Necesarios veinticinco

Es la edad de la alegría. Será también porque los veinticinco representan un punto de inflexión entre la juventud y la adultez que empieza a permitir una altura de miras, cierta sensación de certidumbre o, al menos, la capacidad para entender que el mundo era otra cosa. Por eso, cumplir veinticinco años es tan importante que hay que celebrarlo y decirlo bien alto. Y por eso también, hoy quiero con este artículo felicitar por su veinticinco aniversario a la Asociación de Mujeres «Horizonte de Rute», a la que me une un amplio camino de agradecimientos, cariño y hasta de letras.
Me cuesta creer que fuera fácil en 1999, cuando nació la asociación, que aquel grupo de mujeres decidiera fundar sobre sí mismas un organismo para ayudarse las unas a las otras. Puri Cobos lo ha dicho mil veces. Imaginando que aquel año hubo mucha tela que cortar, me voy a los datos: en 1999, según el Instituto Nacional de Estadística, hubo cincuenta y cuatro muertes por Violencia Machista —tan solo cuatro menos que en 2023—. Y, sin embargo, hacía solo dos años que Ana Orantes había aparecido en Canal Sur para exponer su caso. Fue un cuatro de diciembre, un día de tanto y tanto simbolismo en Andalucía. Apenas unas jornadas después, en su propia casa, la encontrarían calcinada por la mala bestia con quien tuvo la desgracia de casarse. No se me olvida porque yo tenía ya doce años y aquella tarde la volvimos a escuchar en el mismo programa donde había relatado los años de maltrato físico y psicológico por parte de su marido. Por aquel entonces, nadie lo llamaba así, «violencia machista», pero la importancia de las palabras no tardaría en llegar.
Fue en los noventa también, recuerde conmigo quien pueda, cuando el dúo de humoristas Martes y Trece hacían mofa de las mujeres maltratadas con aquel «Mi marido me pega» que todavía puede verse en YouTube como una reliquia del mal gusto y de un humor vertical sin ninguna gracia. Y, por descontado, fue en los noventa la época de las Mama Chicho, de Jesús Gil, de sus piscinas y demás programas que hacían gala sin tapujos de un machismo visceral que se enquistaba en la mente de cualquier ser humano medio de la época.
Gracias al destino, ser un niño de los noventa, de aquellos que se criaron pegados a una tele y que se sabían de memoria tanto la parrilla televisiva como la lista de los ríos de España, no lo fue todo. Tuve la suerte de ser alumno, como ahora la tengo de ser su compañero, de Abundi Alba, incansable feminista, de espíritu incombustible y de alma inquieta. Creo que nadie en este pueblo ha trabajado tanto como ella para que las nuevas generaciones conozcan a todas esas mujeres olvidadas por la historia y para que las chicas jóvenes entiendan que hay muchas más realidades para una mujer que las que ha planteado siempre para ellas el mundo rural. Ha mostrado, ha ilustrado, ha trabajado por hacerse entender. Ha discutido, ha sufrido y se ha sentido dolida muchas veces porque es muy difícil esta lucha que en ocasiones ha sido infructuosa. En muchos momentos, hemos comentado entre compañeros lo merecido que tendría, por supuesto, un reconocimiento por su labor social en la asociación, donde ha sido presidenta muchos años, pero también entre los jóvenes de nuestro pueblo. Ha sido discreta, como la gota que cae y va horadando la roca. Aunque soplen vientos antiguos, es necesario reivindicar estas labores como lo hacemos ahora con otras grandes voces. Sobre todo, en un pueblo tan poco dado a reivindicar todo lo bueno que tiene que ni se compra ni se vende.
Fueron ellas quienes publicaron mi primer relato con aquellos certámenes de cuento corto con temática femenina que se fueron perdiendo, pero que perduran en forma de preciosos libros. Todavía me acuerdo de las palabras de Puri Cobos cuando descubrieron que mi «Ajenas» era de un chico de dieciocho años. Lo hicisteis tan emotivo que me sentí desde entonces parte de vuestra asociación. También con gran cantidad de mujeres de Horizonte trabajé ocho años en un taller de teatro. Y me enorgullezco de haber sido compañero de escena de aquella gran luchadora que fue Loli la del Juzgado —discúlpenme las confianzas, por favor—. Ella también tuvo mucho que ver con aquellos inicios, cuando la red de mujeres de la asociación trazaba sus primeros lazos y con ella llegaba a las denuncias de las mujeres del pueblo.
Por supuesto, ahí sigue hoy Puri Cobos al frente de nuevo, con su carácter férreo, con un discurso que tremola siempre junto a una bandera morada y, sobre todo, al abrigo de tantas y tantas otras que no puedo decir por miedo a dejarme a alguna. Yo no hablo más que en mi nombre, pero quisiera dejarlo aquí escrito hoy. Gracias por vuestra labor. Gracias por vuestro apoyo silencioso. Porque la sororidad no tiene que sonar en ningún medio: tiene que ser, calentar, abrazar y defender. Vosotras sois la voz de tantas generaciones entre susurros, y la historia que nunca se puede contar de la trastienda de nuestro pueblo. Solo vosotras sabéis a cuántas mujeres en situación de vulnerabilidad habéis ayudado. Y no queremos que nos lo contéis, pero lo que sí queremos es contar con vosotras para otros veinticinco años. Por lo menos.
Es ahora cuando sois más necesarias que nunca. Como escribía la poeta granadina Olalla Castro en «Inventar el hueso»: Si no hay un tú: esta ceguera blanca para siempre.

Deja un comentario