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El multitudinario recibimiento de los Hermanos de Andújar anuncia unas Fiestas en honor a la Virgen de la Cabeza que volverán a celebrarse en plenitud
Galería llegada Hermanos de Andújar
Y todo volvió a ser normal, a recordarse como siempre, a vivirse como nunca, como si no hubieran pasado tres años desde la vez anterior. Y Rute volvió a soñar con mayo. Aún descolgaba el sol sobre el santuario de Araceli y teñía en el Canuto y Las Cruces su inigualable espejo anaranjado que avisa de lo que llega desde Andújar. Se apuraban los suspiros finales de una jornada festiva local, que se alargaba desde el fin de semana previo, desde ese último domingo de abril donde en tierras jienenses se anticipa lo que está en camino. La romería de la Virgen de la Cabeza es el pórtico que abre las Fiestas de Mayo en Rute, las de la cuarta cofradía filial de la Morenita por antigüedad, marchamo de fe centenaria.
Fue entonces cuando sonó el primer cohete allá por La Teja, aún lejana, pero a la vez con la cercanía que precede a una emoción contenida, la llegada de los Hermanos de Andújar. Justo allí paró el autobús procedente de Sierra Morena. Y con él se detuvo la historia, como si esperara a quienes ya no están, a quienes se han quedado por el camino. Porque sus pasajeros vienen del fondo del tiempo, de un tiempo en que el asfalto era polvo; la carretera, vereda; y la calzada, carril; y un borriquillo era el coche. Sobre la tierra y el alquitrán están selladas las huellas de los que certificaron con su constancia de romeros una fidelidad de siglos a esta tradición.
- La romería de la Virgen de la Cabeza es el pórtico que abre las Fiestas de Mayo en Rute, las de la cuarta cofradía filial de la Morenita por antigüedad
Salir a recibir a los Hermanos de Andújar es reencontrarse con ese camino donde se aúnan el espacio y el tiempo, el Cerro del Cabezo y el Llano, lo que fuimos y lo que somos, la memoria colectiva de un pueblo en torno a una devoción, el recuerdo a quienes faltan y el respeto de quienes quedan. Ese camino se recrea en La Molina y entra en Rute aspirando aromas de gayomba y anís, aupado por el viento de la historia.
Es el viento que agita pendones y banderas, el viento que prolonga los ecos que pregonaron nuestros antepasados, el eco que suspende en el aire un “Morenita, guapa” interminable. Ese grito espontáneo se funde en San Francisco con las notas de la charanga Silosé Novengo, en unos himnos cuyas letras resumen el fervor ancestral por la Virgen de la Cabeza y portan un mensaje ilusionante: Rute sueña con mayo. Tres años más tarde, será un mayo como siempre, que volverá a vivirse como nunca.