Mutatis mutandis

Hace seis años que soy profesor. Por aquel entonces, ultimábamos una programación enfocada a la LOE en la academia donde estaba. La verdad es que llegué a tener esa ley educativa tan presente para la redacción del documento que me olvidé de una cosa muy importante: en materia de educación, nada permanece y todo es mudable.
Me había aprendido cada detalle, por pequeño que fuera, para poder defender mi programación. Sin embargo, aunque mi proceso de acceso al cuerpo de profesorado terminó a finales de julio, en septiembre yo ya estaba en un centro educativo de Priego donde se asumía, como en el resto, una nueva ley, la LOMCE. De aquellos días recuerdo un desconcierto inicial generalizado. El sistema de evaluación se descentralizaba, se reorganizaba en criterios muy definidos y se hacía evidentemente incomprensible para todo aquel que no estuviese muy dentro de la materia. Fueron muchas las preguntas, las reuniones departamentales, claustros, grupos de trabajo. Fue agotador intentar manejar algo para lo que no estábamos preparados ni siquiera aquellos que acabábamos de aprobar. Lo que está claro es que se hizo. Terminamos aquel curso con la sensación de haber podido entender, al menos mínimamente, el nuevo sistema que recién se implantaba.
Algún tiempo después, se implementó por parte de la conserjería andaluza la que llegaría a ser la herramienta de trabajo más importante de todo el profesorado andaluz: la plataforma Séneca, que aunque ya existía, se adaptaba al sistema de criterios y los hacía accesibles desde, incluso, una aplicación móvil. Aunque ciertamente supusiera un engorro inicial tener que realizar formaciones solo para aprender a organizar los criterios en la aplicación, conllevó un considerable avance y una herramienta bastante aceptable. Quiero detenerme aquí y hacer una mención especial para el director del IES Nuevo Scala de Rute, Juan José Caballero quien, por si no lo saben, es uno de los formadores más eficientes a nivel comunitario de la plataforma. Eso hizo que en el instituto de Rute, las formaciones fueran internas y continuadas, con una puerta siempre abierta en dirección para las preguntas y las quejas, por enrevesadas que fueran. Creo que a veces se nos olvida lo importante que es una puerta siempre abierta.
Con todo, nos fuimos adaptando como pudimos a los nuevos cambios. Entiendan que no entre en verdaderas valoraciones sobre todos estos procesos de los que les hablo, pero es cierto que no todo el mundo se adapta de las mismas maneras. Todas estas transformaciones supusieron para algunos una brecha digital insalvable, una incomprensible manera de entender la educación, un sistema de fiscalización de los procesos o, llegados al caso, una forma de burocratización de la evaluación que no conllevaba excesivos beneficios ni para alumnado ni para el profesorado. Recuerdo charlas en clase donde el alumnado exponía que si para cada examen tenían seis notas, cómo podían saber realmente si estaban aprobados o no. Acabar un trimestre sin una hoja de cálculo se hace imposible para el profesorado, porque acabamos teniendo una cantidad de notas ingente para un solo alumno. Sin embargo, a final de trimestre todas esas notas se resumen en un solo número y un sistema de evaluación de las competencias alcanzadas o no.
Efectivamente, todo hacía presagiar que la cuestión no tardaría en cambiar. Algunos dicen que por falta de coherencia por lo anteriormente expresado; otros, porque es necesario un cambio en el proceso de evaluación; y muchos más, porque la educación en este país no tiene la más mínima importancia a nivel político, que se cambia sin atender a los resultados anteriores. La cuestión es que, deben saberlo, acabamos de volver al principio de este artículo. Tras la LOE y la LOMCE llega la LOMLOE. Y con ella, son tres leyes las que hemos asumido en seis años. No son pocos los cambios que trae la nueva ley, ni tampoco necesariamente calificables de positivos o negativos. Simplemente les vengo a mostrar una realidad interna del profesorado de este país.
Un profesor jubilado me dijo una vez que en educación hay que hacerse al alumnado, que este sí que es el que cambia cada año, pero no a la ley que nos pongan o nos quiten los políticos. La cuestión es, ¿merecemos en este país, en esta comunidad, en nuestros centros, en nuestras aulas, un consenso educativo de una vez? ¿Pueden los partidos políticos mangonear sin debate, directamente a placer en la educación de todos y todas? Porque siento verdadero miedo de que, visto lo visto, después de las próximas elecciones también acabemos en los ruedos enseñando a torear.

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