Nido de indolentes

“El hombre es un egoísmo mitigado por una indolencia” (Fernando Pessoa).
“No confundas la paciencia, coraje de la virtud, con la estúpida indolencia del que se da por vencido” (Mariano Aguiló).
“No pasa nada” era una frase corta que se escuchaba mucho allá por los años ochenta y noventa, cuando el pasota era un personaje bien visto en nuestro suelo patrio y remontábamos el vuelo tras años tristes de autarquía y despropósitos, mientras veíamos el futuro con una esperanza, entonces, fundada.
Vivimos ahora atribulados por unas condiciones que nos han impuesto carestía creciente en nuestra cesta de la compra, en nuestros recibos de la cuenta corriente y en nuestras tarjetas de crédito. ¡Ojo con no hacer cuentas! Más que nunca vemos necesario saber lo que llevamos ya gastado para poder llegar a fin de mes. Sin embargo, asumimos resignados la situación sobrevenida sin intervenir y sin quejarnos a gran escala. Digo a gran escala, porque todos los días hablamos del precio de la luz y del gasoil, de lo que ha subido la verdura y la carne, los materiales y el ocio.
Pero no hacemos nada…
No hacemos nada.
Llama la atención las tragaderas que hemos echado para soportar las situaciones indeseables, sin mostrar activamente y de una forma clara y notoria nuestra disconformidad y hartazgo. Sin asociarnos para velar por nuestros intereses y derechos no conseguiremos revocar este magma de problemas que no controlamos, no entendemos y de los que nadie parece hacerse responsable, más allá de una guerra que no quieren que acabe. Parece que hemos concedido a nuestros representantes públicos todo el poder para decidir por nosotros en una muestra de cobardía supina, de despiste, indecisión, pereza y desidia. Una muestra fehaciente de nuestra negligencia y torpeza.
Puede que parezca que voy a decir algunas cosas duras ahora. Recordemos que los políticos de arriba, los que más poder tienen, sea cual sea el partido al que representen, carecen de la más pequeña sensibilidad sobre el sufrimiento y necesidad de los gobernados, sobre todo, porque su decisión de mantenerse en ese cargo obedece sin duda a su beneficio personal, presente o venidero. Cosa distinta puede ser la política local, cuando personas conocidas intentan ayudar con poco acompañamiento pecuniario a sus vecinos. También hemos de recordar que no sentirán ninguna consideración por nosotros los grandes banqueros, porque su único objetivo es ganar dinero, y, si lo pierden, husmearán lugares recónditos para que nosotros se lo prestemos o se lo regalemos de nuevo, con la anuencia de sus amigos los políticos. Si sabemos eso desde hace tiempo, y nos siguen colando goles en fuera de juego por la escuadra, creo que ha llegado el momento, en tiempos de VAR, de coger el toro por los cuernos y, por una vez, dejar de ser cobardes y abandonar esta inercia inoperante y absurda. No veo que podamos confiar en sindicatos de clase, cuando son pagados por aquellos a los que tienen que criticar o controlar (“nadie muerde la mano que le da de comer”). Llama la atención la hibernación de estos últimos en los meses llenos de adversidad que vamos soportando, y tendrían mucho que decir y que hacer. ¿Por qué será? Tampoco ayudan los altos mandos de las sociedades de empresarios. No se estila el entendimiento, obviamente.
Los que nos han empobrecido mientras nos hemos dejado no harán nada por nosotros. Y nos seguirán manipulando a través de su publicidad y propaganda para que no cambiemos de canal, de su canal, ese que nos absorbe el seso con las noticias que quieren que sepamos, sin el menor atisbo de cercanía a la realidad, obviando aquellas que además de necesarias son verdaderas, intentando instigar cizaña y que nos decantemos por un bando u otro, que salvo pequeñas diferencias obedecen al mismo señor supremo, y, en el fondo, heredan los mismos problemas graves de deuda, déficit, descontrol, sumisión e inflación. Seguimos entrando en su juego malvado.
Solo nos queda organizarnos a los de abajo, a los sufridores, a los mal llamados “perezosos de siempre”, a los que nos hemos dejado seducir por esa abulia que concede ventaja a los especuladores, a los embaucadores, o a los prestidigitadores del dinero, sabiendo que tal empresa no va a ser fácil por falta de hábito, de liderazgo, y probablemente, de acuerdos. Toda carrera empieza por el primer paso, siendo imposible mejorar la situación si dejamos que la inercia, que nos depaupera, sea la que elija nuestro camino. Tenemos que ser nosotros, porque de ello depende nuestro futuro y el de nuestros hijos. ¡Además es necesario echar redaños por una vez, coño!
La indolencia, la dejadez y la cobardía, históricamente han conducido al caos. Un refrán castellano muy rememorado y repetido nos aconseja “nadar y guardar la ropa”, pero, en las circunstancias actuales, si le hacemos caso, preveo que puede acabar dejándonos mojados y en cueros…

Deja un comentario