REGRESO AL PASADO

Es fácil comprender el desencanto o desafecto con la política por parte de la ciudadanía, dado que la herramienta que se consideraba el pilar fundamental para mejorar la vida de un país no termina de solucionar los problemas acuciantes que se ven acrecentados por la globalización y por los poderes económicos, cada vez más deshumanizados y egoístas en sus aspiraciones económicas. En este caldo de cultivo también es entendible que las fuerzas políticas extremas, con discursos radicales poco respetuosos con las minorías y con los valores democráticos básicos, se apoderen del voto cautivo de los desencantados y de los que durante tiempo tuvieron la careta de demócratas puesta pero que ahora han visto la oportunidad de ir de frente sin miedo al qué dirán. La extrema derecha se presenta como la solución a todos los problemas, pero una vez en el poder comienzan a actuar como bien les dicta su ADN, con medidas retrógradas que intentan devolvernos a un pasado de miedo y sometimiento ya anclado en las oscuras páginas de la historia. Historia que deberían conocer muchos ciudadanos para ser conscientes de que un voto a un partido segregador, rupturista con los principios democráticos, racista y con carencia del sentido mínimo de humanidad que todos deberían practicar, no puede trabajar por el bien común, no puede proporcionar estabilidad y paz social, no puede garantizar el desarrollo personal libre e igualitario de la ciudadanía con plenitud de derechos y con los mismos deberes. Sirva como ejemplo la última decisión de la mayoría conservadora de los jueces de EE.UU. en su interpretación de la constitución estadounidense y la abolición del derecho al aborto, un logro del feminismo y de las sociedades democráticas. O las palabras del vicepresidente de Castilla y León (el cargo de Vox con sueldo pero sin competencias, cobrando sin asumir responsabilidades) al proclamar que el sexo solo debe tenerse para procrear, una vuelta radical al nacionalcatolicismo de los años más oscuros de la historia de España. Así son sus acciones una vez ocupan las esferas del poder en las que no creen siquiera (recordemos que Vox quiere suprimir autonomías). Es por ello que se hace más necesario que nunca conseguir una unidad en las fuerzas políticas de izquierdas para no desmembrar el voto y perder escaños inútilmente. Y también acciones políticas valientes desde los órganos de gobierno que se ocupan para defender los derechos constitucionales que más afectan a la vida directa de la ciudadanía, para que ésta recupere la ilusión y la esperanza en las instituciones del Estado, las que deben garantizar que todos somos iguales antes la ley, nacemos libres, tenemos todos los derechos garantizados y podamos vivir en paz y armonía entre todos. Un derecho no es una obligación. Tener derecho a abortar no significa que tengas que abortar, sino que en caso de tener que hacerlo por cualquier circunstancia personal, se haga sin incurrir en delito y con garantías sanitarias. Tener derecho al matrimonio no obliga a nadie a casarse, pero sí permite que personas que se aman puedan formar una familia como todas las demás, porque en una familia no importa el sexo de las parejas, sino el amor entre ellas y hacia sus hijos/as. Por eso, ahora más que nunca, deberíamos comenzar a trabajar para recuperar el apoyo social de todos aquellos que vieron una luz cegadora en la ultraderecha pero jamás compartieron esos ideales rancios y anticuados que jamás permitieron una vida plena de todas las personas.

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