La Vera Cruz recupera la plenitud de sus Fiestas de Mayo

  • Después de las obras en la ermita y del paréntesis que ha supuesto la pandemia, todo el programa se ha podido desarrollar en torno a la ermita y el barrio

La subida en paralelo por la calle Virgen de la Sangre con las bengalas contrasta con las antorchas de la Semana Santa

Galería Procesión de la Vera Cruz 2022

Cuatro años ha tardado la cofradía de la Vera Cruz en volver a vivir unas Fiestas de Mayo como las de siempre. Si la esencia de lo que es el día de la Cruz en el calendario litúrgico nunca se perdió, sí es cierto que desde 2018 estas fiestas no se habían podido celebrar en su plenitud. De manera especial lo han echado en falta los vecinos y vecinas de este barrio de Rute que cada año al llegar mayo se transforma en una explosión de colorido crucero. En 2019 aún estaban en marcha las obras de restauración de la ermita. De ahí que el programa de cultos y actos se trasladara a Santa Catalina. Después, vendría la pandemia y el parón que ha supuesto en todos los niveles.

Por tanto, si en cualquier ámbito hay ganas de retomar la ansiada normalidad, en la cofradía y el vecindario echaban aún más en falta estas ancestrales tradiciones. Por medio, se ha renovado en profundidad una junta de Gobierno que ahora encabeza Sergio Ruiz. Su estreno como presidente ha venido de la mano de la recuperación de las señas de identidad de estas fiestas, pero también de alguna que otra novedad. A ello se suma la circunstancia, como ocurre cada seis o siete años, según los bisiestos que haya por medio, de que el concurso de cruces se adelanta al último sábado de abril y la procesión de la Virgen de la Sangre y la Santa Cruz al domingo 1 de mayo.

Entre las costumbres que se mantienen y que vuelven tras el paréntesis de dos años, están la mesa de regalos o los juegos tradicionales, como carreras de sacos o cintas. Son costumbres populares que esta cofradía ha contribuido a que no se pierdan. Esas actividades más laicas alternan con los cultos religiosos como el triduo o la ofrenda de flores a la Virgen de la Sangre. En todos los casos constituyen un preámbulo para el día grande, el primer sábado de mayo o, como en esta ocasión, el domingo día 1.

Es en esta jornada cuando el barrio late en plenitud y culmina esa transformación que depara un contraste tan singular con la Semana Santa, anunciando en su procesión de Gloria la simbología de la cruz. Por todo ello, el itinerario se centra sobre todo en el barrio, con alguna modificación esta vez, al salir directamente hacia la calle Granada. No fue, no obstante, la novedad más llamativa. La Virgen salió sin palio, como lo hace el Domingo de Ramos. Ha sido una apuesta de la junta de Gobierno para que luzca más tanto la imagen como todo el adorno floral del trono y la candelería.

El renovado trono iría detrás del de la Santa Cruz, primero en Rute en ser portado íntegramente por costaleras. Así se mantendrían hasta el tramo final de vuelta a la ermita. Ahí los dos pasos subirían en paralelo, tan igual y a la vez tan distinto a la Semana Santa. Porque si entonces sólo las antorchas disipan en parte la oscuridad de la noche, en mayo son las bengalas las que iluminan con otra alegría y otro mensaje el final de una procesión coronada con fuegos artificiales. Era el remate de una noche en que de nuevo las mantillas habían reemplazado de nuevo a los penitentes, el granate del manto de la Virgen al luto anterior y el perfume de las flores al olor de la cera o los cirios. La metáfora de la metamorfosis de la Pasión a la Gloria volvió a completarse cuatro años después en la Vera Cruz.

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