Lujuria

Me gustaría proponer un punto de vista alternativo, una reflexión de final de verano que nos ayude a afrontar un otoño extraño y con un poco más de filosofía.
Quizás sea la lujuria un motor fundamental de la sociedad. En estos tiempos de distancia y desapego escasea el desahogo, ese básicamente físico, banal, el que te genera incertidumbre y te aleja de tu rutina diaria. Quizás sean esos momentos maravillosos donde nuestro ser más complejo y lujurioso se muestre, los que mueven ese escondido motor de la sociedad.
Nos empeñamos en esconder la naturaleza humana del placer, del disfrute, del famoso ‘carpe diem’ al que parece hemos querido otorgar nuevos significados y no digo que eso esté mal, nunca fui yo persona de juicios de valor; únicamente propongo una reflexión en la que nos centremos en esos momentos que todos hemos vivido, esos momentos de vértigo donde agarramos la manzana y, aun titubeando, la mordemos y nos bañamos en su jugo.
Las responsabilidades no cesan. Construimos nuestras vidas con esfuerzo y dedicación para cumplir los objetivos que nos marcamos, para llegar al punto de ‘bienestar’ que deseamos y que nos hace poder dormir por las noches, pero, ¿Qué pasa cuando solo te queda eso? ¿Quién se atreve a vivir una vida donde solo caben responsabilidades?
Personalmente, no estoy seguro de poder abordar esa complejidad sin nada a lo que agarrarme. Quizás sea la religión la que ayude a esas personas que lo consiguen, pero huérfanos de espíritu somos los que no fuimos ‘bendecidos’ con ese don y, por tanto, huérfanos de vida nos encontramos en este momento.
Confío en que el día que esto pase (si es que pasa) fluyan raudales de lujuria, de risas, de alegría, música y fiesta y quizás, solo quizás, en ese momento santificaremos al placer y le daremos el lugar que le corresponde como motor de la sociedad.

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