Sigue siendo Rute

En memoria de Dolores Cruz Gómez,

a la que tanto le gustaba ir a la novena

y al pregón de la Virgen del Carmen.

Y por haber sido la simpatía

y la bondad en persona.

 

 “Las fiestas de un pueblo (…) suponen siempre

 una plaza pública en el calendario”.

                                                                                                                                                                                            

                                    Luis García Montero

Con los cambios propios, que el paso del tiempo introduce, Rute sigue siendo Rute. Un pueblo con atractivos indudables, a la vista de cualquiera, pero también con aspectos que mejorar: hay demasiados aparcamientos públicos en solares céntricos, un magnífico edificio – que fuera hospital – abandonado desde hace años, un Centro de Salud que pide a voces una mano de pintura que, unos por otros, nadie le da. El Rute de sillas en la puerta al fresco ha desaparecido casi por completo. Pero, a pesar de todo, sigue siendo Rute, con sus fiestas en honor a la Virgen del Carmen, su Patrona. La vida es cambio y, sin embargo, reconforta encontrarse con cosas que permanecen, en las que el tiempo parece haberse detenido y darnos árnica frente al olvido: la aurora, la novena, el pregón, la Virgen saliendo al anochecer del 15 de agosto… Es importante avanzar sin romper con la tradición para seguir reconociéndonos en las fiestas que celebramos. Las fiestas nos unen al pasado y nos enlazan con el futuro. Vuelven fieles a sí mismas, puntuales, removiendo recuerdos, como queriendo devolvernos por un instante la dicha de otros años y añadirle la de ahora. Parece que las fiestas son siempre iguales y, aparentemente, lo son, pero nunca se viven de la misma manera porque la vida no se está quieta. Va, viene… Nos sorprende. Unos años no se está para fiestas y otros nos pillan con ganas de ellas. De todo hay. El caso es que no se entiende Rute sin el mes de agosto, con sus fiestas y su feria, aunque venida a menos, quizás por un cambio de costumbres o acaso por coincidir con las vacaciones de muchos.
Rute es, entre otras muchas vivencias cosidas a pespunte al alma, las fiestas de mayo y las de agosto y, aunque sea legítimo que gusten más unas fiestas que otras, las dos son dignas de verse y disfrutarse y tienen un encanto indiscutible. Está de más contraponerlas. No son incompatibles. Pero ahora toca vivir las de la Virgen del Carmen y comprobar que Rute cobra vida los primeros días de agosto. Viene gente con otros acentos. Algunos hace mucho que se fueron del pueblo. A otros les gusta volver a las raíces y visitar el pueblo de sus padres y sus abuelos. Rute es muchas cosas, y es, sin duda, el 15 de agosto, el día del Carmen, un día grande y radiante de fiesta, luminoso donde los haya, plenitud de un mes de descanso para la mayoría. Pero el tiempo vuela, especialmente en verano y, pasadas las fiestas, Rute vuelve a su ritmo de siempre, quizás más adormecido de lo normal por estar mucha gente de vacaciones. Regresa lo habitual, que también tiene su encanto, pero, inevitablemente, se siente hondo el vértigo de lo mucho que ha de pasar hasta que vuelva a ser agosto otra vez. Vendrá el otoño y el invierno, con sus días más cortos; volverá el frío, el trabajo, las ocupaciones cotidianas, la briega diaria como un sendero, pedregoso en ocasiones, que hay que atravesar hasta que vuelva a ser verano y el tiempo se remanse y los días no tengan más afán que el de ser vividos sin prisas ni horarios.
Pero ahora, por suerte, estamos en agosto y este año volverá, por fin, a las calles la Virgen del Carmen, al caer la tarde del 15 de agosto, a los tres años de salir por última vez ese día. Recorrerá su pueblo como antes de que irrumpiera la horrible pandemia. Lo hará al son de la estupenda banda municipal de música de Rute. Sonará, tal vez, la entrañable “Flor del Carmelo”, de Sebastián Valero, o la hermosa “Reina entre olivares”, de nuestro querido paisano Antonio González Écija. Olerá a nardos de nuevo. La vida volverá a parecer hospitalaria y amable. Se darán cita emociones varias al paso de la Virgen por un Rute con alumbrado de fiesta desafiando a un otoño que anuncian será de ahorro energético y de incertidumbre, con unos precios al alza y una guerra en Ucrania que ya no abre telediarios, pero que no cesa.
No sabemos qué nos espera. De momento, solo tenemos una certeza: que es agosto, que estamos de fiestas y que Rute nos cursa una invitación a vivirlas como si no hubiera un mañana, aunque lo haya. Que la vida está para dar buena cuenta de lo mejor de ella y que Rute sigue siendo Rute, nuestro paraíso al alcance del que nunca jamás nos gustaría ser desterrados; no, al menos, sin antes haberlo disfrutado en agosto y siempre que se pueda, al máximo. ¡Felices fiestas tengamos!

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