Pascual Rovira simboliza la superación del coronavirus

  • El presidente de Adebo fue uno de los primeros casos diagnosticados en Rute y ha pasado unas semanas duras de aislamiento en casa hasta recibir el alta

Rovira ha sido recibido entre “rebuznos de multitudes” por sus burros en la reserva de la Sierra de Rute

El embajador del asno ha vuelto. Hacen falta noticias así, positivas, de esperanza, que muestren la luz al final del túnel negro y largo, demasiado largo, del coronavirus. Pascual Rovira, el hombre que durante las tres últimas décadas ha llevado a través de los burros por todo el mundo el nombre de Rute y un mensaje de paz y respeto a la naturaleza, es uno de los supervivientes del temido Covid-19. Parafraseando un tópico con otro animal en peligro de extinción, no esconde que le ha visto las orejas al lobo. Fue uno de los primeros en contagiarse en Rute y lo ha pasado mal. No ha llegado a ser hospitalizado pero sí se ha sentido privado de esa libertad de la que ha hecho bandera, confinado y aislado en una habitación de su casa, a la que sólo accedía su mujer con tantas medidas de protección que costaba reconocerla. Ausente de la reserva, su hijo Kisco se ha encargado de alimentar a los équidos, ajenos a la enfermedad de su padre espiritual, pero conscientes de algún modo de su falta.

  • Lo peor era el frío inusual y estremecedor que propagaba por todo su cuerpo la fiebre tan característica del Covid-19

Lo peor no ha sido el encierro. Lo peor ha sido el frío, ese frío inusual y estremecedor que propagaba por todo su cuerpo la fiebre tan característica del Covid-19. También la diabetes jugaba en contra. Habitualmente, la insulina, su actividad intensa y su carácter inquieto le permiten tenerla controlada, pero la virulencia del virus “hacían que el azúcar se descompensara”. Han sido, en suma y sin duda, semanas duras hasta que el pasado 13 de abril recibió el alta. Por medio, se han perdido siete kilos del Pascual que conocíamos. Han dejado a otro más escuálido, pero más genuino, que quiere aprovechar cada segundo de la vida. Él, que ha bromeado a costa de su propia muerte para perderle el miedo, sabe ahora que es la vida lo que hay que tomarse en serio, aunque la mejor forma de hacerlo sea no abandonar el humor.

Quiere recuperar a la persona que con los años había sido devorada en parte por el personaje. Quiere disfrutar la vida de un modo distinto, pero fiel, de los amigos y del mantra primigenio con el que allá por la década de los 90 del siglo pasado comenzó a pregonar desde la asociación Adebo y con los burros como “compañeros de camino” que un mundo mejor era posible. Visionario entonces, su mensaje original es la enseñanza que nos deja esta terrible pandemia. Si sus burros pastan felices en la Sierra de Rute, allí él respira ahora “a dos pulmones, entre un huracán de rebuznos”. El militante borriquero está de vuelta. Como dijo en “Casablanca” Victor Laszlo: “Bienvenido a la lucha”.

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