Las Fiestas de la Vera Cruz reviven nuestras tradiciones y dan colorido al mes de mayo en Rute

Como es habitual, el recorrido procesional se centra y rinde  homenaje a todos los rincones del barrio de la Vera Cruz

Como es habitual, el recorrido procesional se centra y rinde homenaje a todos los rincones del barrio de la Vera Cruz

Que en mayo todo se llena de color no es sólo un tópico o una frase hecha. Al menos en Rute, el barrio de la Vera Cruz se adorna con sus mejores galas para celebrar sus fiestas. Los barrios, como las personas, también se visten y, en función de ello, reflejan los estados de ánimo de sus habitantes. Aquí los trajes son las colgaduras de los balcones, pero especialmente el estado de efervescencia de que la primavera ha eclosionado se ve en los balcones, en sus macetas, en sus flores, y cómo no, en sus cruces de mayo. Desde hace tiempo, el concurso, convocado por el área de Festejos del Ayuntamiento, en colaboración con la cofradía, se viene celebrando el primer viernes del mes. Con él arranca un fin de semana intenso, donde no faltan los actos que han de culminar con la procesión de la Virgen de la Sangre y la Santa Cruz. Atrás queda una semana de preámbulos y cultos, con citas señaladas como los Juegos Florales. Pero huelga decir que los días centrales son éstos. Si alguien piensa que se trata “sólo” de unas fiestas de barrio, no cabe duda de que el de la Vera Cruz es un barrio acogedor, porque todo el mundo acaba acercándose para sentir sus olores y sus colores.

Sólo así se entiende que las cruces del concurso estén salpicadas por distintos puntos del casco urbano. Esta vez había catorce inscritas, aunque al final una no se presentó. El primer premio ha correspondido a la elaborada por el Círculo de Rute. Su decoración profusa y su entorno, con la dificultad o limitación añadida de estar en interior, le han valido la puntuación más alta del jurado. Entornos singulares presentaban, en exterior, las que se han llevado el segundo y tercer premio. Ambas tienen en común el haber sido hechas por dos grupos jóvenes de cofradías ruteñas: el de la Borriquita y el de la Virgen del Carmen, respectivamente. La de la Borriquita estaba en la escalinata del Paseo Francisco Salto y en ella resaltaban sus primorosos mantones de manila como parte de una decoración que se completaba con las autóctonas guitarras flamencas. En cuanto a la del grupo joven de la archicofradía de Nuestra Señora del Carmen, como de costumbre se hallaba en la peana del santuario de la patrona. Estaba decorada con motivos taurinos, desde trajes de luces, capotes y monteras hasta carteles de corridas. La cruz en sí, estaba conformada por botellas de anís de Rute. Por último, ha habido un cuarto premio para los mayores de la residencia Juan Crisóstomo Mangas.

Por lo que se refiere a las cruces infantiles, había dos premios. El primero ha sido para los escolares de quinto curso del colegio Fuente del Moral, que recrearon el particular universo de los Pitufos. El segundo premio ha sido para la cruz que había en casa de los hermanos mayores. Pero el principal mérito corresponde a su hijo, Pablo Ramírez Lobato. Con tan sólo siete años, muestra un talento para la pintura aún impropio de su corta edad. Suyos son los cuadros que constituían el principal atractivo de esta cruz. En suma, como ha señalado el concejal de Festejos, Antonio Granados, hay que destacar la enorme creatividad exhibida en el concurso. Pero sobre todo ha subrayado el alto nivel de participación, en dos sentidos: por un lado, que hubiera trece cruces en concurso, nueve de adultos y cuatro infantiles, y también la implicación de vecinos y grupos de amigos que echan una mano, cada uno en lo que puede, para aportar algún detalle.

Al día siguiente, el sábado, llegó una nueva edición, la sexta, de la carrera solidaria. De nuevo la cofradía ha colaborado con Manos Unidas y ha vuelto a poner de relieve su implicación en todo tipo de iniciativas benéficas. También evidencia su apuesta por un programa de actos que va siempre más allá de lo meramente religioso. Puede que haya años en que la participación sea inferior a lo previsto, como ha ocurrido esta vez con la carrera solidaria. Sin embargo, la perseverancia y la certeza de que son ciclos y han de revivirse momentos mejores ha permitido que las tradiciones arraiguen y se consoliden en el tiempo. Gracias a ello, eventos como las carreras de cintas y sacos de por la tarde han pasado a engrosar nuestras señas de identidad, como una manifestación peculiar de la cultura y los juegos populares.

Constituyen, en todo caso, preludios al momento central, la procesión de la Virgen de la Sangre y la Santa Cruz, único trono en Rute que es portado por un grupo de costaleras. A la vista del buen resultado que dio el adelanto horario en Semana Santa, asomaron a la calle una hora antes. Lo hicieron bajo la lluvia, no la meteorológica ya que hacía un tiempo casi estival, sino la de pétalos que caían desde el campanario de la ermita. Era un icono de la transformación de estas imágenes, de este barrio, de esta cofradía: del dolor de la Pasión al color de mayo, del cirio a la flor, de las tinieblas del sufrimiento a la luz de la primavera. Y tal metamorfosis se luce plenamente en el barrio. En reconocimiento a su singularidad, la procesión recorre todos sus recovecos, todas sus callejuelas. La Vera Cruz casi monopoliza el itinerario hasta el regreso a la ermita, con las dos imágenes subiendo en paralelo, igual que en Semana Santa, pero sin que sea lo mismo. Porque las antorchas de entonces han sido reemplazadas por bengalas que certifican esa explosión de luz, de color. Si la Resurrección representa el triunfo de la vida sobre la muerte, mayo y las fiestas de la Vera Cruz ponen rúbrica cada año a esa victoria.

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