Todo sigue igual

Cuando nos disponemos a escribir éste artículo, justo se cumplen cien días de que se constituyera la nueva Corporación Municipal, que por alguna norma no escrita o por aquello de que es una cifra redonda, es el habitual tiempo de “gracia” que se concede a modo de cortesía a cualquier gobierno para evaluar su forma de proceder. Cortesía y tiempo de gracia que tampoco se entienden muy bien pues el equipo de gobierno poco tenía de nuevo en el cargo, y salvo alguno de sus miembros que sí que se incorporaban como aquellos jóvenes que inician el curso por primera vez y no tienen mucha idea de dónde está el aula, el resto se puede entender que ya eran avezados veteranos en esto del desgobierno al que estamos acostumbrados en Rute, pues entre unos y otros, tantos como casi la mitad, llevan siendo concejales desde el siglo pasado. Porque, ¿qué ha avanzado en Rute? Rute estaba sucio hace cien días, y sigue sucio; en Rute había sensación de dejadez hace cien días, y sigue sigue habiendo esa misma sensación; en Rute se eternizaban los trámites hace cien días, y se siguen eternizando; el equipo de gobierno funcionaba a base de publicaciones de la oposición en Facebook hace cien días, y ahora siguen funcionando a base de publicaciones en redes sociales; el Alcalde estaba ausente y pasaba olímpicamente de Rute hace cien días, y ahora sigue pasando. Por tanto, ¿Qué ha cambiado en éstos cien días? Sí, ha cambiado en una cosa, y es que ahora tenemos el dudoso honor de ser el pueblo de la Subbética que más tarda en pagar a sus proveedores. Y si la situación a nivel local es de parálisis, a nivel nacional el panorama es francamente preocupante, y es que la clase política encabezada por Pedro Sánchez está demostrando que está muy alejada de los problemas de la gente de a pie. A nadie le cabe en la cabeza que cinco meses después de votar en Elecciones Generales a Cortes tengamos que ir a votar nuevamente porque nuestros políticos han sido incapaces de alcanzar un acuerdo, incapaces de cumplir con la única obligación que tienen, que no es sino alcanzar acuerdos para resolver los problemas de los ciudadanos. La cuarta vez en cuatro años que tenemos que ir a votar por el simple hecho de Pedro Sánchez quiera ser Presidente del Gobierno de España a toda costa y por agotamiento de los españoles, y en las condiciones que él dicte, no en las que le han dicho los españoles que tiene que serlo. Pedro Sánchez es como aquel no tan niño que jugaba en el anuncio y como no se hacía lo que quería, se llevaba el juego, con la diferencia, de que España no es un juego ni un juguete roto en manos de nadie. España no puede permitirse seguir en éste estado de parálisis, y la clase política no puede seguir desprestigiando de ésta forma el ejercicio de la función pública. Es por ello necesario que cunda el ejemplo de Andalucía, donde por primera vez en nuestra historia reciente, pese a navegar con todo en contra, se están consiguiendo grandes avances. En primer lugar por sacar a la luz toda la corrupción oculta que había después de cuarenta años de gobiernos socialistas, y en segundo lugar por conseguir devolver la ilusión a una tierra que se había resignado a ser el vagón de cola de Europa cuando tiene potencial y lo está demostrando, para ser la locomotora de Europa.

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