Rute fue un hervidero de gente para ver en la calle a la Virgen del Carmen

  • La salida procesional puso un año más el colofón a las Fiestas Patronales

  • La noche del 15 de agosto fue de nuevo un momento de reencuentro de muchos ruteños con sus raíces

procesion
De nuevo, uno de los instantes más intensos se vivió cuando las costaleras mecieron a la Virgen en el Paseo Francisco Salto

Galería

Y Rute volvió a ser una fiesta. No lo fue sólo por venir la fecha del 15 de agosto anotada en rojo en el calendario. La peculiar forma en que se viven las celebraciones religiosas hace que su momento final coincida con la cumbre. Por eso, aunque tiene ese punto nostálgico de echar el cierre a una etapa intensa, vienen marcadas por la alegría de la propia celebración. Las Fiestas Patronales en honor a la Virgen del Carmen no son desde luego una excepción, al contrario. Representan la culminación de un mes largo de cultos y actos en los que se rinde pleitesía y fervor a la Patrona de Rute. Atrás quedan semanas emotivas, de momentos que cada uno guarda en su subconsciente para los restos, como ese paraíso perdido al que siempre se puede volver en busca de lo mejor de nosotros mismos. Bastaría que el 15 de agosto reuniera esos requisitos para que de por sí ya constituyera un momento especial. Pero es que Rute entero es diferente en estas fechas.

Decía el sacerdote Pedro Santiago Álvarez, predicador de la novena, presentador del pregonero y en suma carmelita de pro, que en todos los cultos y actos hay algo de encuentro: espiritual, social o festivo. Para muchos, es un encuentro, reencuentro, con sus raíces. Como en Navidad, los ruteños y las ruteñas vuelven a casa en agosto. El mes vacacional por excelencia permite a muchos de quienes están fuera retornar por unos días a su condición de ser naturales de Rute. Recorren sus calles, engalanadas para recibir a la Virgen del Carmen como se recibe a la Patrona de la villa, y en ese recorrido repasan lo que fueron y lo que no renuncian a volver a ser. Traen de fuera, de sus distintos lugares a donde el destino les llevó, un aire fresco.

No es de extrañar que hasta la ola de calor que tanto ha castigado en verano haya dado una tregua para disfrutar en plenitud de las Fiestas Patronales. También los ruteños que están fuera contribuyen de manera decisiva a que en la primera quincena de agosto en Rute se respire un aire especial. Y cómo no, está la aportación de la gente del pueblo, que quieren convertirlo en un escaparate y algo digno de ver para el visitante. Hay un combinado de sentimientos complementarios, no encontrados o contrapuestos, sino que confluyen para que cada cual los viva de una manera única, personal, distinta. Ahondando en las palabras del predicador, cada uno vive las fiestas con lo que más le llega: desde lo más religioso a lo más alegre, pero con la imprescindible aportación de que ambas posibilidades pueden darse simultáneamente.

Como en una composición musical, la intensidad de los actos va “in crescendo” desde primeros de julio hasta alcanzar la jornada del 15 de agosto. Tras el pregón y la coronación, y la posterior cena de hermandad en el Parque Nuestra Señora del Carmen, la actuación en el teatro al aire libre Alcalde Pedro Flores, patrocinada por la concejalía de Festejos, había servido a su vez de nexo de unión con el día más grande de estas fiestas. Apenas unas horas después, a las ocho de la mañana, la Banda Municipal ya estaba recordando con su diana que estaba a punto de vivirse algo especial, esa experiencia en que se da la mano con naturalidad lo religioso y lo festivo. Por eso a nadie choca que tras la función religiosa venga el pasacalles de gigantes y cabezudos, para pequeños y no tan pequeños, y que después llegara el espectáculo de animación infantil, patrocinado igualmente por el área de Festejos. Sin perder de vista que las Fiestas Patronales representan la devoción a la Virgen del Carmen, los fotogramas de la jornada configuran un collage visual donde estas atracciones tienen un papel imprescindible. Sin estos pasacalles el 15 de agosto no se recordaría igual.

Otro punto de encuentro es la mesa de regalos. No sólo sirve para colaborar con la Virgen y la cofradía. Es además un lugar de paso para quienes van y vienen a lo largo del día, y permite “hacer tiempo” hasta que llega el momento más esperado. Ese momento tiene una hora fijada cada 15 de agosto. A las nueve de la noche las campanas de Santa Catalina no repicaban, sino que latían. Recogían el sentir de la muchedumbre que se agolpaba expectante a las puertas de la iglesia para ver salir a la Patrona, igual que todos los años, diferente como siempre. Las vivencias se renuevan y en cada ocasión adquieren nuevos matices. Quien aún no ha visto el paso a la altura del Círculo de Rute, se emociona cuando de sus ventanales sale la voz de Diana Navarro interpretando la Salve Marinera. Y quien en los últimos años ha asistido a ese instante tan emotivo y a la vez intimista lo considera ya parte fundamental del recorrido.

Fue como comenzar la procesión en lo más alto, para que la intensidad no decayera. La Patrona paseó por las calles de Rute con el acompañamiento de autoridades políticas y eclesiásticas, representantes de las cofradías y hermandades ruteñas, así como la Agrupación Nuestro Padre Jesús Despojado, de Jaén, y cómo no, de nuevo la Banda Municipal. Llegó frente a las puertas de San Francisco de Asís, donde le rindieron honores, al igual que en San Pedro, tras bajar por el Cerro. Pero, como si de un río se tratara, ese caudaloso trayecto desemboca en la inmensidad y la intensidad del Paseo Francisco Salto. Es el momento más multitudinario, no sólo por la capacidad de público que puede albergar el paseo, sino por los episodios que depara. En menos de una década, se ha hecho cita obligada la hora en que las costaleras mecen a la Virgen al son de la Salve Marinera y el Himno a Nuestra Señora del Carmen. Centenares de personas acumulan una experiencia propia, única, de esos minutos. Poco importa entonces que los cohetes sufran un retraso, porque la explosión de alegría y fervor se ha producido antes en el interior de cada uno.

Después, queda la vuelta a casa, el paso a la altura del Ayuntamiento, donde el trono vuelve a ser mecido, antes de enfilar la recta final calle Toledo adelante. Suena de nuevo “Reina y señora”, para romper cualquier atisbo de tristeza que pudiera aparecer en el último instante. La Virgen del Carmen entra en su templo. Falta un año para que vuelva a estar en la calle. La mayoría esperará con impaciencia que llegue de nuevo ese día, pero sabrán que, como ha ocurrido una vez más, su espera volverá a verse colmada.

Deja un comentario