Propósitos de otoño

A la memoria de José Montes Mora,
ejemplo de esfuerzo y superación en tiempos difíciles
y Mención Especial por su trayectoria vital
en los “Premios Villa de Rute 2021”.
Descanse en paz.

“(…) aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha”

Mario Benedetti

Ha llegado puntual el otoño, aunque el verano parece resistirse a marcharse. Remolonea, como si no quisiera irse del todo, pero ya estamos metidos en el otoño, esa estación que, con los días que van acortando, parece invitar al recogimiento, después de la explosión de luz del verano. Ya fue la vuelta al cole, al trabajo y a lo cotidiano. Ya terminó la llamada “cuesta de septiembre”. A veces, cuesta subirla y volver a lo de siempre. Además, son muchos los gastos que conlleva la vuelta al colegio. Septiembre se asemeja a enero en lo que tiene de comienzo, de propósitos que se hacen y que muchas veces no llegan a término. Algunos serán engullidos por la realidad, que se impone implacable, y morirán devorados por los quehaceres cotidianos. Septiembre tiene también el poder de evocar otros septiembres que le precedieron, en los que éramos nosotros quienes volvían al colegio. Septiembre olía entonces – olerá siempre en la memoria – a libros forrados y nuevos. Con el tiempo, el otoño tal vez ilusiona menos y no nos hacemos demasiados propósitos por temor a tener que deshacerlos. Nos enrolamos en la rutina diaria y es ella la que nos va llevando. Pero la vida hay que adornarla como sea, sacarle partido, verle su mejor perfil. Ojalá encuentre cada cual algo que le distraiga del a menudo desolador panorama mundial: gente matándose en Líbano, Israel, Palestina y otros lugares… En nuestro país, un clima político poco alentador, con discusiones broncas entre gobierno y oposición, pateras que llegan a nuestras costas a diario, precios por las nubes, alquileres disparados… Y, en el día a día más cercano, cada uno con su tarea, sus circunstancias, su historia. Por eso, es digno de admiración el afán de superación constante de la gente, su levantarse y afrontar lo que venga. Como admirable es la disposición de algunos para, por ejemplo, apuntarse a clase de inglés o matricularse en la Universidad, aunque su presencia suba la media de edad del grupo, y encomiable el acopio de voluntad y tesón para emprender algo que siempre se había querido hacer y no se hizo en su momento. Aún podemos estar a tiempo. Siempre es loable la actitud de todo aquel que deja de lado prejuicios, ignora comentarios malintencionados (no exentos de cierta envidia, en ocasiones) y se empeña aún en perseguir algún sueño dormido, sin importar que sean muchos ya los otoños vividos y haciendo caso omiso al terrible y paralizante “qué dirán”. Admirable es vencer la pereza, echarle valor, no dejarse llevar por la desidia y recomenzar con ilusión el curso, retomando asignaturas pendientes o emprendiendo nuevos retos, echándose a la espalda el desencanto y cubriendo las rozaduras del alma para que no rocen más ni impidan andar.

El otoño tiene la capacidad de “resetearnos”, de ponernos en marcha de nuevo después del verano. Y, más que llegar a puerto, importa embarcarse, hacerse a la mar en calma o bravía y desconocida de cada día, no anclarnos ni quedarnos amarrados a puerto por temor a la singladura. Porque hay mucho mar por navegar esperándonos y sueños que no merecen morir ahogados. Porque, mientras alberguemos ilusiones, no hay que sentarse a verlas venir, sino hacer por verlas cumplidas, no bajar los brazos, no encogernos de hombros, indiferentes. Cada día nos espera la vida y no hay que dar nada por hecho, sino hacerlo. Ponerse manos a la obra, sacudirse miedos y excusas, y salir a la calle dispuestos a respirar hondo el aire fresco de cada día y a sortear los obstáculos que puedan presentarse en la acera de la vida. Ojalá no falte energía para hacerlo y, si las fuerzas van mermando, seamos capaces de hacer lo que esté en nuestras manos para que lo deseable sea posible, lleguemos adonde lleguemos, hasta donde podamos. Sin quedarnos con la desazón de no haberlo intentado. La vida vendrá como venga, pero que por nosotros nunca quede intentar hacer lo que nos gustaría y tenemos pendiente. Mejor intentarlo que lamentar no haberlo hecho. Que los sueños no están para embridarlos, sino para dejar de soñarlos y realizarlos.

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