera muestra de fervor.

Quienes lo contaron se han ido marchando por el túnel de la vida. Pero los que quedan, todavía hoy explican estas cosas a las generaciones actuales que no lo saben. Se cuentan mientras se aguarda a esa riada multicolor de trajes romeros, pendones y banderas que tremolan y ondean, confundiéndose en su gama cromática con la primavera floreada de La Molina. Cuando se alcanza a comprender lo que hicieron aquellos peregrinos de a pie, se dan sus mismos pasos, aunque ya sean menos, se canta con sus voces, las voces que desde ese otro túnel del tiempo vienen empujadas por el viento de la historia, llevadas en volandas por sus antepasados, hasta el presente de San Francisco. Allí van, a recordar con himnos a la Morenita y a todo el pueblo de Rute que mayo y sus Fiestas de la Virgen de la Cabeza ya están aquí un año más.

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