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Este ruteño ha sabido mantener vivo el legado familiar y un negocio basado en uno de los productos más preciados de la localidad
Timoteo Linares representa a esa generación de ruteños hechos a sí mismo y que supo apreciar el valor de mantener vivo el legado familiar y un negocio basado en la elaboración de uno de los productos más preciados de la localidad: los churros. Este ruteño ha estado más de 40 años elaborando artesanalmente uno de los productos más típicos de nuestra gastronomía. Timoteo Linares es hombre afable y amable y su nombre es sinónimo de tradición, dedicación y esfuerzo.
- El churrero ruteño pasa el testigo a su sobrino, la quinta generación de la saga familiar
Su principal receta es mantener un producto de calidad con los ingredientes de “toda la vida”, apunta. Este churrero utiliza la misma receta que empleaba su bisabuela, abuela, padres y tíos, y la que también usan sus otros tres hermanos y hermanas. Ésta receta casera incluye: harina, sal, carbonato y agua. Según dice hacer la masa es “sencillo” aunque admite que “cada uno le da su toque especial”. Sin embargo, lo cierto es que, aunque existe una receta única no todos los churros gustan por igual.
En este sentido, Timoteo puede presumir de tener una clientela fija y que está muy satisfecha con el producto. Una clientela fiel que ha logrado mantener durante décadas. Por su churrería han pasado centenarias de ruteños y ruteñas que nunca han salido defraudados. El secreto está en la masa, asegura Timoteo, en saber cuál es la textura óptima y los grados a los que hay que mantener el aceite para freír los churros. Se trata de conseguir una masa que termina convirtiéndose en un churro crujiente por fuera y esponjoso por dentro. Toda una exquisitez para el paladar.
A lo largo de todo este tiempo Timoteo no ha dejado de abrir ni un solo día. Ha trabajado todos los días de la semana, incluidos sábados, domingos y festivos. Bueno, sí, apunta Linares, “descansaba el Viernes Santo, y algún que otro día de obligada visita a los médicos”. Cada día se ha levantado a las siete de la mañana para que la masa y el aceite estén preparados para la hora de hacer los churros. Éstos se sirven recién hechos y en un horario que abarca desde primera hora de la mañana hasta el mediodía.
Timoteo comenzó con tan sólo 10 años ayudando a sus padres. Tanto él como sus otros tres hermanos y hermanas se han dedicado al negocio familiar con la colocación de puestos en diferentes puntos del municipio. Él es miembro de la cuarta generación. Desde 1976 trabaja en uno de los puestos del Mercado de Abastos, primero en el edificio antiguo, y desde 1982, en el actual. El relevo está asegurado con la quinta generación del negocio de los Linares. El testigo lo recoge uno de sus sobrinos, a quien Timoteo recomienda que “siga con los pasos de la familia y apostando por hacer los churros sin ningún tipo de maquinaria industrial”.
Timoteo confía en que su sobrino sepa mantener el legado familiar. Por eso, éste churrero ruteño ha depositado en él su conocimiento y todo cuanto aprendió de sus ancestros. A lo largo de su trayectoria profesional ha estado acompañado de su esposa, Ana María Campillos. Desde que se casaron, hace 38 años, ambos han constituido un tándem imprescindible para ofrecer un servicio de calidad al cliente. Ella, aprovechando la jubilación de Timoteo, también se retira del negocio.
El último día del mes de marzo ha sido la fecha en la que Timoteo se ha puesto por última vez al frente del negocio. Este churrero ruteño ha aprovechado para agradecer a sus clientes la confianza mostrada durante tantos años. Sin duda, a lo largo de los años los churros de Timoteo Linares han dejado huella en Rute y se han convertido en un legado de sabor y tradición que, afortunadamente, van a seguir vivos en cada bocado.