Rute en fiestas

A Dolores López Flores,

                                                                                 que tanto hizo por la Virgen del Carmen

                                                                                                                  y por todo lo que emprendió entusiasta.

                                                                                                                  A la memoria de una mujer fuerte,

                                                                                                                  echada para delante, valiente,

                                                                                                                  y a su familia y amistades.

                                                                                                                  Su recuerdo nos queda para siempre.

Digo “Rute” y se altera la sangre y hasta el pulso se acelera. Digo “Rute” y viene a la mente todo lo bueno que hay en este pueblo y, también, con pesar, ese hospital abandonado y ese Centro de Salud que pide a gritos un encalo. Oigo “Rute” y llueven recuerdos, envueltos en ternura: madrugadas al fresco, ya perdidas, que solo habitan la memoria, y aquellos gloriosos tiempos en que los niños jugaban en las peanas y los parques hasta que los llamaba su madre. Digo “Rute” y aparece, inevitable, Ella, la Virgen del Carmen, llenando julio y agosto, con su belleza serena, irrebatible, por encima de cualquier rivalidad que pretenda empequeñecerla.
Rute, ese lugar del que es imposible irse sin que se te quede dentro, endulzando la vida con solo recordarlo. Rute, que celebra ahora sus fiestas patronales. Por eso, sales a la calle, donde te espera la vida y un pueblo en fiestas. Puede ser que no tengas gana, pero las penas no se quitan bajando la persiana. Este Rute, ahora de gala, con alumbrado especial luciendo en sus calles, es, en esencia, el mismo que otras veces te entusiasmó. El mismo en que jugaste de niño o te enamoraste aquel verano o aquel invierno, sin esperarlo. Alégrate de ver que hay cosas que siguen en su sitio, fachadas que aguantan el envite imparable y desalmado del tiempo y las modas, nombres que resisten entre tus contactos y afectos que mitigan los desengaños.
Encuéntrate con paisanos que acaso solo ves por estas fechas y respira hondo el ambiente de fiesta. Hace años que no eres tú quien corre delante de los cabezudos, pero, si entornas los ojos, aún puedes verte corriendo, bajando el Cerro. Y deja que sea Ella, la Virgen del Carmen, quien marque tus pasos con su olor a nardos la noche del 15 de agosto, como tantas otras veces lo hizo. Que Ella es de todo el que sepa mirarla, de arriba y de abajo, de todos lados, sin absurdas polémicas que a ningún puerto conducen. Rute es mayo y agosto, la Virgen de la Cabeza y la del Carmen, como es cada una de sus cofradías. No hay por qué decantarse por una u otra, sino potenciar y disfrutar cada una de ellas.
Sal al encuentro con lo mejor de la vida, vestida de vacaciones, con sabor a dicha y olor a dama de noche del parque. Que sea el reloj de lo alto de la plaza el que marque tus horas. Escucha cantar a la aurora, que suena como de costumbre, aunque con sentidas ausencias y ya, desgraciadamente, sin Alfonso. Renueva ese pacto que consiste en que tú harás por participar de las fiestas siempre que la vida te deje hacerlo sin sobresaltos. Porque las fiestas son refugio pasajero y, sin embargo, árnica para el alma, que ansía el cobijo de lo querido. Las fiestas invitan a salir, aunque se tengan heridas abiertas, aunque duela la vida. Y son siempre una victoria frente al desencanto, una plantar cara al destino, un pulso echado a la tristeza, la resistencia numantina frente a los golpes que quitan las ganas de fiesta, ese no tirar la toalla y mantener el tipo con dignidad, a pesar de que el entusiasmo pueda ir menguando en función al desapego hacia todo que provocan los chascos llevados con los años.
Sal. Es tu pueblo, tu gente. Es la vida mostrando su mejor cara, su lado más amable, y queriendo conquistarte de nuevo. Es el calendario dándote una tregua en los quehaceres. Es Rute, despampanante, rebosante de luz y vida, envolviéndote en su aire. Rute, tu pasión, tu edén, tu acento inconfundible, que está de fiesta y quiere que seas parte de ella, abriendo ventanas para que se cuelen esperanzas o ilusiones nuevas, poniendo el ánimo en “modo fiesta”, bloqueando malestares, eliminando desalientos, mandando a la papelera de reciclaje – o a la de basura – todo lo que te impida sentirte bien. Porque esto, este aquí y este ahora, sin dejar lo deseado para luego, es, al fin y al cabo, lo que tenemos. El mañana siempre queda a trasmano o muy lejos. Disfrutar sin demora de lo grato que la vida ofrece es el truco. No posponer los goces, que después puede ser tarde o no llegar nunca. Saborear lo mejor de los días sin guardarse las ganas ni las palabras. Para no arrepentirnos de, al menos, haber intentado aprovechar las oportunidades que se presentaron o de haberlas propiciado. La vida espera cada día anhelando ser vivida. No dejemos que pase sin acudir a su cita diaria, mientras nos convoque. Menos aún si es en Rute y en agosto. Ya estamos tardando. ¡Vamos!

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