Peligrosa Mente “desciende” a las entrañas de nuestros miedos

  • El capítulo quinto de la webserie de Artefacto, con el que culmina la primera parte, aclara el pasado de algunos personajes y a su vez abre nuevas tramas

Rafael Alberti escribió: “Para ir al infierno no hace falta cambiar de sitio ni postura”. La Sierra de Rute puede ser un paraje idílico, corazón de un entorno natural que es seña de identidad de un pueblo. Pero un día puede convertirse en un infierno subjetivo, el escenario insospechado para exorcizar los demonios del alma, aquellos a los que da miedo enfrentarse, y mientras no se les planta cara no dejan de ser vinagre en la herida abierta. También escribió Jean-Paul Sartre que “el infierno son los otros”. Pero sólo cuando uno se enfrenta a su propio infierno logra salir airoso frente a su pasado.

Eso, entre muchas otras cosas, es lo que plantea “Descenso”, el flamante quinto capítulo de Peligrosa Mente. La webserie creada por Eduardo Navas y Antonio José Gómez, y producida por la asociación cultural Artefacto, alcanza su ecuador, el final de su primera parte, seguramente su mayoría de edad y a lo mejor su doctorado. Con esa categoría lo aplaudió el público que llenó en el último sábado de octubre el salón de actos del Edificio Alcalde Leoncio Rodríguez para asistir a la premier. Y así lo aclamarán sus muchos seguidores cuando vean la nueva entrega, ya disponible en internet.

Habíamos dejado a los protagonistas en su “Ascenso” al Canuto del capítulo 4. Alguien dijo que el secreto de querer volar está en el amor por la caída. La subida de Goyo, Charo, Jesús y compañía era una metáfora terapéutica. Buscaban aire puro para liberar los monstruos de los que habló Julio Cortázar, los que cobran vida y forma en los sueños, sin ser conscientes de que el ascenso era un vuelo sin alas ni red. El “Descenso” significa un viaje al interior de estos personajes, y de camino al de cada espectador, porque la purificación de ellos es la de todos los demás. Ésa es la esencia dual del arte, personal y universal, que los dos creadores plasman como una sola cabeza pensante. Reza el eslogan del capítulo: “Nunca se está preparado para caer”. Habría que añadir: “Nadie”.

Como ocurriera en la entrega previa, el título es ambivalente. Hay descensos reales, por la Sierra o para rescatar a Ana (impresionante el despliegue de la unidad de AK-2). Pero los más reveladores son los figurados. Los de Goyo/Diego, Carmen y Charo al fondo de sus miedos. O los de Jesús y Marcos a sus respectivos pasados. Si a éste no lo exime, sí le permite alejarse de la condena maniquea. Con Jesús nos muestra al niño al que arrancaron la infancia y la sonrisa, pero no la ternura, heredada de Elena, su madre. Ella y ese niño que quién sabe si no volverá son dos de los nuevos fichajes, que ya han emocionado a los seguidores. Porque en la serie sigue habiendo tensión y emoción, pero no faltan los guiños de humor marca de la casa. Al final, los labios del espectador dudan entre arquearse en la dirección de la sonrisa o la de la lágrima. Para ambas hay caminos.

Según Antonio José y Eduardo, este capítulo ha sido el más largo hasta ahora, el de más rodaje, más localizaciones y más reparto. Se les “olvidó” decir que es también el más intenso. Y por extensión, el más maduro. La serie ha crecido exponencialmente en todos los aspectos: guión, realización, montaje, interpretación… Como en una danza coral, los automatismos parecen tan engrasados que ni siquiera desentonan las piezas nuevas. Y lo mejor es que al pasar los créditos da la sensación de que aún no se ha tocado techo.

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