Las Fiestas de La Hoz recuperan su esplendor y su esencia

  • Tres años después ha vuelto a salir en procesión Nuestra Señora del Consuelo, como momento cumbre de esta cita de reencuentro en la aldea de Rute

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Septiembre es sinónimo de cambio de ciclo, de reiniciar el espíritu y resetear los objetivos. Es el mes en que todo se pone en marcha de nuevo, el mes del reencuentro, el final de las vacaciones para la mayoría de quienes las disfrutan o de un verano que apura sus últimos coletazos. Por todo ello, podría afirmarse que es también un mes de transición, o de reencuentro. A veces, es algo más físico o literal. Otras, entronca con la memoria sentimental, con las raíces intangibles que conforman ese inconsciente colectivo llamado pueblo, llamado vecindario o tradición.

Ese cúmulo de sentimientos y sensaciones es el que cada año por estas fechas confluye en la aldea ruteña de La Hoz. Como muchas otras, sus fiestas en honor a la Virgen del Consuelo sobrepasan el ámbito meramente religioso. El programa de cultos y actos tiene ingredientes lúdicos, festivos, de convivencia y hermandad. Hasta ahí no diferiría demasiado de tantas celebraciones populares de similar corte. Sin embargo, su ubicación espacio-temporal las reviste de un carácter y una idiosincrasia singulares.

  • Las fiestas congregan no sólo a vecinos de la aldea sino del pueblo o que tuvo que marcharse fuera y vuelven a reencontrarse con sus raíces

La celebración en el primer fin de semana del mes anuncia la inminencia del otoño, más aún en un rincón de Rute donde la meteorología pone pausa a los rigores del calor por la proximidad de las aguas del río La Hoz. Implica, pues, que el verano se acaba y para mucha gente es el primer contacto con familiares y amigos después de semanas o meses sin coincidir en el pueblo. De ahí que no sólo se congreguen los vecinos de la aldea, sino que mucha gente se acerca desde el casco urbano.

Más allá de las peculiaridades del calendario, las fiestas no se entenderían en otro espacio. Manuel García Iturriaga, cronista oficial de la villa y coordinador de la revista que edita la cofradía, no duda en calificar al entorno de lo que fueron las huertas del Pamplinar como “el paraíso perdido de Rute”. La Hoz pervive como un vergel que recuerda a ese rincón “miltoniano” que en su mayor parte quedó cubierto bajo las aguas. El Pantano borró de la vista aquellas tierras tan ricas y fértiles, pero no de la memoria de quienes allí habían crecido y tuvieron que irse incluso fuera de Rute.

Algunos volvieron al cabo de los años. Otros lo hacen temporalmente, cada septiembre. En torno a la Virgen, la cena de hermandad, la velada o la subasta, comparten la memoria, la nostalgia, las anécdotas, la vida. La pandemia les ha privado de ese reencuentro desde 2019. Desde entonces no se celebraba la procesión y las fiestas se habían reducido al mínimo. Mientras, la cofradía que preside Perfecto Rodríguez ha aprovechado para apuntalar los maltrechos cimientos de la ermita, para que sus paredes no corran la misma suerte que corrieron aquellas huertas.

El final de las obras ha coincidido con la vuelta de las fiestas a la normalidad. Tres años después, la imagen de Nuestra Señora del Consuelo volvió a salir en procesión para recorrer todos los recovecos de la aldea. Para ello, contó con el acompañamiento de hermandades y cofradías, representantes públicos y del clero, y la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Rosario, de Motril (Granada). De vuelta a la ermita, Juanan Caballero le dedicaría unos “cánticos de alabanza”, para dar paso a una velada amenizada por el grupo Champán y la subasta. Ya el domingo, la “subastilla” echaría el cierre a unas fiestas que han recuperado su identidad, y con ellas Rute recupera una de sus celebraciones más genuinas.

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